REFLEXIÓN DIARIA DEL EVANGELIO.
Domingo 20 de diciembre de 2015
"MARÍA PARTIÓ Y FUE SIN DEMORA"
Cuando Isabel escuchó la voz de María en su casa, algo maravilloso sucedió en ella. La criatura que llevaba en su vientre dio saltos de alegría, ella se quedó llena del Espíritu Santo e hizo elogios muy inspirados a la madre del salvador. Estos elogios hasta hoy nosotros los repetimos en las Ave-Marías.
Por el Hno. Mariosvaldo Florentino, OFMCap.
“Dichosa eres tú por haber creído que de cualquier manera se cumplirán las promesas del Señor.” (Lc 1, 45)
¡Querido hermano, querida hermana, Paz y Bien!
Cuando Isabel escuchó la voz de María en su casa, algo maravilloso sucedió en ella. La criatura que llevaba en su vientre dio saltos de alegría, ella se quedó llena del Espíritu Santo e hizo elogios muy inspirados a la madre del salvador. Estos elogios hasta hoy nosotros los repetimos en las Ave-Marías. Pero la última frase de Isabel es muy oportuna para meditar en este tiempo de Adviento: “Dichosa eres tú por haber creído que de cualquier manera se cumplirán las promesas del Señor.”
Isabel sabía que María era muy joven. Sabía que estaba embarazada. Sabía que era un embarazo extraordinario. Sabía que, en María, se estaba cumpliendo la grande y esperada promesa de Dios, la llegada del Mesías. Pero Isabel también sabía que Dios no hace violencia. Sabía que Dios dependía del sí de una persona capaz de creer hasta en lo imposible. Sabía que Dios necesitaba de una mujer capaz de asumir tan profundamente su humildad, su pequeñez, dándole la posibilidad de invadirla completamente, y generar en ella su propio hijo.
¡Dichosa! ¡Bendita! ¡Bienaventurada! Fuiste capaz de creer, no dudaste de Dios, aunque todas las cosas, naturalmente hablando, te decían: es imposible, es peligroso, es una ilusión, es mejor esperar más. Cualquier otra mujer hubiera pensado: ¡Es imposible que una mujer conciba si no tiene relaciones con un hombre, aunque un ángel me hable! ¡Si José descubre que estoy embarazada, me abandonará! ¡Corro el riesgo de ser apedreada en plaza pública!
Es esta característica de María, como mujer de fe, capaz de creer y esperar, aun cuando todo parezca ir en otra dirección, la que nosotros debemos admirar, aprender y practicar en nuestras vidas. Adviento es tiempo de ejercitar la fe. Es tiempo de decir un sí a Dios incondicionalmente, sin preocuparse de las consecuencias, pues él es el único omnipotente, y tiene la historia en sus manos.
Si Isabel nos encontrara hoy, será que en lo concreto de nuestras vidas, en medio de nuestras pruebas, si ella nos escuchara hablar, podría decir de nosotros: Dichoso!, dichosa!, bendito!, bendita!... porque tú crees (¡esto es, no te desesperes delante de nada!) porque de cualquier manera se cumplirán las promesas del Señor. Ojalá!!!
El Señor te bendiga y te guarde,
El Señor haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.
Hno. Mariosvaldo Florentino, capuchino._______________________________________________________
Primera Lectura: Miqueas 5, 1-4a
"De ti saldrá el jefe de Israel"
Así dice el Señor: "Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel.
Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial.
Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel. En pie, pastoreará con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios. Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz."
Salmo responsorial: 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19
(Escuchar el salmo y descargar mp3)
"Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve".
Pastor de Israel, escucha, tú que te sientas sobre querubines, resplandece. Despierta tu poder y ven a salvarnos. R.
Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó, y que tú hiciste vigorosa. R.
Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre. R.
Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó, y que tú hiciste vigorosa. R.
Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre. R.
Segunda Lectura: Hebreos 10, 5-10
"Aquí estoy para hacer tu voluntad"
Hermanos: Cuando Cristo entró en el mundo dijo: "Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.""
Primero dice: "No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias", que se ofrecen según la Ley. Después añade: "Aquí estoy yo para hacer tu voluntad."
Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Primero dice: "No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias", que se ofrecen según la Ley. Después añade: "Aquí estoy yo para hacer tu voluntad."
Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
"¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?"
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."
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