Reflexión diaria del evangelio.

Lecturas diarias de la liturgia, reflexiones diarias del Evangelio.

Reflexión diaria de la Palabra de Dios.

Lecturas diarias de la liturgia, reflexiones diarias de la Palabra de Dios.

El rezo diario del santo rosario

El Rezo diario del Santo Rosario y la meditación nos ayudan a contemplar los misterios de nuestra salvación.

Audiencia de los miércoles del Papa.

Durante la Audiencia General, el Papa dedica una catequesis sobre un tema en particular, después la resume en diferentes lenguas.

Mensaje del Papa previo al rezo del Angelus.

El Papa dirige su mensaje y reza el Ángelus con los fieles.

domingo, 31 de octubre de 2021

El Ángelus del Papa

PALABRAS PREVIAS AL ANGELUS

Domingo 31 de octubre de 2021. Al comentar el Evangelio de san Marcos propuesto por la liturgia de este 31° domingo del Tiempo Ordinario, el Papa Francisco dijo que “la Palabra del Señor no puede ser recibida como cualquier noticia: hay que repetirla, asumirla, custodiarla” y sugirió que esta noche, antes de ir a dormir, hagamos un examen de conciencia “para ver si hoy hemos amado al Señor y hemos dado un poco de bien a los que nos hemos encontrado".





Papa Francisco: «'Rumiar' la Palabra de Dios que no es cualquier noticia»

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la Liturgia de hoy, el Evangelio habla de un escriba que se acerca a Jesús y le pregunta: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» (Mc 12,28). Jesús contesta citando la Escritura y afirma que el primer mandamiento es amar a Dios; de este, como consecuencia natural, se deriva el segundo: amar al prójimo como a sí mismo (cf. vv. 29-31). Al oír esta respuesta, el escriba no solo reconoce que es justa, sino que al hacerlo, al reconocer que es justa, repite casi las mismas palabras pronunciadas por Jesús: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que […] amarle con todo el corazón, con todo la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios» (vv. 32-33).

Podemos preguntarnos, ¿por qué, al dar su asentimiento, el escriba siente la necesidad de repetir las mismas palabras de Jesús? Esta repetición es aún más sorprendente si pensamos que estamos en el Evangelio de Marcos, que tiene un estilo muy conciso. ¿Qué sentido tiene esta repetición? Esta repetición es una enseñanza para todos nosotros que escuchamos. Porque la Palabra del Señor no puede ser recibida como cualquier noticia. La Palabra del Señor hay que repetirla, asumirla, custodiarla. La tradición monástica, de los monjes, utiliza un término audaz, pero muy concreto. Dice así: la Palabra de Dios ha de ser “rumiada”. “Rumiar” la Palabra de Dios. Podemos decir que es tan nutritiva que debe llegar a todos los ámbitos de la vida: implicar, como dice Jesús hoy, todo el corazón, toda el alma, toda la inteligencia, todas las fuerzas (cf. v. 30). La Palabra de Dios debe resonar, retumbar, ser un eco dentro de nosotros. Cuando existe este eco interior que se repite, significa que el Señor habita nuestro corazón. Y nos dice, como a aquel buen escriba del Evangelio: «Non estás lejos del Reino de Dios » (v. 34).

Queridos hermanos y hermanas, el Señor busca no tanto hábiles comentaristas de las Escrituras, busca corazones dóciles que, acogiendo su Palabra, se dejan transformar dentro. Por esto es tan importante familiarizar con el Evangelio, tenerlo siempre al alcance de la mano —incluso un pequeño Evangelio en el bolsillo, en el bolso— para leerlo y releerlo, apasionarse. Cuando lo hacemos, Jesús, Palabra del Padre, entra en nuestro corazón, se vuelve íntimo y nosotros damos frutos en Él. Tomemos como ejemplo el Evangelio de hoy: no es suficiente leerlo y comprender que hay que amar a Dios y al prójimo. Es necesario que este mandamiento, que es el “gran mandamiento”, resuene en nosotros, sea asimilado, se convierta en voz de nuestra conciencia. Entonces no se queda en letra muerta, en el cajón del corazón, porque el Espíritu Santo hace brotar en nosotros la semilla de esa Palabra. Y la Palabra de Dios actúa, siempre está en movimiento, es viva y eficaz (cf. Hb 4,12). Así cada uno de nosotros puede convertirse en una “traducción” viva, diferente y original. No una repetición, sino una “traducción” viva, diferente y original, de la única Palabra de amor que Dios nos dona. Esto, por ejemplo, lo vemos en la vida de los santos: ninguno es igual al otro, todos son diferentes, pero todos con la misma Palabra de Dios.

Tomemos hoy ejemplo de este escriba. Repitamos las palabras de Jesús, hagámoslas resonar en nosotros: “Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas y al prójimo como a mí mismo". Y preguntémonos: ¿orienta realmente mi vida este mandamiento? ¿Se refleja este mandamiento en mi vida diaria? Nos hará bien esta noche, antes de dormirnos, hacer el examen de conciencia sobre esta Palabra, para ver si hoy hemos amado al Señor y hemos dado un poco de bien a los que nos hemos encontrado. Que cada encuentro sea dar un poco de bien, un poco de amor, que viene de esta Palabra. Que la Virgen María, en quien se hizo carne el Verbo de Dios, nos enseñe a acoger en nuestro corazón las palabras vivas del Evangelio.

ORACIÓN DEL ÁNGELUS:

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ. 
Et concépit de Spíritu Sancto. 
Ave Maria… 

Ecce ancílla Dómini. 
Fiat mihi secúndum verbum tuum. 
Ave Maria… 

Et Verbum caro factum est. 
Et habitávit in nobis. 
Ave Maria… 

Ora pro nobis, sancta Dei génetrix. 
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi. 

Orémus. 
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine, 
méntibus nostris infunde; 
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum. 
Amen. 

Gloria Patri… (ter) 
Requiem aeternam… 

Benedictio Apostolica seu Papalis 

Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo. 
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus, 
Pater, et Fi lius, et Spiritus Sanctus. 

Amen. 

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas: 

En varias partes de Vietnam, las lluvias intensas y prolongadas de las últimas semanas han causado grandes inundaciones, con miles de evacuados. Mi oración y mi pensamiento se dirigen a las muchas familias que sufren, junto con mi aliento a quienes, autoridades del país e Iglesia local, están trabajando para responder a la emergencia. Y también estoy cerca de las poblaciones de Sicilia afectadas por el mal tiempo. 

También pienso en la población de Haití, que vive en condiciones extremas. Les pido a los líderes de las naciones que apoyen a este país, que no lo dejen solo. Y vosotros, al regresar a casa, buscad noticias sobre Haití y rezad, rezad mucho. Estaba viendo en el programa “A Sua Immagine”, el testimonio de un misionero camiliano en Haití, el Padre Massimo Miraglio, las cosas que decía... cuánto sufrimiento, cuánto dolor hay en esta tierra, y cuánto mucho abandono. ¡No los abandonemos!

Ayer en Tortosa, España, fueron beatificados Francisco Sojo López, Millán Garde Serrano, Manuel Galcerá Videllet y Aquilino Pastor Cambero, sacerdotes de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Corazón de Jesús, todos asesinados por odio a la fe. Pastores celosos y generosos, durante la persecución religiosa de los años treinta se mantuvieron fieles al ministerio incluso a riesgo de sus vidas. Que su testimonio sea un modelo especialmente para los sacerdotes. ¡Un aplauso a estos nuevos beatos! 

Hoy en Glasgow, Escocia, comienza la cumbre de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP26. Oremos para que se escuche el grito de la tierra y el grito de los pobres; para que este encuentro pueda dar respuestas efectivas ofreciendo esperanzas concretas a las generaciones futuras. En este contexto, se inaugura hoy en la Plaza de San Pedro la exposición fotográfica Laudato si', obra de un joven fotógrafo de Bangladesh. Id a verla. 

Os saludo a todos vosotros, fieles de Roma y peregrinos de varios países, en particular a los procedentes de Costa Rica. Saludo a los grupos de Reggio Emilia y Cosenza; a los muchachos de la Profesión de Fe de Bareggio, Canegrate y San Giorgio su Legnano; así como a la Asociación Serra International Italia, a la que agradezco su compromiso a favor de las vocaciones sacerdotales. Y a los muchachos de la Inmaculada. 

Os deseo a todos un feliz domingo. Y por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto! 



 

miércoles, 27 de octubre de 2021

Audiencia del Papa

AUDIENCIA DE LOS MIÉRCOLES DEL PAPA FRANCISCO

Miércoles 27/10/2021. Durante la audiencia general el Papa reflexionó sobre la exhortación de San Pablo a los gálatas. El apóstol les dice que deben “identificarse” con Jesús en la cruz. Dijo que eso es lo que permite recibir el don del Espíritu Santo, que facilita alcanzar los dones que enumera San Pablo: “amor, gracia, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad, dominio de sí”.

