¿POR QUÉ JUZGAS A TU HERMANO?
LA MALEDICENCIA Y LA CRITICA
1. QUE
SON LA MALEDICENCIA Y LA CRÍTICA.
No pretendemos enumerar todos los posibles significados de estas palabras, por ello no recurrimos en este tratado, a la lengua clásica para buscar la etimología de ambos términos y tampoco se seguirá la evolución a través de los textos cristianos que van del Nuevo Testamento a los antiguos escritores eclesiásticos y los Padres de la Iglesia.
Se examinarán
únicamente los textos ascéticos
sobre la maledicencia y la
crítica.
Incluso este
esfuerzo no se llevará a cabo
a nivel científico, dado que
la finalidad de este libro
es otra.
Basilio el Grande,
en sus “Reglas Breves”
responde a esta pregunta "¿Qué
es la maledicencia?" y, tras
explicar cuanto está permitido
manifestar el pecado del hermano,
afirma "Con exclusión de
estos casos, todas las veces
que hables del otro, con el
fin de difamarlo o burlarte
de el, cae en el pecado de
maledicencia, incluso cuando
sea verdad lo que se afirma".
El Beato Antíoco
del Monasterio de S. Saba
( + 620 ) repite las mismas
palabras: "En ausencia del
hermano no se debe hablar
mal de el para difamarlo,
aunque digamos la verdad.
Esto seria maledicencia".
Un día preguntaron
al gran Padre espiritual Barnasufio
( + 540 ) "Si veo a alguien
cometiendo algún acto y se
lo cuento a los demás sin
criticar, sino solo mencionándolo,
¿cometo maledicencia en mi
mente, padre?" Y Bernasufio
respondió: "Si lo que te ha
movido a hablar ha sido la
animosidad, la antipatía o
la pasión, entonces es maledicencia.
Si lo haces sin ninguna pasión,
no es maledicencia y sucede
para que el mal no aumente
más".
Juan Clímaco,
en una obra dedicada totalmente
a la maledicencia, escribe
entre otras cosas: "La maledicencia
es fruto del odio; es como
una sutil enfermedad que vegeta
como una gran sanguijuela
en el cuerpo del amor. La
maledicencia es falso amor,
desaparición de la pureza,
suciedad y un peso para el
corazón".
Doroteo de Gaza
afirma: "Una cosa es decir
que uno ha hecho mal algo
y otra cosa es criticar. La
maledicencia es por ejemplo
decir que uno ha mentido,
se ha ofendido por algo, se
ha prostituido o algo parecido.
En pocas palabras, es hablar
mal de una persona revelando,
con mala intención, sus pecados.
La crítica es afirmar que
dicha persona es mentirosa,
irascible o inmoral. En estos
casos se critica la disposición
intima de su alma y su juzga
el comportamiento y la vida
del prójimo. Actuando así
se le condena como si realmente
fuese culpable".
La maledicencia
se da cuando movidos por motivos
impuros, comunicamos a otros
los errores del hermano, independientemente
del hecho de que el contenido
de las palabras sea verdadero
o falso. La crítica sin embargo,
se produce cuando manifestamos
a otros, o a nosotros mismos,
un juicio de condenación,
no en relación con la acción
del hermano sino con respecto
a su persona. Esta distinción
es importante, pero no debemos
olvidar que la maledicencia
y la crítica se consideran
pecados aunque se diferencien
en base al objeto que se refieran.
Por eso se tratarán conjuntamente
y se usarán a menudo como
sinónimas.
2. FORMAS DE MALEDICENCIA
Y CRÍTICA
Hay distintas formas de censurar o criticar; algunas inmediatas y evidentes,
otras indirectas y difícilmente
observables. Las primeras
son típicas de personas ignorantes
y desconocedoras del mal producido,
mientras que las segundas
son propias de hombres de
mundo y de los cristianos,
que saben que la maledicencia
y la crítica son contrarias
a las enseñanzas del Evangelio.
Al actuar así ofenden al prójimo,
sin que aparentemente tengan
esa intención.
Empecemos por
el segundo tipo de crítica,
el indirecto, cuyo ejemplo
típico es la unión del elogio
y la crítica. El Beato Talasio
( siglo VII aprox. ) afirma:
"Sucede a menudo que la crítica
al hermano esconde la envidia
enmascarada con el elogio".
