REFLEXIÓN DIARIA DEL EVANGELIO.
Jueves 15 de septiembre de 2016
"NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES"
La maternidad de María pasó por muchas pruebas, pero sin dudas, la más difícil fue estar allí al pie de la cruz y ver a su hijo morir y ser traspasado. Ciertamente cada clavo, la corona de espinas, la hiel con vinagre junto a los desprecios e insultos, le dolían también en su corazón de madre. Pero ella no se alejó, estuvo presente. Y allí asumió el cuidado del discípulo amado, que somos todos los que queremos seguir los pasos de su Hijo. Es por eso que aun hoy ella no nos abandona en nuestros dolores y en nuestras cruces. Al contrario, nos acompaña e intercede por nuestras intenciones. Paz y bien.
Por el Hno. Mariosvaldo Florentino, OFMCap.
"Junto a la cruz de Jesús estaba su madre." (Jn 19, 25)
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Primera Lectura: Hebreos 5, 7-9
"Aprendió a obedecer y se ha convertido en autor de salvación eterna"
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Salmo responsorial: 30
"Sálvame, Señor, por tu misericordia."
A ti, Señor, me acojo: / no quede yo nunca defraudado; / tú, que eres justo, ponme a salvo, / inclina tu oído hacia mí. R.
Ven aprisa a librarme, / sé la roca de mi refugio, / un baluarte donde me salve, / tú que eres mi roca y mi baluarte; / por tu nombre dirígeme y guíame. R.
Sácame de la red que me han tendido, / porque tú eres mi amparo. / A tus manos encomiendo mi espíritu: / tú, el Dios leal, me librarás. R.
Pero yo confío en ti, Señor, / te digo: "Tú eres mi Dios." / En tus manos están mis azares: / líbrame de los enemigos que me persiguen. R.
Qué bondad tan grande, Señor, / reservas para tus fieles, / y concedes a los que a ti se acogen / a la vista de todos. R.
Evangelio: Juan 19,25-27
Junto a la cruz de Jesús estaba su madre."
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo." Luego, dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre." Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
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