El Papa sugirió hacer el “pequeño ejercicio” de releer la lista de los frutos del Espíritu Santo y ver “si se corresponden con la propia existencia”.. (RESUMEN EN ESPAÑOL)

RESUMEN EN ESPAÑOL DE LA CATEQUESIS DEL PAPA



El Papa Francisco en la Audiencia General:

«Los animo a hacer este pequeño ejercicio, relean la lista de los frutos del Espíritu Santo que encontramos en Gálatas 5, 22-23. Vean si se corresponden con la propia existencia».

Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis reflexionamos sobre la centralidad en la predicación de Pablo del misterio de Cristo, de su muerte y resurrección. El Apóstol exhorta a los gálatas a no perder de vista a Jesús en la cruz y a que esta imagen se haga vida en ellos, hasta identificarse con Él. Es un llamado que nosotros debemos acoger, abrazando la cruz de Cristo, y adorándolo en la Eucaristía, donde lo contemplamos muerto y resucitado, entregado por nosotros para darnos la vida verdadera.

En esa oración, recibiremos el mismo don que Jesús entregó en la cruz: el Espíritu Santo. Él, que trasforma los corazones y guía a la Iglesia, renovará nuestra comunidad. Nos dará la fuerza para combatir el mal, es decir, todas esas obras que nos impiden ser de Dios y nos dejan en la mundanidad de nuestros deseos, esclavos de nuestro egoísmo, y nos concederá unos frutos generosos de amor, gracia, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad, dominio de sí. 

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a hacer este pequeño ejercicio, relean la lista de los frutos del Espíritu Santo que encontramos en Gálatas 5, 22-23. Vean si se corresponden con la propia existencia, es decir, si nuestra vida se ha dejado configurar con Cristo, al que contemplamos muerto y resucitado, en la imagen de la cruz y en el misterio de la Eucaristía; si se ha dejado trasformar por el Espíritu para ser ella misma eucaristía, don y acción de gracias, para gloria de Dios y salvación de las almas. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias. 

TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA



Catequesis del Papa Francisco: «Preguntémonos: ¿Qué ocurre cuando nos encontramos con Jesús Crucificado en la oración?» 
 
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La predicación de san Pablo gira en torno a Jesús y su Misterio Pascual. El Apóstol, de hecho, se presenta como heraldo de Cristo, y de Cristo crucificado (cf. 1 Cor 2,2). A los gálatas, tentados de basar su religiosidad en la observancia de preceptos y tradiciones, les recuerda el centro de la salvación y de la fe: la muerte y la resurrección del Señor. Lo hace poniendo ante ellos el realismo de la cruz de Jesús. Escribe así: «¿Quién os fascinó a vosotros, a cuyos ojos fue presentado Jesucristo crucificado?» (Gál 3,1). ¿Quién os ha fascinado para alejaros de Cristo Crucificado? Es un momento feo de los Gálatas….

Incluso hoy en día, muchos buscan la certeza religiosa antes que al Dios vivo y verdadero, centrándose en rituales y preceptos en lugar de abrazar al Dios del amor con todo su ser. Y esta es la tentación de los nuevos fundamentalistas, de aquellos a quienes les parece que el camino a recorrer dé miedo y no van hacia adelante sino hacia atrás porque se sienten más seguros: buscan la seguridad de Dios y no al Dios de la seguridad. Por eso Pablo pide a los gálatas que vuelvan a lo esencial, a Dios que nos da la vida en Cristo crucificado. Da testimonio de ello en primera persona: «Con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gál 2, 20). Y hacia el final de la Carta, afirma: «En cuanto a mí ¡Dios me libre gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo!» (6,14).

Si nosotros perdemos el hilo de la vida espiritual, si mil problemas y pensamientos nos acosan, hagamos nuestros los consejos de Pablo: pongámonos ante Cristo Crucificado, partamos de nuevo de Él. Tomemos el Crucifijo entre las manos, apretémoslo sobre el corazón. O detengámonos en adoración ante la Eucaristía, donde Jesús es el Pan partido por nosotros, el Crucificado resucitado, el poder de Dios que derrama su amor en nuestros corazones.

Y ahora, de nuevo guiados por san Pablo, demos un paso más. Preguntémonos: ¿Qué ocurre cuando nos encontramos con Jesús Crucificado en la oración? Lo que sucede es lo que ocurrió bajo la Cruz: Jesús entrega el Espíritu (cf. Jn 19,30), es decir, da su propia vida. Y el Espíritu, que brota de la Pascua de Jesús, es el principio de la vida espiritual. Es Él quien cambia el corazón: no nuestras obras. Es Él el que cambia el corazón, no las cosas que nosotros hacemos, sino que la acción del Espíritu Santo en nosotros cambia el corazón. Es Él quien guía a la Iglesia, y nosotros estamos llamados a obedecer su acción, que extiende dónde y cómo quiere. Además, fue precisamente la constatación de que el Espíritu Santo descendía sobre todos y que su gracia actuaba sin exclusión lo que convenció, incluso a los más reacios, de que el Evangelio de Jesús estaba destinado a todos y no a unos pocos privilegiados. Y aquellos que buscan la seguridad, el pequeño grupo, las cosas claras como entonces, se alejan del Espíritu, no dejan que la libertad del Espíritu entre en ellos. Así, la vida de la comunidad se regenera en el Espíritu Santo; y es siempre gracias a Él que alimentamos nuestra vida cristiana y llevamos adelante nuestra lucha espiritual.

Precisamente el combate espiritual es otra gran enseñanza de la Carta a los Gálatas. El Apóstol presenta dos frentes opuestos: por un lado las «obras de la carne», por otro el «fruto del Espíritu». ¿Qué son las obras de la carne? Son comportamientos contrarios al Espíritu de Dios. El Apóstol las llama obras de la carne no porque haya algo malo o incorrecto en nuestra carne humana; por el contrario, hemos visto cómo insiste en el realismo de la carne humana llevada por Cristo en la cruz. Carne es una palabra que indica al hombre en su dimensión terrenal, cerrado en sí mismo, en una vida horizontal, donde se siguen los instintos mundanos y se cierra la puerta al Espíritu, que nos eleva y nos abre a Dios y a los demás. Pero la carne también nos recuerda que todo esto envejece, que todo esto pasa, se pudre, mientras que el Espíritu da vida. Pablo enumera, por lo tanto, las obras de la carne, que se refieren al uso egoísta de la sexualidad, a las prácticas mágicas que son idolatría y a lo que socava las relaciones interpersonales, como «discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias…» (cf. Gál 5,19-21). Todo esto es el fruto —digámoslo así— de la carne, de un comportamiento solamente humano, “enfermizamente” humano. Porque lo humano tiene sus valores, pero todo esto es “enfermizamente” humano. 

El fruto del Espíritu, en cambio, es «amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Gál 5,22): así lo dice Pablo. Los cristianos, que en el bautismo se han «revestido de Cristo» (Gál 3,27), están llamados a vivir así. Puede ser un buen ejercicio espiritual, por ejemplo, leer la lista de san Pablo y mirar la propia conducta, para ver si se corresponde, si nuestra vida es realmente según el Espíritu Santo, si lleva estos frutos. ¿Mi vida produce estos frutos de amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí? Por ejemplo, los tres primeros enumerados son el amor, la paz y la alegría: aquí se reconoce a una persona habitada por el Espíritu Santo. Una persona que está en paz, que está alegre y que ama: con estas tres pistas se ve la acción del Espíritu.

Esta enseñanza del Apóstol supone también un gran reto para nuestras comunidades. A veces, quienes se acercan a la Iglesia tienen la impresión de encontrarse ante una densa masa de mandatos y preceptos: pero no, esto no es la Iglesia. Esto puede ser cualquier asociación. Pero, en realidad, no se puede captar la belleza de la fe en Jesucristo partiendo de demasiados mandamientos y de una visión moral que, desarrollándose en muchas corrientes, puede hacernos olvidar la fecundidad original del amor, nutrido de oración que da la paz y de testimonio alegre. Del mismo modo, la vida del Espíritu expresada en los sacramentos no puede ser sofocada por una burocracia que impida el acceso a la gracia del Espíritu, autor de la conversión del corazón. Y cuántas veces, nosotros mismos, sacerdotes u obispos, ponemos tanta burocracia para dar un Sacramento, para acoger a la gente, que en consecuencia dice: “No, esto no me gusta” y se va, y no ve en nosotros, muchas veces, la fuerza del Espíritu que regenera, que nos hace nuevos. Por lo tanto, tenemos la gran responsabilidad de anunciar a Cristo crucificado y resucitado, animados por el soplo del Espíritu de amor. Porque sólo este Amor tiene el poder de atraer y cambiar el corazón del hombre. 




