PALABRAS PREVIAS AL ANGELUS
Domingo 22 de mayo de 2016.
El Papa Francisco presidió el rezo del Ángelus en la fiesta de la Santísima Trinidad y explicó que esta fecha “nos invita a emplearnos en los acontecimientos cotidianos para ser levadura de comunión, de consuelo y de misericordia”.
Además, el Papa recordó que en esta misión “somos sostenidos por la fuerza que el Espíritu Santo nos dona: la de curar la carne de la humanidad herida de la injusticia, de la explotación, del odio y de la codicia”.
El Papa Francisco comentó el Evangelio del día en el que Jesús, poco antes de su Pasión, “explica a sus discípulos la verdad más profunda sobre Él, y así viene dibujada la relación entre Jesús, el Padre y el Espíritu Santo”. “Jesús revela en qué consiste esta misión, ante todo el Espíritu Santo nos guía a entender las muchas cosas que Jesús mismo tiene todavía que decir”.
Además, el Papa recordó que en esta misión “somos sostenidos por la fuerza que el Espíritu Santo nos dona: la de curar la carne de la humanidad herida de la injusticia, de la explotación, del odio y de la codicia”.
El Papa Francisco comentó el Evangelio del día en el que Jesús, poco antes de su Pasión, “explica a sus discípulos la verdad más profunda sobre Él, y así viene dibujada la relación entre Jesús, el Padre y el Espíritu Santo”. “Jesús revela en qué consiste esta misión, ante todo el Espíritu Santo nos guía a entender las muchas cosas que Jesús mismo tiene todavía que decir”.
Papa Francisco:
«La Santísima Trinidad nos invita a comprometernos para ser levadura de comunión, de consolación y de misericordia»
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, fiesta de la Santísima Trinidad, el Evangelio de San Juan nos presenta una parte del largo discurso de adiós, pronunciado por Jesús poco antes de su pasión. En este discurso Él explica a los discípulos las verdades más profundas que le conciernen; y así viene delineada la relación entre Jesús, el Padre y el Espíritu. Jesús sabe estar cercano a la realización del diseño del Padre, que se cumplirá con su muerte y resurrección; por eso quiere asegurar a los suyos que no los abandonará, porque su misión será prolongada por el Espíritu Santo. Será el Espíritu quien prolongue la misión de Jesús, es decir, a guiar la Iglesia hacia adelante.
Jesús revela en qué consiste esta misión. Ante todo el Espíritu nos guía a entender las muchas cosas que Jesús mismo tiene aún por decir (cfr. Jn16,12). No se trata de doctrinas nuevas o especiales, sino de una plena comprensión de todo lo que el Hijo ha oído del Padre y que ha dado a conocer a los discípulos (cfr v. 15). El Espíritu nos guía en las nuevas situaciones existenciales con una mirada dirigida a Jesús y, al mismo tiempo, abierta a los eventos y al futuro. Él nos ayuda a caminar en la historia firmemente enraizados en el Evangelio y también con una dinámica fidelidad a nuestras tradiciones y costumbres.
Pero el misterio de la Trinidad nos habla también de nosotros, de nuestra relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. De hecho, mediante el Bautismo, el Espíritu Santo nos ha insertado en el corazón y en la vida misma de Dios, que es comunión de amor. Dios es una “familia” de tres Personas que se aman tanto que conforman una sola cosa. Esta “familia divina” no está cerrada en sí misma, sino que es abierta, se comunica en la creación y en la historia y ha entrado en el mundo de los hombres para invitar a todos a formar parte de ella. El horizonte trinitario de comunión envuelve a todos y nos estimula a vivir en el amor y en el compartir fraterno, seguros que allí donde hay amor, allí está Dios.
Nuestro haber sido creados a imagen y semejanza de Dios- comunión nos llama a comprendernos a nosotros mismos como seres-en-relación y a vivir las relaciones interpersonales en la solidaridad y en el amor recíproco. Tales relaciones se desarrollan, ante todo, en el ámbito de nuestras comunidades eclesiales, para que siempre cada vez sea más evidente la imagen de la Iglesia ícono de la Trinidad. Pero también se desarrollan en toda otra relación social, desde la familia hasta las amistades o el ambiente de trabajo - todo: son ocasiones concretas que nos son ofrecidas para construir relaciones humanas cada vez más ricas, capaces de respeto recíproco y de amor desinteresado.