Y con mayor claridad,
el Beato Marco el Eremita
( + 430 aprox. ) aunque parte
de otro punto de vista, sostiene
"El que elogia a su prójimo
y lo critica al mismo tiempo,
sufre de vanidad y envidia;
con los elogios se esfuerza
por esconder la envidia y
con la crítica se descubre
a si mismo."
Máximo el Confesor
va mas adelante y dice al
que une el elogio con la crítica,
aun de forma inconsciente.
"Cuando alabes habitualmente
a un hermano delante de otros,
estate atento a no falsear
tus alabanzas, encubriendo
inadvertidamente un hastío
hacia él y mezclando acusaciones
inconscientes a tus palabras".
Otro motivo de
la maledicencia es el que
tiene como motivo el amor.
Juan Clímaco dice: "He oído
calumniar a algunos y los
he reprendido. Para defenderse,
esos malvados me han respondido
que lo habían hecho impulsados
por el amor y la preocupación
hacia alguien. Les he contestado
que es mejor dejar de amar
de ese modo, para que no parezca
mendaz el salmo que dice "Haré
perecer al que calumnia en
secreto a su prójimo"
( Sal. 101,5 ) El que dice
que ama, que rece mas bien
en secreto y no critique a
nadie. De esa forma su amor
será agradable al Señor".
Otro tipo de
maledicencia puede nacer de
la corrección del que se ha
equivocado. Tal comportamiento
no ha sido aceptado jamás
por los Padres, porque no
han creído que un acto hecho
con mala intención pudiese
llevar a un buen resultado.
Por el contrario han enseñado
que dicha táctica solo puede
hacer mal".
Entre las sentencias
de los Padres del Desierto
se encuentra el siguiente
ejemplo "En un cenobio, un
hermano fue acusado de prostitución
y, afligido, se dirigió al
Abad Antonio. Sus hermanos
llegaron mas tarde, le reprendieron
con el propósito de corregirle,
utilizando mil observaciones,
pero el monje seguía diciendo
que era inocente. El Abad
Pafnuzio de Kefalá que estaba
presente en aquel momento,
dijo la siguiente parábola
"Una vez vi, desde la orilla
de un rió, a un hombre metido
en el fango hasta las rodillas.
Algunos que corrieron para
ayudarle, le hundieron hasta
el cuello" El Abad Antonio
elogio a Pafnuzio y los otros
padres entendieron su error
y pidieron perdón al monje
que había sido calumniado,
que volvió a su monasterio".
3. ¿POR QUE SOMOS IMPULSADOS
A LA MALEDICENCIA Y
LA CRÍTICA?
Se
ha visto que hay varias formas
de maledicencia y crítica
por que varios son sus móviles.
Entre estos, la envidia, es,
a menudo, la que se considera
como principal.
"Los demonios intentan por todos los medios
hacernos pecar y, cuando no
obtienen lo que quieren, nos
impulsan a criticar a los
que se equivocan. Al hacer
esto, infectan nuestra resistencia
a sus tentaciones. Has de
saber que la maledicencia
es la señal de los que guardan
rencor y de los que sufren
por celos: con alegría acusan
y critican las enseñanzas
o acciones del prójimo".
Junto a esta observación, debida a Juan Clímaco,
esta la Beato Nilo de Ancira
(+ final siglo IV) que dice:
"Algunos que parecen ignorados
a pesar de su devoción, buscan
la fama a través de la maldad
e, impulsados por la envidia
que otros le han infundido,
se esfuerzan en encontrar
pretextos para criticar a
los que son primeros en la
virtud".
Además de la envidia y el odio, otras causas
de maledicencia son: la superficialidad,
las habladurías, la costumbre
de contar chismes y la tendencia
de sobreestimarse a sí mismo,
que, según dicen los Padres,
es imposible de reconocer
a primera vista.
La excesiva valoración de uno mismo se presenta
de dos formas; en la mentalidad
farisaica o en la pretensión
de que los otros sigan al
que esta adelantado en la
virtud.
Caritone el Confesor dice con respecto a la
primera actitud "El móvil
se justifica por si mismo".
Y también "Evita, con todas
tus fuerzas, juzgar a tu hermano,
porque el juicio nace de un
alma llena de desprecio. El
que critica se comporta como
un fariseo, porque se presenta
como un santo para autojustificarse".