 

domingo, 24 de octubre de 2021

El Ángelus del Papa

PALABRAS PREVIAS AL ANGELUS

Domingo 24 de octubre de 2021. A la hora del rezo del Ángelus dominical, el Papa Francisco alentó a los fieles y peregrinos a seguir el ejemplo de oración valiente e insistente del ciego Bartimeo, a quien Jesús devuelve la vista cuando estaba saliendo de Jericó. El Santo Padre invitó a todos a rezar a Dios como lo hizo este hombre ciego de tanta fe, repitiendo sus palabras “Hijo de David, Jesús, ¡ten compasión de mí!”; y también a preguntarnos con sinceridad ¿cómo es nuestra oración?





Papa Francisco: «Pidamos todo a Jesús rezando con la fe del ciego Bartimeo»

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia de hoy narra de Jesús que, saliendo de Jericó, devuelve la vista a Bartimeo, un ciego que mendiga a lo largo del camino (cfr Mc 10,46-52). Es un encuentro importante, el ultimo antes de la entrada del Señor en Jerusalén para Pascua. Bartimeo había perdido la vista, pero no la voz. De hecho, cuando siente que Jesús va a pasar, comienza a gritar: «Hijo de David, Jesús, ¡ten compasión de mi!» (v. 47). Y grita. Grita esto. Los discípulos y la multitud molestos por sus gritos trataron de hacerlo callar. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mi!» (v. 48). Jesús escucha y se detiene de inmediato. Dios escucha siempre el grito del pobre, y no se molesta en absoluto por la voz de Bartimeo, es más, constata que está llena de fe, una fe que no teme en insistir, en llamar al corazón de Dios, a pesar de las incomprensiones y las reprimendas. Y aquí se encuentra la raíz del milagro. De hecho, Jesús le dice: «Tu fe te ha salvado» (v. 52).

La fe de Bartimeo trasluce de su oración. No es una oración tímida y convencional. Ante todo, llama al Señor “Hijo de David”: ósea lo reconoce Mesías, Rey que viene al mundo. Después lo llama por su nombre, con confianza: “Jesús”. No tiene miedo de El, no se distancia. Y así, desde el corazón, grita a Dios amigo todo su drama: “ten compasión de mi”. ¡Solo esa oración “ten compasión de mi!” No le pide una dádiva como hace con los viandantes. No. A Aquel que puede todo, pide todo. A la gente pide unos centavos, a Jesús que puede todo, pide todo. “Ten compasión de mi, ten compasión de todo aquello que soy”. No pide una gracia, sino que se presenta a si mismo: pide misericordia para su persona, para su vida. No es una simple petición, pero es muy bella, porque invoca a la piedad, ósea a la compasión, a la misericordia de Dios, a su ternura.

Bartimeo no usa muchas palabras. Dice lo esencial y se confía en el amor de Dios, que puede hacer volver a florecer su vida cumpliendo aquello que es imposible a los hombres. Por esto no pide al Señor una limosna, sino manifiesta todo, su ceguera y su sufrimiento, que iba más allá del no poder ver. La ceguera era la punta del iceberg, pero en su corazón había otras heridas, humillaciones, sueños rotos, errores, remordimientos. El rezaba con el corazón. ¿Y nosotros? Cuando pedimos una gracia a Dios, ¿también colocamos en nuestra oración nuestra propia historia, las heridas, las humillaciones, los sueños rotos, los errores, los remordimientos?

“Hijo de David, Jesús, ¡ten compasión de mi!”. Hoy hagamos nuestra esta oración. Y preguntémonos: “¿Cómo es mi oración?”. Cada uno de nosotros se pregunte: ¿cómo es mi oración? ¿Es valiente, tiene la insistencia buena de aquella de Bartimeo, sabe “aferrar” al Señor mientras pasa, o se conforma en hacerle un saludo formal de vez en cuando, cuando me acuerdo? Aquellas oraciones tibias que no sirven para nada. Y también: ¿mi oración es “sustanciosa”, descubre el corazón delante del Señor? ¿Le presento la historia y los rostros de mi vida? O es anémica, superficial, ¿hecha de rituales sin afecto y sin corazón? Cuando la fe es viva, la oración es sentida: no mendiga centavos, no se reduce a las necesidades del momento. A Jesús, que todo puede, se le pide todo. No se olviden de esto. A Jesús, que todo puede, se le pide todo, con mi insistencia ante El. El está impaciente en derramar su gracia y su alegría en nuestros corazones, pero lamentablemente somos nosotros los que mantenemos las distancias, quizás por timidez, flojera o incredulidad. Muchos de nosotros, cuando rezamos, no creemos que el Señor puede hacer el milagro. Me acuerdo de aquella historia -que he visto- de aquel papá al que los médicos habían dicho que su hija de nueve años no iba a pasar de la noche; estaba en el hospital. Tomó un autobús y viajó setenta kilómetros hasta el santuario de la Virgen. Estaba cerrado, y aferrado a las rejas, pasó toda la noche rezando: ¡Señor sálvala! ¡Señor, dale la vida!”. Rezaba a la Virgen, toda la noche gritando a Dios, gritando desde el corazón. Luego, por la mañana, cuando regresó al hospital, encontró a su esposa llorando. Y pensó “ha muerto”. Y la esposa le dice: “es incomprensible, no se entiende, los médicos dicen que es algo extraño, parece curada”. El grito de aquel hombre, que pedía todo, fue escuchado por el Señor que le había dado todo. Esto no es un cuento: lo he visto yo, en la otra diócesis. ¿Tenemos esta valentía en la oración? Pidamos todo a Aquel que puede darnos todo, como hizo Bartimeo, que es un gran maestro, un gran maestro de oración.

Que Bartimeo nos sirva como ejemplo con su fe concreta, insistente y valiente. Y que Nuestra Señora, Virgen orante, nos haga dirigirnos a Dios con todo el corazón, con la confianza que El escucha atentamente toda oración. 

ORACIÓN DEL ÁNGELUS:

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ. 
Et concépit de Spíritu Sancto. 
Ave Maria… 

Ecce ancílla Dómini. 
Fiat mihi secúndum verbum tuum. 
Ave Maria… 

Et Verbum caro factum est. 
Et habitávit in nobis. 
Ave Maria… 

Ora pro nobis, sancta Dei génetrix. 
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi. 

Orémus. 
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine, 
méntibus nostris infunde; 
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum. 
Amen. 

Gloria Patri… (ter) 
Requiem aeternam… 

Benedictio Apostolica seu Papalis 

Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo. 
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus, 
Pater, et Fi lius, et Spiritus Sanctus. 

Amen. 

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas: 

expreso mi cercanía a los miles de migrantes, refugiados y demás necesitados de protección en Libia: jamás los olvido; siento sus gritos y rezo por ustedes. Muchos de estos hombres, mujeres y niños son sometidos a una violencia inhumana. Nuevamente pido a la comunidad internacional mantener las promesas de buscar soluciones comunes, concretas y duraderas para la gestión de los flujos migratorios en Libia y en todo el Mediterráneo. ¡Cómo sufren aquellos que son rechazados! Allí hay verdaderos campos de concentración. Es necesario terminar con el hacer regresar de los migrantes a Países inseguros y dar prioridad al socorro de vidas humanas en altamar con dispositivos de salvataje y de desembarco previsible, garantizarles condiciones de vida dignas, alternativas a la detención, vías regulares de migración y acceso a los procedimientos de asilo. Sintámonos todos responsables de estos nuestros hermanos y hermanas, que hace demasiados años son victimas de esta situación gravísima. Recemos juntos en silencio por ellos. 

Ayer en Brescia ha sido beatificada sor Lucia de la Inmaculada, religiosa de las Siervas de la Caridad. Mujer mansa y acogedora, murió en 1954 a los 45 años, luego de una vida gastada en el servicio al prójimo también cuando la enfermedad le había debilitado el cuerpo, pero no el espíritu. Y hoy en Rimini es beatificada la joven Sandra Sabattini, estudiante de medicina, desaparecida a solo 22 años a causa de un accidente automovilístico. Joven alegre, animada por una gran caridad y por la oración cotidiana, se dedicó con entusiasmo al servicio de los mas débiles en el surco del carisma del Siervo de Dios Don Oreste Benzi. Un aplauso para las dos beatas. ¡Todos juntos!

Hoy, Jornada Misionera Mundial, miramos a estas dos nuevas Beatas como testimonios que han anunciado el Evangelio con su vida. Y con agradecimiento dirijo mi saludo a tantos misioneros y misioneras – sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos – que en primera línea gastan sus energías en el servicio de la Iglesia, pagando en primera persona – a veces a caro precio – su testimonio. Y lo hacen no por proselitismo, sino para testimoniar el Evangelio en su vida en los lugares que no conocen a Jesús. ¡Muchas gracias a los misioneros! ¡También para ellos un gran aplauso! Saludo también a los seminaristas del Colegio Urbano. 

