AUDIENCIA DE LOS MIÉRCOLES DEL PAPA
Miércoles 30/12/2015. El Papa Francisco meditó durante la audiencia general sobre la costumbre de poner un Nacimiento en las casas durante la Navidad. Por eso, invitó a reflexionar sobre las enseñanzas del Niño Jesús.
Dijo el Papa: "Podemos aprender mucho de Él mirando a los niños”. "También Jesús quiere que lo estrechemos en nuestros brazos, que le demostremos nuestro amor, nuestro interés, que abandonemos nuestra pretensión de autonomía y acojamos la verdadera forma de la libertad, que consiste en reconocer y servir a quien tenemos delante”.
El Papa Francisco en la Audiencia General:
«El Papa medita en la audiencia general sobre las sobre las enseñanzas del Niño Jesús»
Queridos hermanos y hermanas:
En estos días de Navidad, contemplamos al Niño Jesús, reviviendo en nuestros corazones el misterio de la Encarnación con gestos sencillos y tradicionales, como poner el pesebre en nuestras casas.
Esta devoción al Niño Jesús nos permite meditar, siguiendo el ejemplo de la Virgen María, la humildad de Dios, que se hace pequeño por nosotros.
A pesar de que sabemos poco de la infancia de Jesús, podemos aprender mucho de Él mirando a los niños. También Jesús quiere que lo estrechemos en nuestros brazos, que le demostremos nuestro amor, nuestro interés. Que abandonemos nuestra pretensión de autonomía y acojamos la verdadera forma de la libertad, que consiste en reconocer y servir a quien tenemos delante. Él ha venido a revelarnos el rostro del Padre, rico en misericordia.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Veo que hay muchos mexicanos por allí.
Acojamos al Señor en nuestros corazones, demostrémosle nuestro amor y el gozo de saber que Él siempre está en medio de nosotros. Muchas gracias.
Acojamos al Señor en nuestros corazones, demostrémosle nuestro amor y el gozo de saber que Él siempre está en medio de nosotros. Muchas gracias.
TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA
«Decid al Niño Jesús: “Jesús, yo quiero ser humilde como Tú, humilde como Dios”»
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Un día un poco frío ¿eh?
En estos días navideños se nos coloca frente a nosotros el Niño Jesús. Estoy seguro que en nuestras casas todavía tantas familias han hecho el pesebre, llevando hacia adelante esta bella tradición que se remonta a San Francisco de Asís y que mantiene vivo en nuestros corazones el misterio de Dios que se hace hombre.
La devoción al Niño Jesús está muy difundida. Tantos santos y santas la han cultivada en su oración cotidiana, y han deseado modelar su vida a aquella del Niño Jesús. Pienso en particular a Teresa de Lisieux que como monja carmelita ha llevado el nombre de Teresa del Niño Jesús y del Rostro Santo. Ella -quien es también Doctora de la Iglesia- ha sabido vivir y testimoniar aquella “infancia espiritual” que se asimila propio meditando, en la escuela de la Virgen María, la humildad de Dios que por nosotros se ha hecho pequeño.
Y esto es un misterio grande, Dios es humilde, nosotros que somos orgullosos, llenos de vanidad y que nos creemos grandes cosas, somos nada, Él es grande, es humilde y se hace Niño, esto es un gran misterio, Dios es humilde ¡es hermoso!
Hubo un momento en que, en la Persona divino-humana de Cristo, Dios ha sido un niño, y esto tiene que tener un significado peculiar para nuestra fe. Es verdad que su muerte en la cruz y su resurrección son la máxima expresión de su amor redentor, pero no olvidemos que toda su vida terrena es revelación y enseñanza. En el período navideño recordamos su infancia. Para crecer en la fe tendremos necesidad de contemplar más a menudo al Niño Jesús. Cierto, no conocemos nada de este período. Las raras indicaciones que poseemos hacen referencia a la imposición del nombre después de ocho días de su nacimiento y a la presentación en el Templo (cfr Lc 2,21-28); por otra parte la visita de los Magos con la consecuente fuga en Egipto (cfr Mt 2,1-23). Después, hay un gran salto hasta los doce años, cuando con María y José, va en peregrinación a Jerusalén para la Pascua, y en lugar de volver con sus padres se detiene en el Templo a hablar con los doctores de la ley.
Como se ve, sabemos poco del Niño Jesús, pero podemos aprender mucho de Él si miramos la vida de los niños. Es una bella costumbre, que los padres, los abuelos tienen, que es aquella de mirar a los niños, ver qué hacen.
Descubrimos, sobre todo, que los niños quieren nuestra atención. Ellos deben estar al centro ¿por qué? ¿Por que son orgullosos? No, porque tienen necesidad de sentirse protegidos. Es necesario también para nosotros poner al centro de nuestra vida a Jesús y saber, incluso si puede parecer paradójico, que tenemos la responsabilidad de protegerlo. Quiere estar entre nuestros brazos, desea ser cuidado y poder fijar su mirada en la nuestra. Por otra parte, hacer sonreír al Niño Jesús para demostrarle nuestro amor y nuestra alegría porque Él está en medio de nosotros. Su sonrisa es signo del amor que nos da certeza de ser amados. Los niños, finalmente, aman jugar. Pero hacer jugar a un niño, significa abandonar nuestra lógica para entrar en la suya. Si queremos que se divierta es necesario entender qué le gusta a él. Y no ser egoístas y hacerles hacer las cosas que nos gustan a nosotros.
Es una enseñanza para nosotros. Delante a Jesús estamos llamados a abandonar nuestro reclamo de autonomía, y este es el centro del problema, el reclamo de autonomía para acoger en cambio la verdadera forma de libertad, que consiste en el conocer a quien tenemos delante y servirlo. Él es el Hijo de Dios que viene a salvarnos. Ha venido entre nosotros para mostrarnos el rostro del Padre rico de amor y de misericordia.
Abracemos, entonces, entre nuestros brazos al Niño Jesús, pongámonos a su servicio: Él es fuente de amor y de serenidad. Y será una bella cosa hoy cuando volvemos a casa ir cerca del pesebre y besar al Niño Jesús y decirle: “Jesús, yo quiero ser humilde como Tú, humilde como Dios” y pedirle esta gracia.
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