domingo, 19 de junio de 2016

El Ángelus del Papa Francisco

PALABRAS PREVIAS AL ANGELUS

Domingo 19 de junio de 2016. Comentando el Evangelio que la liturgia presenta en este XII Domingo del tiempo Ordinario, el Santo Padre señaló que este pasaje evangélico nos invita una vez más a confrontarnos, por así decir, “cara a cara” con Jesús, quien nos presenta una doble pregunta: «¿Quién dice la gente que soy yo? Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?».

“Aquellas mismas preguntas hoy son propuestas a cada uno de nosotros”, dijo el Papa. Antes de concluir su discurso, el santo padre recordó que “todos tenemos necesidad de respuestas adecuadas a nuestras profundas preguntas existenciales. Y sólo en Cristo, es posible encontrar la paz verdadera y el cumplimiento de toda humana aspiración. Ya que Jesús conoce el corazón del hombre como ningún otro. Por esto, dice el Papa, lo puede sanar, dándole vida y consolación”.




Papa Francisco:
«Sólo en Cristo es posible encontrar la paz verdadera y el cumplimiento de toda aspiración humana.»

Queridos hermanos y hermanas:

El pasaje evangélico de este domingo (Lc 9,18-24) nos llama una vez más a confrontarnos, por así decir, “cara a cara” con Jesús. En uno de sus raros momentos tranquilos, en el cual se encuentra solo con sus discípulos, Él les pregunta a ellos: «¿Quién dice la gente que soy yo?» (v. 18). Y ellos responden: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado» (v. 19). Pues la gente tenía estima por Jesús y lo consideraba un gran profeta, pero aún no eran conscientes de su verdadera identidad, es decir que Él fuera el Mesías, el Hijo de Dios enviado por el Padre para la salvación de todos.

Jesús, entonces, se dirige directamente a los Apóstoles – porque es esto lo que más le interesa – y pregunta: «Pero ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Enseguida, a nombre de todos, Pedro responde: «Tú eres el Mesías de Dios» (v. 20), es decir: Tú eres el Mesías, el Consagrado de Dios, enviado por Él a salvar su pueblo según la Alianza y la promesa.

Así Jesús se da cuenta que los Doce, y en particular Pedro, han recibido del Padre el don de la fe; y por esto inicia a hablar con ellos abiertamente – así dice el Evangelio: “abiertamente” – de aquello que le espera en Jerusalén: «El Hijo del hombre – dice – debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día» (v. 22)

Aquellas mismas preguntas hoy son propuestas a cada uno de nosotros: “¿Quién es Jesús para la gente de nuestro tiempo? Pero la otra es más importante: ¿Quién es Jesús para cada uno de nosotros?”. ¿Para mí, para ti, para ti, para ti, para ti…? ¿Quién es Jesús para cada uno de nosotros?

Estamos llamados a hacer de la respuesta de Pedro nuestra respuesta, profesando con alegría que Jesús es el Hijo de Dios, la Palabra eterna del Padre que se ha hecho hombre para redimir la humanidad, vertiendo sobre ella la abundancia de la misericordia divina. El mundo tiene más que nunca necesidad de Cristo, de su salvación, de su amor misericordioso. Muchas personas experimentan un vacío a su alrededor y dentro de sí – tal vez, algunas veces, también nosotros –; otras viven en la inquietud y en la inseguridad a causa de la precariedad y de los conflictos.

Todos tenemos necesidad de respuestas adecuadas a nuestras interrogantes, a nuestras preguntas concretas. En Cristo, solo en Él, es posible encontrar la paz verdadera y el cumplimiento de toda humana aspiración. Jesús conoce el corazón del hombre como ningún otro. Por esto lo puede sanar, dándole vida y consolación.

Después de haber concluido el diálogo con los Apóstoles, Jesús se dirige a todos diciendo: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga» (v. 23). No se trata de una cruz ornamental, o ideológica, sino es la cruz de la vida, es la cruz del propio deber, la cruz del sacrificarse por los demás con amor – por los padres, por los hijos, por la familia, por los amigos, también por los enemigos –, la cruz de la disponibilidad a ser solidario con los pobres, a comprometerse por la justicia y la paz.

En el asumir esta actitud, estas cruces, siempre se pierde algo. No debemos olvidar jamás que «el que pierda su vida – por Cristo – la salvará» (v. 24). Es perder, para ganar. Y recordemos a tonos nuestros hermanos que todavía hoy ponen en práctica estas palabras de Jesús, ofreciendo su tiempo, su trabajo, sus fatigas e incluso su propia vida para no negar su fe a Cristo. Jesús, mediante su Santo Espíritu, nos dará la fuerza de ir adelante en el camino de la fe y del testimonio: hacer aquello en lo cual creemos; no decir una cosa y hacer otra. Y en este camino siempre está cerca de nosotros y nos precede la Virgen: dejémonos tomar de la mano por ella, cuando atravesamos los momentos más oscuros y difíciles.

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa dijo:

Queridos hermanos y hermanas:
 
Ayer se celebró en la ciudad italiana de Foggia la beatificación de María Celeste Crostarosa, religiosa, fundadora de la Orden del Santísimo Redentor. Que la nueva Beata, con su ejemplo y su intercesión, nos ayude a configurar toda nuestra vida a Jesús nuestro Salvador.
 
Hoy, solemnidad de Pentecostés según el calendario juliano seguido por la Iglesia Ortodoxa, con la celebración de la Divina Liturgia inició en Creta el Concilio Panortodoxo. Unámonos a la oración de nuestros hermanos ortodoxos, invocando el Espíritu Santo para que asista con sus dones a los Patriarcas, los Arzobispos y los Obispos reunidos en Concilio. Y todos juntos recemos a la Virgen por todos nuestros hermanos ortodoxos. Dios de sal María...
 
Mañana se celebra la Jornada Mundial del Refugiado promovida por las Naciones Unidas. El tema de este año es ‘Con los refugiados. Nosotros estamos del lado de quienes están obligados a huir’. Los refugiados son personas como todas, pero a las cuales la guerra les ha quitado la casa, el trabajo, familiares, amigos. Sus historias y sus rostros nos llaman a renovar el compromiso por construir la paz en la justicia. Por esto queremos estar con ellos: encontrarlos, acogerlos, escucharlos, para convertirnos juntos en artesanos de paz según la voluntad de Dios.
 
Deseo a todos un buen domingo; y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta la vista.
 

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