Reflexión diaria del evangelio.

Lecturas diarias de la liturgia, reflexiones diarias del Evangelio.

Reflexión diaria de la Palabra de Dios.

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El rezo diario del santo rosario

El Rezo diario del Santo Rosario y la meditación nos ayudan a contemplar los misterios de nuestra salvación.

Audiencia de los miércoles del Papa.

Durante la Audiencia General, el Papa dedica una catequesis sobre un tema en particular, después la resume en diferentes lenguas.

Mensaje del Papa previo al rezo del Angelus.

El Papa dirige su mensaje y reza el Ángelus con los fieles.

martes, 3 de abril de 2018

¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!

¡¡CRISTO HA RESUCITADO,
VERDADERAMENTE HA RESUCITADO!!
 
 
 

¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!

Hemos vivido unos días de Semana Santa, trascendente. El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres. Este es el día que actuó el Señor, sea nuestra Alegría y nuestro Gozo. ¡Aleluya, Aleluya!

La necesidad de nuestro corazón que ha gritado al Señor: ¡¡SALVANOS!!. Nuestras voces han sido escuchadas por Él y Dios ha sido bueno con su pueblo. Nuestros enemigos han sido vencidos, y surge victorioso el Señor Nuestro Dios.

Nos hemos ido preparando el perdón de los pecados. Hemos exaltado su nombre con el Domingo de Ramos. Nos hemos lavado los pies unos a los otros como nos ha enseñado el Maestro. Hemos adorado la Cruz y la hemos contemplado Gloriosa. Por eso después de la espera del Sábado Santo, hemos visto la Noche mas clara que el día: La Pascua. Dichosa culpa que ha merecido tal Redentor.

¡Ha Resucitado el Señor como nos lo había dicho!

¿Cómo sabemos que ha Resucitado?

Porque nos hemos encontrado con el Señor y con los hermanos.

Por que nos ha dado la alegría del perdón. Por que hemos pasado de la muerte a la Vida.

¡Feliz Pascua de Resurrección hermanos!

Hno. Miguel Alort

 

LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

¡¡CRISTO HA RESUCITADO,
VERDADERAMENTE HA RESUCITADO!!
 
 

La Resurrección de Cristo

La Resurrección de Cristo es un hecho de fe y también un acontecimiento histórico comprobable, nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica (Catecismo de la Iglesia Católica n. 647). La Resurrección de Cristo “fue un acontecimiento histórico demostrable por la señal del sepulcro vacío y por la realidad de los encuentros de los Apóstoles con Cristo resucitado”. Sin embargo, la Resurrección también es “centro que trasciende y sobrepasa a la historia”.

La Resurrección de Cristo es un hecho demasiado importante como para quedar referido sólo como un acontecimiento histórico. En la Resurrección de Cristo está el centro de nuestra fe, porque “si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe” (1 Co. 15, 14), nos advierte San Pablo.

La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más difíciles de comprender por el ser humano, encuentran su comprobación porque Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad como Dios (cf. Catecismo de la Iglesia Católica n. 651).

Pero, además, la Resurrección de Cristo, es comprobable históricamente. Los discípulos han atestiguado que verdaderamente se encontraron y estuvieron con Cristo resucitado. El sepulcro vacío y las vendas en el suelo (cf. Jn. 20, 6) significan por sí mismas que el cuerpo de Cristo ha escapado de la muerte y de la corrupción del cuerpo, consecuencia de la muerte (cf. Catecismo de la Iglesia Católica n.657).

El primer elemento que se encuentra sobre la Resurrección de Cristo es el sepulcro vacío, lo cual no es realmente una prueba directa. De hecho la ausencia del cuerpo podría explicarse de otro modo. María Magdalena creyó que “se habían llevado a su Señor” (Jn. 20, 13). Las autoridades, al ser informados por los soldados de lo sucedido los sobornaron para que dijeran que “mientras dormían, vinieron de noche los discípulos y robaron el cuerpo de Jesús” (Mt. 28, 11-15).

Sin embargo, el hecho es que las mujeres, luego Pedro y Juan, encontraron el sepulcro vacío y las vendas en el suelo. Y San Juan nos dice en su Evangelio que él “vio y creyó” (Jn. 20, 8). Esto supone que, al constatar el sepulcro vacío, supo que eso no podía ser obra humana y creyó lo que Jesús les había anunciado. Además, intuyó que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf. Jn. 11, 44).

Las apariciones de Jesús Resucitado a tantos, comenzaron por las mujeres que iban a embalsamar el cuerpo de Jesús (cf. Mc. 16, 1; Lc. 24, 1) y que, por instrucciones del Resucitado fueron las mensajeras de la noticia a los Apóstoles (cf. Lc. 24, 9-10). Esta noticia fue confirmada por la aparición de Cristo, primero a Pedro, después a los demás Apóstoles. Y es por el testimonio de Pedro que la comunidad de seguidores de Cristo exclama: “¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón” (Lc. 24, 34).

Ante éstos y muchos otros testimonios de apariciones del Resucitado, es imposible no reconocer la Resurrección de Cristo como un hecho histórico.

