jueves, 31 de diciembre de 2015

¡FELIZ AÑO 2016!

 
 
FELIZ AÑO 2016 PARA TODOS


Hermanos, Hermanas, los saludo con inmensa alegría después de la celebración del acontecimiento de la Navidad, en la que hemos recordado el grande regalo que nos hizo Dios nuestro Padre, enviándonos a su Hijo Único, nuestro Señor Jesucristo, para salvar al mundo, dándonos su paz y su amor.

 Al comienzo de este Nuevo Año, queremos ver un nuevo horizonte en nuestras vidas, y en la vida de todos los hombres, pero hay temores de que las cosas no cambien, sino que empeoren; nos está invadiendo el desaliento, la desesperanza, la frustración, porque hemos puesto nuestra mirada en los humanos, y en las cosas de este mundo que no tienen consistencia.

 Nos hemos olvidado que somos hijos de Dios, y por consiguiente que somos hermanos; nos vamos encerrando en nuestro propio egoísmo que nos llena de insatisfacciones y desilusiones, que nos destruye. Es necesario levantar nuestra mirada a lo alto y guardar silencio para escuchar a Dios que nos habla en muchas formas y lenguajes, es decir, es necesario reavivar nuestra fe en Él, confiar en Él y descubrir que en verdad nos ama y nos quiere comunicar su vida; pero nuestra mente y corazón se han dañado con tantos ruidos ensordecedores, con tantos mensajes y promesas incumplidas; no hemos sabido escucharlo, no nos damos tiempo para buscarlo, no tenemos confianza en Él, confiamos más en nuestros esfuerzos personales y apoyos humanos; lo material nos ha invadido, ha ocupado el lugar de lo noble, de lo trascendente, de lo eterno.

Sin embargo, el deseo de paz es una aspiración esencial en cada hombre, y coincide con el deseo de una vida humana plena, feliz, y bien realizada. En otras palabras, el deseo de la paz se corresponde con un principio moral fundamental, a saber, con el derecho y el deber a un desarrollo integral y comunitario, que forma parte del diseño de Dios sobre el hombre. El hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios.
 
El mensaje para este Nuevo Año, deben ser las palabras del mismo Cristo que pronunció en el monte de las Bienaventuranzas: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9).

 Las Bienaventuranzas proclamadas por Jesús, son promesas, no son meras recomendaciones morales; la promesa va dirigida a todos los que se dejan guiar por las exigencias de la verdad, de la justicia y el amor. La paz, presupone un humanismo abierto a la trascendencia, es fruto del don recíproco, de un enriquecimiento mutuo, gracias al don que brota de Dios, y que permite vivir con los demás y para los demás.

 LA PAZ, DON DE DIOS Y OBRA DEL HOMBRE.

La paz concierne a la persona en su integridad e implica la participación de todo el hombre. Se trata de la paz con Dios viviendo según su voluntad. Paz interior con uno mismo y paz exterior con el prójimo y con toda la creación. La paz se construye en una convivencia basada en la verdad, la libertad, el amor y la justicia.

La realización de la paz depende en gran medida del reconocimiento de que, en Dios, somos una sola familia humana, se estructura mediante relaciones interpersonales y animadas por un “nosotros” comunitario, que implica un orden moral interno y externo, en el que se reconocen sinceramente, de acuerdo con la verdad y la justicia, los derechos recíprocos y los deberes mutuos. La paz es un orden vivificado e integrado por el amor, capaz de hacer sentir como propias las necesidades y las exigencias del prójimo, de hacer partícipes a los demás de los propios bienes, y de tender a que sea cada vez más difundida en el mundo la comunión de los valores espirituales.

Los que construyen la paz son quienes aman, defienden y promueven la vida en su integridad. Todos los que trabajan por la paz, estamos llamados a cultivar la pasión por el bien común de la familia y la justicia, así como el compromiso por cultivar los valores cristianos en nuestros hijos.
 
Que este año 2016 sea de un mayor esfuerzo por evangelizar y transmitir la fe a todos los hombres. Que Jesucristo sea conocido y amado cada vez más, esforzándonos en cuanto sea de nuestra parte en ser sus testigos en medio de todos los hombres, con nuestras palabras y con nuestro ejemplo.
 
Es necesario enseñar a los hombres a amarse y educarse con los valores del Evangelio, para vivir en paz y con benevolencia, más que con simple tolerancia. Es fundamental que se cree el convencimiento de que “hay que decir no a la venganza, hay que reconocer las propias culpas, aceptar las disculpas sin exigirlas, y perdonar”.
 
No más egoísmos, celos y envidias en quienes profesan a Cristo. El mal se vence con el bien, la justicia se busca imitando a Dios Padre que ama a todos sus hijos. Tengamos en cuenta de que el Reino de Dios es Justicia, Amor, Paz y Verdad y que son parte de ella, los hijos de Dios.

Mis hermanos y amigos:
¡¡¡Feliz Año Nuevo, y que Dios los bendiga con su paz!!!

 
Fraternalmente en Cristo y María.
Miguel Alort

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En Cristo y María. Miguel Alort.
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