Con respecto a la segunda forma de sobreestimarse.
Doroteo de Gaza dice: "No
somos auténticos virtuosos
si tenemos la pretensión de
que nuestro prójimo nos imite.
Le inducimos a hacer o le
acusamos de no hacer una determinada
acción, en vez de desear para
nosotros el cumplimiento de
los mandamientos. ¡¡Debemos
acusarnos a nosotros mismos
y no a los demás!!
4. LAS CAUSAS DE LA MALEDICENCIA Y LA CRÍTICA
Buscar las causas de la maledicencia
y la crítica, con independencia
de los móviles que conducen
a ella, significa encontrar
el motivo profundo del pecado
en el hombre.
Todas las causas de la maledicencia (la parcialidad
y la pseudo seguridad de juicio
humano, la imposibilidad de
valorar objetivamente las
situaciones de los demás,
la ignorancia de los pensamientos
de Dios ) se pueden reducir
a cuatro raíces profundas
del mal: dos de naturaleza
gnóstica y dos de carácter
moral.
Las primeras aluden, en otras palabras, a
la concepción personal del
pecado, mientras que las otras
se refieren al sentimiento
que impulsa al hombre a pecar.
La cuarta causa de maledicencia,
que esta en la base del juicio
de los seglares hacia los
monjes, radica en la idea
de que el ejercicio espiritual
cambia no solo el carácter
de la persona, sino también
su naturaleza.
La primera causa de maledicencia parte de
la concepción, típicamente
agnóstica, de que toda acción
lleva en si misma la impronta
del mal o del bien. Si fuese
así, se podría controlar el
pecado o la virtud y juzgar
la moralidad del prójimo en
base a su comportamiento,
pero dicha concepción no es
en absoluto cristiana (a pesar
de que los cristianos estén
convencidos de ellos desde
hace mucho tiempo ), porque
no tiene en cuenta la intención,
que es fundamento de la moralidad.
Y cuando se habla de intención
no se debe pensar solo en
la de aquel que es juzgado,
sino también en la intención
del que juzga.
Según la enseñanza de los Padres, no es permitido
en base a las apariencias,
porque las vías de la perfección
son múltiples y diversas.
Dos ascetas pueden comportarse de forma totalmente
diferente ante un mismo acontecimiento
y seguir ambos la vía justa,
por mas que su profundo y
común criterio se resuma en
el dicho "por Dios".
"Abbá Antonio evitaba la compañía de los demás
hermanos y prefería la soledad
y el silencio. Un compañero
suyo Abbá Moisés, era, por
el contrario cordial y hospitalario.
Una vez un monje que había
visitado a los dos se asombro
de su comportamiento tan distinto,
y sintió la necesidad de hacer
algún comentario. Entonces
uno de los Padres, al oírlo,
oro a Dios diciendo. "¡Señor,
explícame por que el primero
se aleja del mundo por Tu
nombre y el segundo abraza
al mundo en Tu nombre". Y
he aquí que aparecieron dos
naves inmensas sobre el rio: un
una el Abbá Antonio y el Espíritu
de Dios navegaban tranquilos;
en la otra estaban Abbá Moisés
y los ángeles de Dios que
le nutrían de miel".
Sobre este tema se expresa también Doroteo
de Gaza: "Me acuerdo
que oí este relato: una nave
con cautivos a bordo hizo
escala en una ciudad. Vivía
en ella una mujer piadosa
que se alegro de tener noticia
de la llegada de la nave,
porque desde hacia tiempo
deseaba adquirir una muchacha
para educarla. Pensaba, en
efecto, que si la educaba
en base a sus propios principios
no aprendería la maldad de
este mundo. Subió a la embarcación
y adquirió una de las dos
muchachas que había. La segunda,
en cambio, fue comprada por
un cómico. ¡He aquí que misteriosos
son los designios de Dios¡
La mujer piadosa educará a
aquella joven en el temor
de Dios y en la practica de
las buenas obras, embebida
en los ejemplos de los monjes
y santificada por el perfumes
de los santos mandamientos
divinos. De la segunda criatura,
que toco en suerte al hombre
de teatro, el demonio hará
su propia criatura: ¿Qué otra
cosa le podría enseñar un
hombre de mundo, salvo perder
su alma?. Así como una se
ha encontrado en las manos
de Dios, también la otra se
ha encontrado en las manos
del diablo. ¿Cómo se puede
pretender que Dios exija lo
mismo de ambas? ¿Acaso seria
posible?. Supongamos que caen
las dos en el pecado de la
prostitución o en otro pecado
moral: ¿podemos decir, quizás,
que la culpa tiene idéntico
valor para ambas? La primera
ha crecido con la mirada puesta
en el Juicio Universal y en
el Reino de Dios; la segunda,
la infeliz, jamás ha oído
hablar de la bondad: por el
contrario, ha crecido entre
obscenidades y fechorías ¿Cómo
se puede pretender de las
dos un comportamiento idéntico?"