Y saludo a todos, queridos romanos y peregrinos de varios Países. ¡En particular, saludo a la comunidad peruana – tantas banderas del Perú! - que celebra la fiesta del Señor de los Milagros. También el Pesebre de este año será de la comunidad peruana. Saludo además a la comunidad filipina de Roma; saludo al Centro Académico Romano Fundación (España); a las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús reunidas en Capítulo y al grupo de la Comunidad de Emanuel. Saludo también a los participantes en la “maratón” de Treviso a Roma y a aquellos que hacen el “Camino” de la Sacra di San Michele hasta Monte Sant’Angelo; a la peregrinación ciclística en recuerdo de San Luigi Guanella; saludo a los fieles de Palmi, de Asola y San Cataldo. Y envío un saludo especial a los participantes en la Semana Social de los Católicos Italianos, reunidos en Taranto con el tema “El Planeta que esperamos”. 

Deseo a todos un buen domingo. El clima es hermoso. y por favor, no se olviden de rezar por mi. ¡Buen almuerzo y hasta pronto! 



 

miércoles, 20 de octubre de 2021

Audiencia del Papa

AUDIENCIA DE LOS MIÉRCOLES DEL PAPA FRANCISCO

Miércoles 20/10/2021. Francisco explicó qué es la libertad para un cristiano. Dijo que no consiste en hacer lo que “me gusta” si esto significa dejarse dominar por “el instinto, las pulsiones y los deseos egoístas”. Dijo que “esa es una libertad vacía, que nos deja vacíos por dentro”.

El Papa explicó que la verdadera libertad “está guiada por el amor y se expresa en el servicio a los demás”. (RESUMEN EN ESPAÑOL)

RESUMEN EN ESPAÑOL DE LA CATEQUESIS DEL PAPA



El Papa Francisco en la Audiencia General:

Explica por qué «El amor nos hace libres».

Queridos hermanos y hermanas:

Seguimos profundizando en el concepto de libertad que san Pablo ofrece a los gálatas. La “vida nueva” en Cristo es una llamada a la libertad, pero, ¿cómo se expresa esta libertad? 

El Apóstol presenta dos ideas contrapuestas. Por un lado, una falsa concepción de la libertad, que considera que “todo es lícito”, que vive según el instinto, las pulsiones y los deseos egoístas, siguiendo los criterios del “me gusta” o “no me gusta”. Esa es una libertad vacía, que nos deja vacíos por dentro.

Por el contrario, la verdadera libertad —la libertad en Cristo— no busca el propio interés, sino que está guiada por el amor y se expresa en el servicio a los demás. Somos verdaderamente libres cuando amamos y servimos gratuitamente a quienes nos rodean, de modo particular a los pobres. El amor nos hace libres, nos lleva a elegir y obrar el bien, nos mueve a servir. Por otra parte, no olvidemos que la caridad tiene una dimensión social, es decir, que no deja a nadie al margen, sino que busca el bien de todos. 

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Veo que allí están las Ministras de los Enfermos, las hijas de la Madre Torres Acosta. Estas monjitas se pasan las noches cuidando enfermos y duermen un rato de día. Son un ejemplo de lo que es servicio hasta el fin, con abnegación de sí mismas. Sigan por ese camino. Gracias por lo que hacen. Pidamos a Jesús —modelo de caridad y servidor de todos— que nos libere de nuestras esclavitudes y nos ayude a ser auténticamente libres, impulsándonos a amar con gestos concretos de misericordia y caridad. Que Dios los bendiga. Muchas gracias. 

TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA



Catequesis del Papa Francisco: «Nuestra libertad nace del amor de Dios y crece en la caridad, no busca el propio interés, y se expresa en el servicio a los demás.» 
 
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En estos días estamos hablando de la libertad de la fe, escuchando la Carta a los Gálatas. Pero me ha venido a la mente lo que Jesús decía sobre la espontaneidad y la libertad de los niños, cuando este niño ha tenido la libertad de acercarse y moverse como si estuviera en su casa... Y Jesús nos dice: “También vosotros, si no hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos”. La valentía de acercarse al Señor, de estar abiertos al Señor, de no tener miedo del Señor: yo doy las gracias a este niño por la lección que nos ha dado a todos nosotros. Y que el Señor lo ayude en su limitación, en su crecimiento porque ha dado este testimonio que le ha venido del corazón. Los niños no tienen un traductor automático del corazón a la vida: el corazón va adelante.

El apóstol Pablo, con su Carta a los Gálatas, poco a poco nos introduce en la gran novedad de la fe, lentamente. Es realmente una gran novedad, porque no renueva solo algún aspecto de la vida, sino que nos lleva dentro de esa “vida nueva” que hemos recibido con el Bautismo. Allí se ha derramado sobre nosotros el don más grande, el de ser hijos de Dios. Renacidos en Cristo, hemos pasado de una religiosidad hecha de preceptos a la fe viva, que tiene su centro en la comunión con Dios y con los hermanos, es decir, en la caridad. Hemos pasado de la esclavitud del miedo y del pecado a la libertad de los hijos de Dios. Otra vez la palabra libertad.

Hoy trataremos de entender mejor cuál es para el apóstol el corazón de esta libertad. Pablo afirma que la libertad está lejos de ser «un pretexto para la carne» (Gal 5,13): la libertad no es un vivir libertino, según la carne o según el instinto, los deseos individuales y los propios impulsos egoístas; al contrario, la libertad de Jesús nos conduce a estar —escribe el apóstol— «al servicio los unos de los otros» (ibid.). ¿Pero esto es esclavitud? Pues sí, la libertad en Cristo tiene alguna “esclavitud”, alguna dimensión que nos lleva al servicio, a vivir para los otros. La verdadera libertad, en otras palabras, se expresa plenamente en la caridad. Una vez más nos encontramos delante de la paradoja del Evangelio: somos libres en el servir, no en el hacer lo que queremos. Somos libres en el servir, y ahí viene la libertad; nos encontramos plenamente en la medida en que nos donamos. Nos encontramos plenamente a nosotros en la medida en que nos donamos, tenemos la valentía de donarnos; poseemos la vida si la perdemos (cfr. Mc 8,35). Esto es Evangelio puro.

¿Pero cómo se explica esta paradoja? La respuesta del apóstol es tan sencilla como comprometedora: «mediante el amor» (Gal 5,13). No hay libertad sin amor. La libertad egoísta del hacer lo que quiero no es libertad, porque vuelve sobre sí misma, no es fecunda. Es el amor de Cristo que nos ha liberado y también es el amor que nos libera de la peor esclavitud, la del nuestro yo; por eso la libertad crece con el amor. Pero atención: no con el amor intimístico, con el amor de telenovela, no con la pasión que busca simplemente lo que nos apetece y nos gusta, sino con el amor que vemos en Cristo, la caridad: este es el amor verdaderamente libre y liberador. Es el amor que brilla en el servicio gratuito, modelado sobre el de Jesús, que lava los pies a sus discípulos y dice: «Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros» (Jn 13,15). Servir los unos a los otros.

¿Pero cómo se explica esta paradoja? La respuesta del apóstol es tan sencilla como comprometedora: «mediante el amor» (Gal 5,13). No hay libertad sin amor. La libertad egoísta del hacer lo que quiero no es libertad, porque vuelve sobre sí misma, no es fecunda. Es el amor de Cristo que nos ha liberado y también es el amor que nos libera de la peor esclavitud, la del nuestro yo; por eso la libertad crece con el amor. Pero atención: no con el amor intimístico, con el amor de telenovela, no con la pasión que busca simplemente lo que nos apetece y nos gusta, sino con el amor que vemos en Cristo, la caridad: este es el amor verdaderamente libre y liberador. Es el amor que brilla en el servicio gratuito, modelado sobre el de Jesús, que lava los pies a sus discípulos y dice: «Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros» (Jn 13,15). Servir los unos a los otros. 

Para Pablo la libertad no es “hacer lo que me apetece y me gusta”. Este tipo de libertad, sin un fin y sin referencias, sería una libertad vacía, una libertad de circo: no funciona. Y de hecho deja el vacío dentro: cuántas veces, después de haber seguido solo el instinto, nos damos cuenta de quedar con un gran vacío dentro y haber usado mal el tesoro de nuestra libertad, la belleza de poder elegir el verdadero bien para nosotros y para los otros. Solo esta libertad es plena, concreta, y nos inserta en la vida real de cada día. La verdadera libertad nos libera siempre, sin embargo cuando buscamos esa libertad de “lo que me gusta y no me gusta”, al final permanecemos vacíos.

