REFLEXIÓN DIARIA DEL EVANGELIO.
Viernes 22 de enero de 2016
"ESCUCHAR LA VOZ DE JESÚS PUEDE DARNOS PAZ"
La llamada de Dios es un misterio. Él llama a todos para trabajar en su Reino, pero pide a cada uno servicios diferentes. A unos invita a ser sacerdotes o consagrados, a otros predicadores o catequistas, a otros, a formar matrimonios y a colaborar en la sociedad civil. No sabemos cuál es el criterio de Dios para hacer estas llamadas diferenciadas pero sí sabemos que escuchar su voz y seguirlo en lo que él nos pide es lo mejor para nosotros mismos y, finalmente, es lo que puede darnos paz y hacernos verdaderamente felices. Paz y bien.
Por el Hno. Mariosvaldo Florentino, OFMCap.
"Jesús, mientras subía a la montaña, fue llamando a los que él quiso y se fueron con él.” Mc 3, 13.
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Primera Lectura: 1Samuel 24, 3-21
"No extenderé la mano contra él, porque es el ungido del Señor"
En aquellos días, Saúl, con tres mil soldados de todo Israel, marchó en busca de David y su gente hacia las Peñas de los Rebecos; llegó a unos apriscos de ovejas junto al camino, donde había una cueva, y entró a hacer sus necesidades. David y los suyos estaban en lo más hondo de la cueva, y le dijeron a David sus hombres: "Este es el día del que te dijo el Señor: "Yo te entrego tu enemigo. Haz con él lo que quieras"". Pero él les respondió: "¡Dios me libre de hacer eso a mi señor, el ungido del Señor, extender la mano contra él!" Y les prohibió enérgicamente echarse contra Saúl, pero él se levantó sin meter ruido y le cortó a Saúl el borde del manto, aunque más tarde le remordió la conciencia por haberle cortado a Saúl el borde del manto.
Cuando Saúl salió de la cueva y siguió su camino, David se levantó, salió de la cueva detrás de Saúl y le gritó: "¡Majestad!" Saúl se volvió a ver, y David se postró rostro en tierra rindiéndole vasallaje. Le dijo: "¿Por qué haces caso a lo que dice la gente, que David anda buscando tu ruina? Mira, lo estás viendo hoy con tus propios ojos: el Señor te había puesto en mi poder dentro de la cueva; me dijeron que te matara, pero te respeté y dije que no extendería la mano contra mi señor, porque eres el ungido del Señor. Padre mío, mira en mi mano el borde de tu manto: si te corté el borde del manto y no te maté, ya ves que mis manos no están manchadas de maldad, ni de traición, ni de ofensa contra ti, mientras que tú me acechas para matarme. Que el Señor sea nuestro juez. Y que él me vengue de ti; que mi mano no se alzará contra ti. Como dice el viejo refrán: "La maldad sale de los malos...", mi mano no se alzará contra ti. ¿Tras de quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién vas persiguiendo? ¡A un perro muerto, a una pulga! El Señor sea juez y sentencie nuestro pleito, vea y defienda mi causa, librándome de tu mano".
Cuando David terminó de decir esto a Saúl, Saúl exclamó: "Pero ¿es ésta tu voz, David, hijo mío?" Luego levantó la voz, llorando, mientras decía a David: "¡Tú eres inocente, y no yo! Porque tú me has pagado con bienes, y yo te he pagado con males; y hoy me has hecho el favor más grande, pues el Señor me entregó a ti y tú no me mataste. Porque si uno encuentra a su enemigo, ¿lo deja marchar por las buenas? ¡El Señor te pague lo que hoy has hecho conmigo! Ahora, mira, sé que tú serás rey y que el reino de Israel se consolidará en tu mano".
Salmo responsorial: 56
"Misericordia, Dios mío, misericordia..
Misericordia, Dios mío, misericordia, que mi alma se refugia en ti; me refugio a la sombra de tus alas, mientras pasa la calamidad. R.
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí. Desde el cielo me enviará la salvación, confundirá a los que ansían matarme, enviará su gracia y su lealtad. R.
Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria. Por tu bondad, que es más grande que los cielos; por tu fidelidad, que alcanza a las nubes. R.
Evangelio: Marcos 3, 13-19
"Llamó a los que quiso y los hizo sus compañeros."
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí. Desde el cielo me enviará la salvación, confundirá a los que ansían matarme, enviará su gracia y su lealtad. R.
Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria. Por tu bondad, que es más grande que los cielos; por tu fidelidad, que alcanza a las nubes. R.
Evangelio: Marcos 3, 13-19
En aquel tiempo, Jesús subió a la montaña, llamó a los que quiso, y se fueron con él. A doce los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios: Simón, a quien dio el sobrenombre de Pedro; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, a quienes dio el sobrenombre de Boanerges -Los Truenos-; Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, que lo entregó.
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