La fiesta de la Santísima Trinidad nos invita a comprometernos en los eventos cotidianos para ser levadura de comunión, de consolación y de misericordia. En esta misión, estamos sostenidos por la fuerza que nos dona el Espíritu Santo: ella cura la carne de la humanidad herida por la injusticia, por el atropello, el odio y la avidez. La Virgen María, en su humildad, ha acogido la voluntad del Padre y ha concebido al Hijo por obra del Espíritu Santo. Que ella, espejo de la Trinidad, nos ayude a reforzar nuestra fe en el Misterio trinitario y a encarnarla con elecciones y actitudes de amor y de unidad.
Hoy, fiesta de la Santísima Trinidad, el Evangelio de San Juan nos presenta una parte del largo discurso de adiós, pronunciado por Jesús poco antes de su pasión. En este discurso Él explica a los discípulos las verdades más profundas que le conciernen; y así viene delineada la relación entre Jesús, el Padre y el Espíritu. Jesús sabe estar cercano a la realización del diseño del Padre, que se cumplirá con su muerte y resurrección; por eso quiere asegurar a los suyos que no los abandonará, porque su misión será prolongada por el Espíritu Santo. Será el Espíritu quien prolongue la misión de Jesús, es decir, a guiar la Iglesia hacia adelante.
Jesús revela en qué consiste esta misión. Ante todo el Espíritu nos guía a entender las muchas cosas que Jesús mismo tiene aún por decir (cfr. Jn16,12). No se trata de doctrinas nuevas o especiales, sino de una plena comprensión de todo lo que el Hijo ha oído del Padre y que ha dado a conocer a los discípulos (cfr v. 15). El Espíritu nos guía en las nuevas situaciones existenciales con una mirada dirigida a Jesús y, al mismo tiempo, abierta a los eventos y al futuro. Él nos ayuda a caminar en la historia firmemente enraizados en el Evangelio y también con una dinámica fidelidad a nuestras tradiciones y costumbres.
Pero el misterio de la Trinidad nos habla también de nosotros, de nuestra relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. De hecho, mediante el Bautismo, el Espíritu Santo nos ha insertado en el corazón y en la vida misma de Dios, que es comunión de amor. Dios es una “familia” de tres Personas que se aman tanto que conforman una sola cosa. Esta “familia divina” no está cerrada en sí misma, sino que es abierta, se comunica en la creación y en la historia y ha entrado en el mundo de los hombres para invitar a todos a formar parte de ella. El horizonte trinitario de comunión envuelve a todos y nos estimula a vivir en el amor y en el compartir fraterno, seguros que allí donde hay amor, allí está Dios.
Nuestro haber sido creados a imagen y semejanza de Dios- comunión nos llama a comprendernos a nosotros mismos como seres-en-relación y a vivir las relaciones interpersonales en la solidaridad y en el amor recíproco. Tales relaciones se desarrollan, ante todo, en el ámbito de nuestras comunidades eclesiales, para que siempre cada vez sea más evidente la imagen de la Iglesia ícono de la Trinidad. Pero también se desarrollan en toda otra relación social, desde la familia hasta las amistades o el ambiente de trabajo - todo: son ocasiones concretas que nos son ofrecidas para construir relaciones humanas cada vez más ricas, capaces de respeto recíproco y de amor desinteresado.
La fiesta de la Santísima Trinidad nos invita a comprometernos en los eventos cotidianos para ser levadura de comunión, de consolación y de misericordia. En esta misión, estamos sostenidos por la fuerza que nos dona el Espíritu Santo: ella cura la carne de la humanidad herida por la injusticia, por el atropello, el odio y la avidez. La Virgen María, en su humildad, ha acogido la voluntad del Padre y ha concebido al Hijo por obra del Espíritu Santo. Que ella, espejo de la Trinidad, nos ayude a reforzar nuestra fe en el Misterio trinitario y a encarnarla con elecciones y actitudes de amor y de unidad.
(Después del rezo Mariano del Ángelus el Santo Padre ha dicho:)
Queridos hermanos y hermanas:
Ayer en Cosenza, fue proclamado beato Francesco Maria Greco, sacerdote diocesano, fundador de las Hermanas Pequeñas Operarias de los Sagrados Corazones. Entre el siglo XIX y XX fue un animador de la vida religiosa y social de su ciudad, Acri, donde ejercitó todo su fecundo ministerio. Damos gracias a Dios por este sacerdote ejemplar.
Este aplauso también por los muchos buenos sacerdotes que hay en Italia.
Mañana comenzará en Estambul, Turquía, la Primera Cumbre Mundial Humanitaria, con el fin de reflexionar sobre las medidas que hay que adoptar para ir al encuentro de las dramáticas situaciones humanitarias causadas por conflictos, problemáticas ambientales y extrema pobreza. Acompañamos con la oración a los participantes de este encuentro para que se comprometan plenamente a realizar el objetivo humanitario principal: salvar la vida de cada ser humano, nadie excluido, en particular los inocentes y los más indefensos. La Santa Sede participará en este encuentro, en esta Cumbre Humanitaria, y por eso hoy viaja, para representar a la Santa Sede, el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin.