En otra carta, la primera a los Corintios, el apóstol responde a quien sostiene una idea equivocada de libertad. «Todo es lícito», dicen estos. «Mas no todo es conveniente», responde Pablo. «Todo es lícito», «mas no todo edifica», responde el apóstol. Y añade: «Que nadie procure su propio interés, sino el de los demás» (1 Cor 10,23-24). Esta es la regla para desenmascarar cualquier libertad egoísta. También a quien está tentado de reducir la libertad solo a los propios gustos, Pablo le pone delante de la exigencia del amor. La libertad guiada por el amor es la única que hace libres a los otros y a nosotros mismos, que sabe escuchar sin imponer, que sabe querer sin forzar, que edifica y no destruye, que no explota a los demás para su propia conveniencia y les hace el bien sin buscar su propio beneficio. En resumen, si la libertad no está al servicio —este es el test— si la libertad no está al servicio del bien corre el riesgo de ser estéril y no dar fruto. Sin embargo, la libertad animada por el amor conduce hacia los pobres, reconociendo en sus rostros el de Cristo. Por eso el servicio de los unos hacia los otros permite a Pablo, escribiendo a los Gálatas, subrayar algo de ninguna manera secundario. Así, hablando de la libertad que le dieron los otros apóstoles para evangelizar, subraya que le aconsejaron solo una cosa: acordarse de los pobres (cfr. Gal 2,10). Esto es interesante. Cuando después de esa lucha ideológica entre Pablo y los apóstoles se pusieron de acuerdo, los apóstoles le dijeron: “Sigue adelante, sigue adelante y no te olvides de los pobres”, es decir que tu libertad de predicador sea una libertad al servicio de los otros, no para ti mismo, para hacer lo que te gusta. 

Sabemos sin embargo que una de las concepciones modernas más difundidas sobre la libertad es esta: “mi libertad termina donde empieza la tuya”. ¡Pero aquí falta la relación, el vínculo! Es una visión individualista. Sin embargo, quien ha recibido el don de la liberación obrada por Jesús no puede pensar que la libertad consiste en el estar lejos de los otros, sintiéndoles como molestia, no puede ver el ser humano encaramado en sí mismo, sino siempre incluido en una comunidad. La dimensión social es fundamental para los cristianos, y les consiente mirar al bien común y no al interés privado. 

Sobre todo en este momento histórico, necesitamos redescubrir la dimensión comunitaria, no individualista, de la libertad: la pandemia nos ha enseñado que necesitamos los unos de los otros, pero no basta con saberlo, es necesario elegirlo cada día concretamente, decidir sobre ese camino. Decimos y creemos que los otros no son un obstáculo a mi libertad, sino que son la posibilidad para realizarla plenamente. Porque nuestra libertad nace del amor de Dios y crece en la caridad.



 

domingo, 17 de octubre de 2021

El Ángelus del Papa

PALABRAS PREVIAS AL ANGELUS

Domingo 17 de octubre de 2021. Asomado a la ventana del Palacio Apostólico Vaticano, como cada domingo, el Papa Francisco reflexionó sobre el Evangelio del día que hoy narra sobre el pedido de Santiago y Juan al Señor Jesús de sentarse un día con Él en la gloria, como si fueran - observó el Santo Padre - “los primeros ministros” o “algo así”. Los otros discípulos los escuchan y “se indignan”, señaló Francisco, explicando que “con paciencia” el Maestro les ofreció una gran enseñanza, a saber, que “la verdadera gloria no se obtiene elevándose por encima de los demás, sino viviendo el mismo bautismo que Él recibirá poco después en Jerusalén”, es decir, "la cruz".





Papa Francisco: «La gloria de Dios es amor que se hace servicio, no poder que aspira a la dominación»

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia de hoy (Mc 10,35-45) cuenta que dos discípulos, Santiago y Juan, piden al Señor sentarse un día junto a Él en la gloria, como si fueran “primeros ministros”, o algo así. Pero los otros discípulos los escuchan y se indignan. A este punto Jesús, con paciencia, les ofrece una gran enseñanza: la verdadera gloria no se obtiene elevándose sobre los otros, sino viviendo el mismo bautismo que Él recibirá, dentro de poco tiempo, en Jerusalén, es decir, la cruz. ¿Qué quiere decir esto? La palabra “bautismo” significa “inmersión”: con su Pasión, Jesús se sumergió en la muerte, ofreciendo su vida para salvarnos. Por tanto, su gloria, la gloria de Dios, es amor que se hace servicio, no poder que aspira a la dominación. No poder que aspira al dominio, ¡no! Es amor que se hace servicio. Por eso Jesús concluye diciendo a los suyos y también a nosotros: «el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor» (Mc 10,43). Para hacerse grandes, tendréis que ir en el camino del servicio, servir a los otros.

Estamos frente a dos lógicas diferentes: los discípulos quieren emerger y Jesús quiere sumergirse. Detengámonos sobre estos dos verbos. El primero es emerger. Expresa esa mentalidad mundana por la que siempre somos tentados: vivir todas las cosas, incluso las relaciones, para alimentar nuestra ambición, para subir los peldaños del éxito, para alcanzar puestos importantes. La búsqueda del prestigio personal se puede convertir en una enfermedad del espíritu, incluso disfrazándose detrás de buenas intenciones; por ejemplo cuando, detrás del bien que hacemos y predicamos, en realidad nos buscamos solo a nosotros mismos y nuestra afirmación, es decir, ir adelante nosotros, trepar… Y esto también lo vemos en la Iglesia. Cuántas veces, los cristianos, que deberíamos ser servidores, tratamos de trepar, de ir adelante. Por eso, siempre necesitamos verificar las verdaderas intenciones del corazón, preguntarnos: “¿Por qué llevo adelante este trabajo, esta responsabilidad? ¿Para ofrecer un servicio o para hacerme notar, ser alabado y recibir cumplidos?”. A esta lógica mundana, Jesús contrapone la suya: en vez de elevarse por encima de los demás, bajar del pedestal para servirlos; en vez de emerger sobre los otros, sumergirse en la vida de los otros. Estaba viendo en el programa “A sua immagine” ese servicio de las Cáritas para que a nadie le falte comida: preocuparse por el hambre de los otros, preocuparse de las necesidades de los otros. Mirar y abajarse en el servicio, y no tratar de trepar para la propia gloria.

Y ahí está el segundo verbo: sumergirse. Jesús nos pide que nos sumerjamos. Y ¿cómo sumergirse? Con compasión, en la vida de quien encontramos. Ahí [en ese servicio de Cáritas] estábamos viendo el hambre: y nosotros, ¿pensamos con compasión en el hambre de tanta gente? Cuando estamos delante de la comida, que es una gracia de Dios y que nosotros podemos comer, hay mucha gente que trabaja y no logra tener la comida suficiente para todo el mes. ¿Pensamos en esto? Sumergirse con compasión, tener compasión. No es un dato de enciclopedia: hay muchos hambrientos… ¡No! Son personas. ¿Y yo tengo compasión por las personas? Compasión de la vida de quien encontramos, como ha hecho Jesús conmigo, contigo, con todos nosotros, se ha acercado con compasión.

Miramos al Señor Crucificado, sumergido hasta el fondo en nuestra historia herida, y descubrimos la manera de hacer de Dios. Vemos que Él no se ha quedado allí arriba en los cielos, a mirarnos de arriba a abajo, sino que se ha abajado a lavarnos los pies. Dios es amor y el amor es humilde, no se eleva, sino que desciende, como la lluvia que cae sobre la tierra y trae vida. ¿Pero qué hay que hacer para ponerse en la misma dirección que Jesús, para pasar del emerger al sumergirse, de la mentalidad del prestigio, esa mundana, a la del servicio, la cristiana? Requiere compromiso, pero no es suficiente. Solos es difícil, por no decir imposible, pero tenemos dentro una fuerza que nos ayuda. Es la del Bautismo, de esa inmersión en Jesús que todos nosotros hemos recibido por gracia y que nos dirige, nos impulsa a seguirlo, a no buscar nuestro interés sino a ponernos al servicio. Es una gracia, es un fuego que el Espíritu ha encendido en nosotros y que debe ser alimentado. Pidamos hoy al Espíritu Santo que renueve en nosotros la gracia del Bautismo, la inmersión en Jesús, en su forma de ser, para ser más servidores, para ser siervos como Él ha sido con nosotros.

Y recemos a la Virgen: Ella, incluso siendo la más grande, no ha tratado de emerger, sino que ha sido la humilde sierva del Señor, y está completamente inmersa a nuestro servicio, para ayudarnos a encontrar a Jesús. 

ORACIÓN DEL ÁNGELUS:

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ. 
Et concépit de Spíritu Sancto. 
Ave Maria… 

Ecce ancílla Dómini. 
Fiat mihi secúndum verbum tuum. 
Ave Maria… 

Et Verbum caro factum est. 
Et habitávit in nobis. 
Ave Maria… 

Ora pro nobis, sancta Dei génetrix. 
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi. 