Simeón Metafrasto dice las mismas cosas en
un aforismo dedicado al pecado.
En la obra donde se recogen
varios escritos auténticos
de Basilio el Grande o atribuidos
a el, se afirma: "Los pecados
de los hombres o bien son
involuntarios o previenen
de una intención malvada.
Los primeros son juzgados
con tolerancia, los segundos
son castigados duramente.
Hay algunos que pecan porque
desde la infancia han sido
educados de forma errada,
pues han nacido de padres
injustos y crecido entre obscenidades
y acciones perversas. Otros
sin embargo han tenido muchas
ocasiones de progresar en
la virtud, porque han sido
educados con modestia o con
buenos consejos de sus padres
o justas enseñanzas de sus
maestros. Finalmente, otros
han frecuentado los Padres
espirituales y han practicado
el ayuno y educado su propia
alma. No obstante, si uno
de estos es arrastrado por
el pecado ¿ no es quizás justo
castigar duramente a dicho
culpable? El primero será
acusado de no haber utilizado
justamente las ocasiones salvíficas
que Dios a sembrado en la
mente de los hombres; el segundo
será culpado de haber traicionado
la ayuda recibida y de haber
caído en una vida disoluta
a causa de su negligencia".
En este punto es necesario advertir al lector
que, leyendo las “Reglas
Breves de Basilio el Grande”,
podríamos tener la impresión
de que el Padre dice sobre
este asunto lo contrario de
lo que ha afirmado en el párrafo
citado. Pero no se trata de
una contradicción, sino de
una profundización ulterior
del mismo problema.
En efecto, este gran obispo escribe en dicha
obra "La crítica a una persona
depende de la intención con
la que se comete el pecado
y del modo como lo ha hecho
¿ es acaso el pecado de un
hombre piadoso idéntico al
de un hombre indiferente?.
La diferencia entre ambos
es enorme. El hombre piadoso
precisamente por serlo, no
solo experimenta angustia,
sino que lucha por dar gracias
a Dios. Si ha caído, lo ha
hecho por eventualidad y sin
quererlo. El indiferente,
en cambio, no da importancia
a si mismo ni a Dios y, al
no ver ninguna diferencia
entre el pecado y el hacer
el esfuerzo de hacer el bien,
es culpable de grandes faltas,
como son el desprecio a Dios
y el no creer en El. De tal
modo que desprecia a Dios
y por eso peca, o bien rechaza
Su existencia y, aunque se
crea lo contrario, se daña
a si mismo por sus intenciones
malvadas".
Este texto se diferencia de los precedentes
en dos puntos: el hombre creyente
peca parcialmente si es arrastrado
por el mal, y el ateo se condena
por su responsabilidad personal
y no, como anteriormente,
por la mala educación recibida.
A propósito de las buenas acciones pensemos
en lo que dice el Señor: "De
igual modo vosotros, cuando
hayáis hecho todo lo que os
fue mandado, decid ¡¡Somos
siervos inútiles; hemos hecho
lo que debíamos hacer!!"
( Lc. 17,10 ).
A pesar de los progresos espirituales, cuesta
trabajo comprender las palabras
que S. Pablo dice de sí mismo:
"Es cierta y digna de ser
aceptada por todos esta afirmación:
Cristo Jesús vino al mundo
a salvar a los pecadores,
y el primero de ellos soy
yo" ( 1ª Tim. 1,15 ). Precisamente
el, que afirma que es el primero
de los pecadores, puede decir
que ha trabajado mas que todos
los otros apóstoles: "Por
la gracia de Dios soy lo que
soy, y la gracia de Dios no
ha sido estéril en mi. Antes
bien, e trabajado mas que
todos ellos. Pero no yo, sino
la gracia de Dios que esta
conmigo" ( 1ª Cor. 15,10 ).
