REFLEXIÓN DIARIA DE LA PALABRA DE DIOS.
Viernes 09 de septiembre de 2016
ENTREGAR LA VIDA AL SERVICIO DEL EVANGELIO SE HACE POR AMOR.
Por Fray Nelson Medina, OP.
Entregar la vida al servicio del Evangelio se hace por amor pues está por encima del simple gusto y satisfacción que puede generar la realización de la misión.
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Primera Lectura: 1Corintios 9, 16-19. 22b-27
"Me he hecho todo a todos, para ganar a algunos"
Salmo responsorial: 83
"¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!"
Hasta el gorrión ha encontrado una casa; / la golondrina, un nido / donde colocar sus polluelos: / tus altares, Señor de los ejércitos, / Rey mío y Dios mío. R.
Porque el Señor es sol y escudo, / él da la gracia y la gloria; / el Señor no niega sus bienes / a los de conducta intachable. R.
"Me he hecho todo a todos, para ganar a algunos"
El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio. Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes. Ya sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio. Corred así: para ganar. Pero un atleta se impone toda clase de privaciones. Ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita. Por eso corro yo, pero no al azar; boxeo, pero no contra el aire; mis golpes van a mi cuerpo y lo tengo a mi servicio, no sea que, después de predicar a los otros, me descalifiquen a mí.
Salmo responsorial: 83
"¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!"
Mi alma se consume y anhela / los atrios del Señor, / mi corazón y mi carne / retozan por el Dios vivo. R.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa; / la golondrina, un nido / donde colocar sus polluelos: / tus altares, Señor de los ejércitos, / Rey mío y Dios mío. R.
Dichosos los que viven en tu casa, / alabándote siempre. / Dichosos los que encuentran en ti su fuerza / al preparar su peregrinación. R.
Porque el Señor es sol y escudo, / él da la gracia y la gloria; / el Señor no niega sus bienes / a los de conducta intachable. R.
Evangelio: Lucas 6, 39-42
¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?"
En aquel tiempo ponía Jesús a sus discípulos esta comparación: "¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Hermano, déjame que te saque la mota del ojo", sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano".
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