Orémus. 
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine, 
méntibus nostris infunde; 
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum. 
Amen. 

Gloria Patri… (ter) 
Requiem aeternam… 

Benedictio Apostolica seu Papalis 

Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo. 
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus, 
Pater, et Fi lius, et Spiritus Sanctus. 

Amen. 

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas: 

Hoy la Fundación Ayuda a la Iglesia necesitada da cita en las parroquias, escuelas y familias con la iniciativa “Por la unidad y la paz, un millón de niños reza el Rosario”. Animo esta campaña de oración, que este año de forma particular se encomienda a la intercesión de san José. ¡Gracias a todos los niños y las niñas que participan! Muchas gracias. 

Ayer en Córdoba, España, fueron beatificados el sacerdote Juan Elías Medina y 126 compañeros mártires: sacerdotes, religiosas, seminaristas y laicos, asesinados por odio a la fe durante la violenta persecución religiosa de los años 30 en España. Su fidelidad nos da la fuerza a todos nosotros, especialmente a los cristianos perseguidos en diferentes partes del mundo, la fuerza de testimoniar con valentía el Evangelio. ¡Un aplauso a los nuevos beatos!

La semana pasada hubo varios atentados, por ejemplo, en Noruega, Afganistán, Inglaterra, que provocaron numerosos muertos y heridos. Expreso mi cercanía a los familiares de las víctimas. Os pido, por favor, abandonad el camino de la violencia, que es siempre un perdedor, que es una derrota para todos. Recordemos que la violencia genera violencia. 

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de varios países. En particular, saludo a las hermanas “Medee” que celebran su Capítulo general, la Confederación de los Pobres Caballeros de San Bernardo de Chiaravalle, los empresarios africanos reunidos para su encuentro internacional, los fieles de Este, Cavallino y Ca’ Vio (Venecia), los jóvenes de la Confirmación de Galzignano. 

Saludo y bendigo la “Peregrinación ecuménica para la justicia ecológica”, formado por cristianos de diferentes confesiones, que han salido de Polonia hacia Escocia con ocasión de la cumbre sobre el clima COP26. 

Y a todos vosotros os deseo un feliz domingo. Por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto! 



 

miércoles, 13 de octubre de 2021

Audiencia del Papa

AUDIENCIA DE LOS MIÉRCOLES DEL PAPA FRANCISCO

Miércoles 13/10/2021. Durante la audiencia general el Papa explicó qué significa la “inculturación”, el complicado proceso de anunciar el Evangelio a otros pueblos y culturas. El Papa dijo que aquellos pueblos que reciben la fe, no deben por fuerza “renunciar en su esencia a las propias raíces y tradiciones, sino solo a lo que obstaculiza la novedad y pureza del Evangelio”.

Dijo que “este es el verdadero sentido de la inculturación, que podamos anunciar a Cristo Salvador respetando lo bueno y auténtico que existe en cada cultura y en cada sociedad, considerando también su continua evolución”. (RESUMEN EN ESPAÑOL)

RESUMEN EN ESPAÑOL DE LA CATEQUESIS DEL PAPA



El Papa Francisco en la Audiencia General:

Explica por qué «acoger la fe no significa renunciar a las propias raíces».

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy reflexionamos sobre una consecuencia de la libertad que hemos recibido de Cristo, que nos lleva a acoger a todos los pueblos y culturas y, al mismo tiempo, hace capaces —a esos mismos pueblos y culturas— de abrirse a Él. 

Acoger la fe no supone renunciar en su esencia a las propias raíces y tradiciones, sino sólo a lo que obstaculiza la novedad y pureza del Evangelio. Este es el verdadero sentido de la inculturación, que podamos anunciar a Cristo Salvador respetando lo bueno y auténtico que existe en cada cultura y en cada sociedad, considerando también su continua evolución.

La libertad de la fe cristiana es dinámica y el don que debemos custodiar nos exige que vivamos esa libertad en un peregrinaje constante, orientados hacia la plenitud que estamos llamados a alcanzar. 

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a mantener un espíritu de peregrinos, siempre en camino, siguiendo juntos las huellas de Cristo con libertad y alegría, hacia esa patria a la que Dios nos convoca. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias. 

TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA



Catequesis del Papa Francisco: «arraigados en nuestras raíces y abiertos al universalismo de la fe.» 
 
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En nuestro itinerario de catequesis sobre la Carta a los Gálatas, hemos podido enfocarnos en cuál es para san Pablo el núcleo central de la libertad: el hecho de que, con la muerte y resurrección de Jesucristo, hemos sido liberados de la esclavitud del pecado y de la muerte. En otros términos: somos libres porque hemos sido liberados, liberados por gracia —no por pagar— liberados por el amor, que se convierte en la ley suprema y nueva de la vida cristiana. El amor: nosotros somos libres porque hemos sido liberados gratuitamente. Este es precisamente el punto clave.

Hoy quisiera subrayar cómo esta novedad de vida nos abre a acoger a cada pueblo y cultura y al mismo tiempo abre a cada pueblo y cultura a una libertad más grande. San Pablo, de hecho, dice que para quien se adhiere a Cristo ya no cuenta ser judío o pagano. Cuenta solo «la fe que actúa por la caridad» (Gal 5,6). Creer que hemos sido liberados y creer en Jesucristo que nos ha liberado: esta es la fe activa por la caridad. Los detractores de Pablo —esos fundamentalistas que habían llegado allí— lo atacaban por esta novedad, sosteniendo que él había tomado esta posición por oportunismo pastoral, es decir para “gustar a todos”, minimizando las exigencias recibidas de su más estricta tradición religiosa. Es el mismo discurso de los fundamentalistas de hoy: la historia se repite siempre. Como se ve, la crítica en relación con toda novedad evangélica no es solo de nuestros días, sino que tiene una larga historia a las espaldas. Aun así, Pablo no permanece en silencio. Responde con parresia —es una palabra griega que indica valentía, fuerza— y dice: «Porque ¿busco yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O es que intento agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo» (Gal 1,10). Ya en su primera Carta a los Tesalonicenses se había expresado en términos parecidos, diciendo que en su predicación nunca había usado «palabras aduladoras, ni con pretextos de codicia, […] ni buscando gloria humana» (1 Ts 2,5-6), que son los caminos del “fingir”; una fe que no es fe, es mundanidad.

El pensamiento de Pablo se muestra una vez más de una profundidad inspirada. Acoger la fe conlleva para él renunciar no al corazón de las culturas y de las tradiciones, sino solo a lo que puede obstaculizar la novedad y la pureza del Evangelio. Porque la libertad obtenida de la muerte y resurrección del Señor no entra en conflicto con las culturas, con las tradiciones que hemos recibido, sino que más bien introduce en ellas una libertad nueva, una novedad liberadora, la del Evangelio. La liberación obtenida con el bautismo, de hecho, nos permite adquirir la plena dignidad de hijos de Dios, de forma que, mientras permanecemos bien arraigados en nuestras raíces culturales, al mismo tiempo nos abrimos al universalismo de la fe que entra en toda cultura, reconoce las semillas de verdad presentes y las desarrolla llevando a plenitud el bien contenido en ellas. Aceptar que nosotros hemos sido liberados por Cristo —su pasión, su muerte, su resurrección— es aceptar y llevar la plenitud también a las diferentes tradiciones de cada pueblo. La verdadera plenitud.

En la llamada a la libertad descubrimos el verdadero sentido de la inculturación del Evangelio. ¿Cuál es este verdadero sentido? Ser capaces de anunciar la Buena Noticia de Cristo Salvador respetando lo que de bueno y verdadero existe en las culturas. ¡No es algo fácil! Son muchas las tentaciones de querer imponer el proprio modelo de vida como si fuera el más evolucionado y el más atractivo. ¡Cuántos errores se han realizado en la historia de la evangelización queriendo imponer un solo modelo cultural! ¡La uniformidad como regla de vida no es cristiana! ¡La unidad sí, la uniformidad no! A veces, no se ha renunciado ni siquiera a la violencia para que prevalezca el propio punto de vista. Pensemos en las guerras. De esta manera, se ha privado a la Iglesia de la riqueza de muchas expresiones locales que llevan consigo la tradición cultural de enteras poblaciones. ¡Pero esto es exactamente lo contrario de la libertad cristiana! Por ejemplo, me viene a la mente cuando se ha afirmado la forma de hacer apostolado en China con padre Ricci o en India con padre De Nobili. … [Algunos decían]: “¡Y no, eso no es cristiano!”. Sí, es cristiano, está en la cultura del pueblo.