La segunda causa de la maledicencia, en estrecha
relación con la primera, es
la visión “jurídica”
de la moral cristiana. Esta
crea la idea de que la enseñanza
cristiana es algo que viene
impuesto por Dios como modelo
de comportamiento y no como
sentido profundo de la vida.
El pecado se ve entonces como
violación y no como daño personal;
tanto es así que se llega
a la paradoja de que el creyente
mira al pecado con simpatía
y al pecador con celos.
Para analizar el problema mas a fondo, supongamos
que un conocido nuestro esta
gravemente enfermo o ha sufrido
un accidente. Si no somos
malvados, es natural que experimentemos
pena por el, tratemos de ayudarle
y demos gracias a Dios de
no estar en su lugar. ¿Por
qué, mostramos un comportamiento
totalmente distinto cuando
el mismo conocido se cubre
de una mancha moral?
¿Por qué en lugar de llorar,
nos llenamos de ira y sentimos
satisfacción? ¿Por qué,
en lugar de ayudarle le acusamos
y, en lugar de alabar a Dios
por no estar en su situación,
nos sentimos orgullosos de
nuestras virtudes? El motivo
es evidente: en primer caso
afirmamos que el accidente
a sido verdaderamente nocivo;
en el segundo caso, sin embargo,
no estamos seguros del todo
del daño producido por el
pecado y nos comportamos como
personas celosas.
Estas causas de maledicencia y crítica valen,
sobre todo, para el que se
inicia en la vida cristiana;
es decir, para las dos primeras
de las tres categorías de
creyentes ( los esclavos,
los súbditos y los hijos )
presentes en la subdivisión
de los Padres.
La tercera causa hay que buscarla según los
Padres, en el orgullo. Entre
los móviles de la maledicencia
y la crítica, ya mencionados,
esta también el dicho fariseísmo
“justifícate a ti mismo”
Es un móvil egoísta porque
separa al hombre de su semejante
y le pone fuera de la sociedad
en base al concepto de que
el hombre es autónomo y puede
existir y vivir sin la gracia
de Dios. El pecado original
se repite; la ruptura de la
relación del hombre con Dios
engendra la separación con
de sus semejantes. ¿
Que otra cosa seria, sino
ruptura con Dios, la pretensión
de vivir solos en la virtud?
Abbá Ammón ( + 396, aprox. ) afirma que es
odioso "considerarse a
sí mismo algo o afirmar ser
mejores que otros en la virtud".
Sobre el mismo tema, Evaglio Póntico ( + 345
aprox ) cuya influencia sobre
la espiritualidad monástica
es notable, escribe "Si el
hombre, antes que nada, no
se humilla, no podrá luchar.
Sin la humildad desprecia
la gracia de Dios y desprecia
al mismo tiempo también a
su prójimo, afirmando que
ha trabajado mas que él".
La cuarta causa de la maledicencia radica
en la falsa convicción de
que el ejercicio ascético
cambia no solo el carácter
de los monjes, sino también
su naturaleza; de modo que
todo el pecado, incluso el
mas pequeño, produce una mutación
natural en los monjes.
Sobre este tema un escritor anónimo dice:
"Debéis estar muy contentos
de vuestras relaciones con
los hombres del mundo. Porque
ellos no tienen experiencia
del ejercicio ascético y se
equivocan en el modo de criticar
a los monjes. Creen que
estos, puesto que han cambiado
su forma de vivir, han cambiado
no solo sus reglas sino, incluso
su misma naturaleza. Ellos
no consideran a los ascetas
como hombres que sufren por
sus propios males y
que los superan con la fuerza
del alma, sino que se creen
que se han librado de todos
los males que son propios
de la naturaleza de sus cuerpos.
Por tanto, como parten de
una posición falsa, apenas
ven a un hombre espiritual
salirse de la vía justa, se
transforman de admiradores
fanáticos en acusadores implacables,
y se lamentan de si mismos
por que le habían elogiado
en el pasado. Así como la
caída de un atleta arrastra
a su adversario, que le sigue,
así también los hombres apenas
ven caer a un asceta virtuoso
se mofan de el y le lanzan
las flechas de sus palabras.
No piensan que también ellos,
todos los días, son heridos
por las flechas del mal".
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