El martes, 24 de mayo, nos uniremos espiritualmente a los fieles católicos en China, que en este día celebran con particular devoción la memoria de la beata Virgen María “Ayuda de los Cristianos”, venerada en el santuario de Sheshan en Shanghai. Pidamos a María que done a sus hijos en China la capacidad de discernir en cada situación los signos de la presencia amorosa de Dios, que siempre acoge y siempre perdona. En este Año Santo de la Misericordia puedan los católicos chinos, junto a los que siguen otras nobles tradiciones religiosas, convertirse en signo concreto de caridad y de reconciliación. De tal forma promoverán una auténtica cultura del encuentro y la armonía de toda la sociedad. Esa armonía que ama tanto el espíritu chino.
¡Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos! En particular estoy contento de acoger a los fieles ortodoxos de la Metropolitana de Berat, en Albania, y les doy las gracias por su testimonio ecuménico.
Saludo a los niños de la Escuela de las Hermanas Salesianas de Cracovia; los estudiantes de Pamplona, los fieles de Madrid, Bilbao y Gran Canarias en España, Meudon y Estrasburgo en Francia, Laeken en Bélgica; y el grupo de trabajadores sanitario de Eslovenia.
Saludo a la comunidad católica china de Roma, las Confraternidaes de Cagliari y de Molfetta, los jóvenes de la diócesis de Cefalù, los ministrantes de Vall’Alta, la Acción Católica diocesana de Mileto- Nicotera-Tropea, y las Corales de Desenzano de Garda, Ca’ de David y Lungavilla.
Les deseo a todos un buen domingo. Y por favor no se olviden de rezar por mí. ¡Que tengan un buen almuerzo y hasta pronto!
Ayer en Cosenza, fue proclamado beato Francesco Maria Greco, sacerdote diocesano, fundador de las Hermanas Pequeñas Operarias de los Sagrados Corazones. Entre el siglo XIX y XX fue un animador de la vida religiosa y social de su ciudad, Acri, donde ejercitó todo su fecundo ministerio. Damos gracias a Dios por este sacerdote ejemplar.
Este aplauso también por los muchos buenos sacerdotes que hay en Italia.
Mañana comenzará en Estambul, Turquía, la Primera Cumbre Mundial Humanitaria, con el fin de reflexionar sobre las medidas que hay que adoptar para ir al encuentro de las dramáticas situaciones humanitarias causadas por conflictos, problemáticas ambientales y extrema pobreza. Acompañamos con la oración a los participantes de este encuentro para que se comprometan plenamente a realizar el objetivo humanitario principal: salvar la vida de cada ser humano, nadie excluido, en particular los inocentes y los más indefensos. La Santa Sede participará en este encuentro, en esta Cumbre Humanitaria, y por eso hoy viaja, para representar a la Santa Sede, el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin.
El martes, 24 de mayo, nos uniremos espiritualmente a los fieles católicos en China, que en este día celebran con particular devoción la memoria de la beata Virgen María “Ayuda de los Cristianos”, venerada en el santuario de Sheshan en Shanghai. Pidamos a María que done a sus hijos en China la capacidad de discernir en cada situación los signos de la presencia amorosa de Dios, que siempre acoge y siempre perdona. En este Año Santo de la Misericordia puedan los católicos chinos, junto a los que siguen otras nobles tradiciones religiosas, convertirse en signo concreto de caridad y de reconciliación. De tal forma promoverán una auténtica cultura del encuentro y la armonía de toda la sociedad. Esa armonía que ama tanto el espíritu chino.
¡Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos! En particular estoy contento de acoger a los fieles ortodoxos de la Metropolitana de Berat, en Albania, y les doy las gracias por su testimonio ecuménico.
Saludo a los niños de la Escuela de las Hermanas Salesianas de Cracovia; los estudiantes de Pamplona, los fieles de Madrid, Bilbao y Gran Canarias en España, Meudon y Estrasburgo en Francia, Laeken en Bélgica; y el grupo de trabajadores sanitario de Eslovenia.
Saludo a la comunidad católica china de Roma, las Confraternidaes de Cagliari y de Molfetta, los jóvenes de la diócesis de Cefalù, los ministrantes de Vall’Alta, la Acción Católica diocesana de Mileto- Nicotera-Tropea, y las Corales de Desenzano de Garda, Ca’ de David y Lungavilla.
Les deseo a todos un buen domingo. Y por favor no se olviden de rezar por mí. ¡Que tengan un buen almuerzo y hasta pronto!
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