En resumen, la visión de la libertad propia de Pablo está completamente iluminada y fecundada por el misterio de Cristo, que en su encarnación —recuerda el Concilio Vaticano II— se ha unido, en cierto modo, con todo hombre (cfr. Const. past. Gaudium et spes, 22). Y esto quiere decir que no hay uniformidad, sin embargo, hay variedad, pero variedad unida. De aquí deriva el deber de respetar la proveniencia cultural de cada persona, incluyéndola en un espacio de libertad que no sea restringido por alguna imposición dada por una sola cultura predominante. Este es el sentido de llamarnos católicos, de hablar de Iglesia católica: no es una denominación sociológica para distinguirnos de otros cristianos. Católico es un adjetivo que significa universal: la catolicidad, la universalidad. Iglesia universal, es decir, católica, quiere decir que la Iglesia tiene en sí, en su naturaleza misma, la apertura a todos los pueblos y las culturas de todo tiempo, porque Cristo ha nacido, muerto y resucitado por todos. 

Por otro lado, la cultura está, por su misma naturaleza, en continúa transformación. Se puede pensar en cómo somos llamados a anunciar el Evangelio en este momento histórico de gran cambio cultural, donde una tecnología cada vez más avanzada parece tener el predominio. Si pretendiéramos hablar de la fe como se hacía en los siglos pasados correríamos el riesgo de no ser comprendidos por las nuevas generaciones. La libertad de la fe cristiana —la libertad cristiana— no indica una visión estática de la vida y de la cultura, sino una visión dinámica, una visión dinámica también de la tradición. La tradición crece pero siempre con la misma naturaleza. Por tanto, no pretendamos tener posesión de la libertad. Hemos recibido un don para custodiar. Y es más bien la libertad que nos pide a cada uno estar en un constante camino, orientados hacia su plenitud. Es la condición de peregrinos; es el estado de caminantes, en un continuo éxodo: liberados de la esclavitud para caminar hacia la plenitud de la libertad. Y este es el gran don que nos ha dado Jesucristo. El Señor nos ha liberado de la esclavitud gratuitamente y nos ha puesto en el camino para caminar en la plena libertad.



 

domingo, 10 de octubre de 2021

El Ángelus del Papa

PALABRAS PREVIAS AL ANGELUS

Domingo 10 de octubre de 2021. Este mediodía el Pontífice ha presentado la liturgia de hoy en la que el Evangelio de Marcos nos propone el encuentro entre Jesús y el joven rico y el cual “nos permite hacer un test sobre la fe”. El Papa Francisco pide que reflexionemos sobre que es la fe para nosotros: “Si es principalmente un deber o una moneda de cambio, estamos muy mal encaminados, porque la salvación es un don y no un deber, es gratis y no se puede comprar”.





Papa Francisco: El don, la gratuidad, «Vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres»

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La liturgia de hoy nos propone el encuentro entre Jesús y un hombre que «tenía muchos bienes» (Mc 10, 22) y que ha pasado a la historia como “el joven rico” (cf. Mt 19, 20-22). No sabemos su nombre. En realidad, el Evangelio de Marcos habla de él como «uno», sin mencionar su edad ni nombre, para sugerir que todos podemos vernos en ese hombre, como en un espejo. Su encuentro con Jesús, de hecho, nos permite hacer un test sobre la fe. Leyendo esto me hago un test sobre mi fe.

Esta persona comienza con una pregunta: «¿Qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» (v. 17). Fijémonos en los verbos que usa: he de hacer – para tener. Esta es su religiosidad: un deber, un hacer para tener; “hago algo para conseguir lo que necesito”. Pero esta es una relación comercial con Dios, un do ut des. La fe, en cambio, no es un rito frío y mecánico, un “debo-hago- obtengo”. Es una cuestión de libertad y amor. La fe es cuestión de libertad, es cuestión de amor. Y aquí tenemos la primera pregunta del test: ¿qué es la fe para mí? Si es principalmente un deber o una moneda de cambio, estamos muy mal encaminados, porque la salvación es un don y no un deber, es gratuita y no se puede comprar. Lo primero que hay que hacer es deshacerse de una fe comercial y mecánica, que insinúa la falsa imagen de un Dios contable, un Dios controlador, no un padre. Y muchas veces en la vida podemos vivir esta relación de fe “comercial”: hago esto para que Dios me dé esto.

Jesús —segundo pasaje— ayuda a ese hombre ofreciéndole el verdadero rostro de Dios. Y así — dice el texto— «fijando en él su mirada, le amó» (v. 21): ¡esto es Dios! Aquí es donde nace y renace la fe: no de un deber, no de algo que hay que hacer o pagar, sino de una mirada de amor que ha de ser acogida. De este modo la vida cristiana resulta hermosa, si no se basa en nuestras capacidades y nuestros proyectos, sino que se basa en la mirada de Dios. Tu fe, mi fe ¿está cansada? ¿Quieres revitalizarla? Busca la mirada de Dios: ponte en adoración, déjate perdonar en la Confesión, párate ante el Crucifijo. En definitiva, déjate amar por Él. Este es el comienzo de la fe: dejarse amar por Él, que es padre.

Después de la pregunta y la mirada hay —tercer y último pasaje— una invitación de Jesús, que le dice: «Solo una cosa te falta». ¿Qué le faltaba a ese hombre rico? El don, la gratuidad: «Vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres» (v. 21). Esto es lo que quizás también nos falta a nosotros. A menudo hacemos lo mínimo indispensable, mientras que Jesús nos invita a hacer lo máximo posible. ¡Cuántas veces nos conformamos con los deberes —los preceptos, alguna oración y muchas cosas así—, mientras Dios, que nos da la vida, nos pide impulsos de vida! En el Evangelio de hoy se ve claramente este paso del deber al don; Jesús comienza recordando los mandamientos: «No mates, no cometas adulterio, no robes ...» etc. (v. 19), y llega a la propuesta positiva: “¡Ve, vende, da, sígueme! (cf. v. 21). La fe no puede limitarse a los noes, porque la vida cristiana es un sí, un sí de amor.

Queridos hermanos y hermanas, una fe sin don, una fe sin gratuidad es una fe incompleta, es una fe débil, una fe enferma. Podríamos compararla con un alimento rico y nutritivo que carece de sabor, o con un partido más o menos bien jugado pero sin goles: no, no va bien, falta “la sal”. Una fe sin don, sin gratuidad, sin obras de caridad al final nos entristece: como aquel hombre que, aunque mirado con amor por el mismo Jesús, volvió a casa «entristecido» y «apenado» (v. 22) . Hoy podemos preguntarnos: “¿Cuál es la situación de mi fe? ¿La vivo como algo mecánico, como una relación de deber o de interés con Dios? ¿Me acuerdo de alimentarla dejando que Jesús me mire y me ame?”. Dejarse mirar y amar por Jesús; dejar que Jesús nos mire, nos ame. “Y, atraído por Él, ¿correspondo con gratuidad, con generosidad, con todo el corazón? 

Que la Virgen María, que dijo un sí total a Dios, un sí sin peros —no es fácil decir sí sin peros: la Virgen lo hizo, un sí sin peros—, nos haga gustar la belleza de hacer de la vida un don. 

ORACIÓN DEL ÁNGELUS:

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ. 
Et concépit de Spíritu Sancto. 
Ave Maria… 

Ecce ancílla Dómini. 
Fiat mihi secúndum verbum tuum. 
Ave Maria… 

Et Verbum caro factum est. 
Et habitávit in nobis. 
Ave Maria… 

Ora pro nobis, sancta Dei génetrix. 
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi. 

Orémus. 
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine, 
méntibus nostris infunde; 
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum. 
Amen. 

Gloria Patri… (ter) 
Requiem aeternam… 

Benedictio Apostolica seu Papalis 

Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo. 
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus, 
Pater, et Fi lius, et Spiritus Sanctus. 

Amen. 

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas: 

Hoy también tengo la alegría de anunciar la proclamación de nuevos beatos. Ayer, en Nápoles, fue beatificada María Lorenza Longo, esposa y madre de familia del siglo XVI. Tras quedarse viuda, fundó en Nápoles el Hospital de los Incurables y las Clarisas Capuchinas. Mujer de gran fe y de intensa vida de oración, se prodigó por las necesidades de los pobres y los que sufren. Asimismo hoy, en Tropea, Calabria, fue beatificado don Francesco Mottola, fundador de los Oblatos y Oblatas del Sagrado Corazón, fallecido en 1969. Pastor celoso e incansable anunciador del Evangelio, fue testigo ejemplar de un sacerdocio vivido en la caridad y la contemplación. ¡Un aplauso para estos nuevos beatos! 

Hoy, con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, me gustaría recordar a los hermanos y hermanas que padecen trastornos mentales y también a las víctimas, a menudo jóvenes, del suicidio. Recemos por ellos y sus familias, para que no se les deje solos ni se les discrimine, sino que sean acogidos y apoyados.

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de varios países: familias, grupos, asociaciones y fieles. En particular, saludo a los fieles de Bussolengo y a los de Novoli; a los confirmandos de la parroquia de la Resurrección, en Roma, y a la Cooperativa del Sol de Corbetta. También veo que están los de Montella, y los saludo... Con la imagen de sor Bernadetta. Oramos por su pronta canonización. 

Os deseo a todos un feliz domingo. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto. 



 

miércoles, 6 de octubre de 2021

Audiencia del Papa

AUDIENCIA DE LOS MIÉRCOLES DEL PAPA FRANCISCO

Miércoles 06/10/2021. Durante la audiencia general el Papa dijo que “hay que estar atentos para evitar propuestas engañosas que nos quitan la libertad y nos someten al yugo de la esclavitud”. Explicó que hay libertad si hay “verdad” y para conocer la “verdad más profunda” de cada uno sugirió rezar para que Dios lo conceda.

También señaló que “vivir en la verdad no es fácil” pero que “el Señor nos guía y nos sostiene con su amor” para conseguirlo. (RESUMEN EN ESPAÑOL)

RESUMEN EN ESPAÑOL DE LA CATEQUESIS DEL PAPA



El Papa Francisco en la Audiencia General:

Explica por qué hay «propuestas engañosas» que quitan libertad.

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy reflexionamos sobre la libertad cristiana. En la Carta a los gálatas, san Pablo quiere dejar en claro que es Cristo quien nos hace verdaderamente libres, y que hay que estar atentos para evitar propuestas engañosas que nos quitan esa libertad y nos someten al yugo de la esclavitud. San Pablo experimentó en primera persona que la libertad es gracia y verdad. Por eso, nos invita a mantenernos firmes en la libertad que recibimos por medio del bautismo. 

La libertad cristiana es un don en cuanto fruto de la muerte y resurrección de Jesús. Sólo Él—al entregar libremente su vida por amor a todos— nos libera de la esclavitud del pecado y nos concede los frutos de la vida nueva en el Espíritu. Por otra parte, Jesús es “la verdad que nos hace libres” (cf. Jn 8,32). Sin embargo, vivir en la verdad no es fácil, es un camino arduo y fatigoso. El Señor nos interpela, cuestiona lo que somos realmente, pero nos guía y nos sostiene con su amor.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que participan en esta Audiencia, de manera particular a las consagradas del Regnum Christi. Pidamos al Señor que nos conceda abrir nuestros corazones a su gracia para poder conocer en Él nuestra verdad más profunda. Así nuestra vida será transformada y caminaremos hacia el bien plenamente libres. Que Dios los bendiga. Muchas gracias. 

TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA



Catequesis del Papa Francisco: «La libertad cristiana es un don fruto de la muerte y resurrección de Jesús que libera del pecado y da la vida nueva en el Espíritu.» 
 
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Retomamos hoy nuestra reflexión sobre la Carta a los Gálatas. En ella, san Pablo ha escrito palabras inmortales sobre la libertad cristiana. ¿Qué es la libertad cristiana? Hoy nos detenemos sobre este tema: la libertad cristiana.

La libertad es un tesoro que se aprecia realmente solo cuando se pierde. Para muchos de nosotros, acostumbrados a vivir en la libertad, a menudo aparece más como un derecho adquirido que como un don y una herencia para custodiar. ¡Cuántos malentendidos en torno al tema de la libertad, y cuántas visiones diferentes se han enfrentado a lo largo de los siglos!

En el caso de los gálatas, el apóstol no podía soportar que esos cristianos, después de haber conocido y acogido la verdad de Cristo, se dejaran atraer por propuestas engañosas, pasando de la libertad a la esclavitud: de la presencia liberadora de Jesús a la esclavitud del pecado, del legalismo, etc. También hoy el legalismo es un problema nuestro, de muchos cristianos que se refugian en el legalismo, en la casuística. Pablo invita a los cristianos a permanecer firmes en la libertad que han recibido con el bautismo, sin dejarse poner de nuevo bajo «el yugo de la esclavitud» (Gal 5,1). Él es justamente celoso con la libertad. Es consciente de que algunos «falsos hermanos» —les llama así— se han infiltrado en la comunidad para «espirar —así escribe— la libertad que tenemos en Cristo Jesús, con el fin de reducirnos a esclavitud» (Gal 2,4), volver atrás, y Pablo esto no puede tolerarlo. Una predicación que impidiera la libertad en Cristo nunca sería evangélica: tal vez sería pelagiana o jansenista o algo así, pero no evangélica. Nunca se puede forzar en el nombre de Jesús, no se puede hacer a nadie esclavo en nombre de Jesús que nos hace libres. La libertad es un don que se nos ha dado en el bautismo.

Pero la enseñanza de San Pablo sobre la libertad es sobre todo positiva. El apóstol propone la enseñanza de Jesús, que encontramos también en el Evangelio de Juan: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (8,31-32). La llamada, por tanto, es sobre todo a permanecer en Jesús, fuente de la verdad que nos hace libres. La libertad cristiana se funda sobre dos pilares fundamentales: primero, la gracia del Señor Jesús; segundo, la verdad que Cristo nos desvela y que es Él mismo.

En primer lugar, es don del Señor. La libertad que los gálatas han recibido —y nosotros como ellos con el bautismo— es fruto de la muerte y resurrección de Jesús. El apóstol concentra toda su predicación sobre Cristo, que lo ha liberado de los vínculos con su vida pasada: solo de Él brotan los frutos de la vida nueva según el Espíritu. De hecho, la libertad más verdadera, la de la esclavitud del pecado, ha brotado de la Cruz de Cristo. Somos libres de la esclavitud del pecado por la cruz de Cristo. Precisamente ahí donde Jesús se ha dejado clavar, se ha hecho esclavo, Dios ha puesto la fuente de la liberación del hombre. Esto no deja de sorprendernos: que el lugar donde somos despojados de toda libertad, es decir la muerte, puede convertirse en fuente de la libertad. Pero este es el misterio del amor de Dios: no se entiende fácilmente, se vive. Jesús mismo lo había anunciado cuando dijo: «Por eso me ama el Padre: porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo» (Jn 10,17-18). Jesús lleva a cabo su plena libertad al entregarse a la muerte; Él sabe que solo de esta manera puede obtener la vida para todos. 

Pablo, lo sabemos, había experimentado en primera persona este misterio de amor. Por esto dice a los gálatas, con una expresión extremadamente audaz: «Con Cristo estoy crucificado» (Gal 2,19). En ese acto de suprema unión con el Señor él sabe que ha recibido el don más grande de su vida: la libertad. Sobre la Cruz, de hecho, ha clavado «la carne con sus pasiones y sus apetencias» (5,24). Comprendemos cuánta fe animaba al apóstol, qué grande era su intimidad con Jesús y mientras, por un lado, sentimos que a nosotros nos falta esto, por otro, el testimonio del apóstol nos anima a ir adelante en esta vida libre. El cristiano es libre, debe ser libre y está llamado a no volver a ser esclavo de preceptos, de cosas raras.

El segundo pilar de la libertad es la verdad. También en este caso es necesario recordar que la verdad de la fe no es una teoría abstracta, sino la realidad de Cristo vivo, que toca directamente el sentido cotidiano y general de la vida personal. Cuánta gente que no ha estudiado, ni siquiera sabe leer y escribir, pero ha entendido bien el mensaje de Cristo, tiene esta sabiduría que les hace libres. Es la sabiduría de Cristo que ha entrado a través del Espíritu Santo con el bautismo. Cuánta gente vemos que vive la vida de Cristo más que los grandes teólogos por ejemplo, ofreciendo un testimonio grande de la libertad del Evangelio. La libertad hace libres en la medida en que transforma la vida de una persona y la orienta hacia el bien. Para ser realmente libres necesitamos no solo conocernos a nosotros mismos, a nivel psicológico, sino sobre todo hacer verdad en nosotros mismos, a un nivel más profundo. Y ahí, en el corazón, abrirnos a la gracia de Cristo. La verdad nos debe inquietar. Volvemos a esta palabra tan cristiana: la inquietud. Nosotros sabemos que hay cristianos que nunca se inquietan: viven siempre igual, no hay movimiento en su corazón, falta la inquietud. ¿Por qué? Porque la inquietud es la señal de que está trabajando el Espíritu Santo dentro de nosotros y la libertad es una libertad activa, suscitada por la gracia del Espíritu Santo. Por esto digo que la libertad nos debe inquietar, nos debe plantear continuamente preguntas, para que podamos ir siempre más al fondo de lo que realmente somos. Descubrimos de esta manera que el de la verdad y la libertad es un camino fatigoso que dura toda la vida. Es fatigoso permanecer libre, es fatigoso; pero no es imposible. Ánimo, vamos adelante en esto, nos hará bien. Es un camino en el que nos guía y nos sostiene el Amor que viene de la Cruz: el Amor que nos revela la verdad y nos dona la libertad. Y este es el camino de la felicidad. La libertad nos hace libres, nos hace alegres, nos hace felices.