Pero, además, sabemos por los hechos narrados que la fe de los discípulos fue sometida a la durísima prueba de la pasión y de la muerte en cruz de Jesús. Fue tal la impresión de esa muerte tan vergonzosa que -por lo menos algunos de ellos- no creyeron tan pronto en la noticia de la Resurrección.

Tengamos en cuenta que los Evangelios no nos muestran a un grupo de cristianos entusiasmados porque Cristo iba a resucitar o siquiera porque había resucitado. Muy por el contrario, nos presentan a unos discípulos abatidos, confundidos y asustados. Por eso no le creyeron a las mujeres y “las palabras de ellas les parecieron puros cuentos” (Lc. 24, 11).

Tan imposible les parece el más grande milagro de Cristo, su propia Resurrección, que incluso al verlo resucitado, todavía dudan (cf. Lc. 24, 38), creen ver un espíritu (Lc. 24, 39). Tomás ni siquiera acepta el testimonio de los otros diez (cf. Jn. 20, 24-27). El escepticismo era tal, que en su última aparición en Galilea, en su despedida, algunos seguían dudando, según nos dice el mismo Mateo, uno de los doce (cf. Mt. 28, 27).

Por lo tanto, la hipótesis según la cual la Resurrección de Cristo habría sido producto de la fe o de la credulidad de los Apóstoles no tiene asidero.

Toda esta argumentación es basada en el Catecismo de la Iglesia Católica n. 639 a n. 647 y n. 656 y 657).

 

¿CÓMO RESUCITAREMOS?

¿CÓMO RESUCITAREMOS?
 
 
 

¿Qué es resucitar? 

En la muerte, que es la separación del alma y el cuerpo, el cuerpo humano cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, y queda en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible, uniéndolos a nuestras almas. Esto, en virtud de la Resurrección de Jesús (cf. Catecismo de la Iglesia Católica n. 997).

Este dogma central de nuestra fe cristiana no sólo nos lo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, sino que la esperanza de nuestra resurrección y futura inmortalidad se encuentran en textos bíblicos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

¿Cómo resucitaremos? 
Sobrepasa nuestra imaginación y entendimiento 

“Ciertamente el ‘cómo’”, nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “sobrepasa nuestra imaginación y nuestro entendimiento; no es accesible más que en la fe” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1000).

Cristo resucitó con su propio cuerpo: “Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo” (Lc.24, 39). Pero El no volvió a una vida terrenal. Del mismo modo, en El todos resucitarán con su propio cuerpo, el que tienen ahora, pero este cuerpo será “transfigurado en cuerpo de gloria” (Flp.3, 21), “en cuerpo espiritual” (1 Cor.15, 44) (CEC n. 999).

La resurrección tendrá lugar en un instante. “Yo quiero enseñarles este misterio: aunque no todos muramos, todos tendremos que ser transformados, en un instante, cuando toque la trompeta (Ustedes han oído de la Trompeta que anuncia el Fin). Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, los muertos se levantarán, y serán incorruptibles” (1a. Cor. 15, 51-52).

¿Quiénes resucitarán? 

Todos los hombres que han muerto (Catecismo de la Iglesia Católica n. 998). Unos para la condenación y otros para la salvación.

Es decir, todos resucitaremos: salvados y condenados. Unos para una resurrección de gloria y de felicidad eternas. Otros para una resurrección de condenación e infelicidad eternas.

¿Cuando?

Sin duda en el “último día” (Jn.6, 54 y 11, 25); “al fin del mundo” (LG 48). En efecto, la resurrección de los muertos está íntimamente ligada a la Parusía o Segunda Venida de Cristo: “Cuando se dé la señal por la voz del Arcángel, el propio Señor bajará del Cielo, al son de la trompeta divina. Los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar” (1Ts. 4, 16) (n. 1001). Y continúa San Pablo: “Después nosotros, los vivos, los que todavía estemos, nos reuniremos con ellos llevados en las nubes al encuentro del Señor, allá arriba. Y para siempre estaremos en el Señor” (1Ts. 4, 17).

San Pablo nos habla de los que han muerto y han sido salvados. También nos habla de los que estén vivos para el momento de la Segunda Venida de Cristo. Pero es San Juan quien completa lo que sucederá con los que no han muerto en Cristo: “No se asombren de esto: llega la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán mi voz. Los que hicieron el bien saldrán y resucitarán para la vida; pero los que obraron el mal resucitarán para la condenación” (Jn. 5, 28-29).

Resumiendo: En la Resurrección de Jesucristo está el centro de nuestra fe cristiana y de nuestra salvación, ya que si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe (1Cor.15, 14) ... y también nuestra esperanza. Pero sabemos que Jesucristo no sólo ha resucitado, sino que nos ha prometido resucitarnos también a nosotros.


 

domingo, 25 de marzo de 2018

El Ángelus del Papa Francisco

PALABRAS PREVIAS AL ANGELUS

Domingo 25 de marzo de 2018. Durante el rezo del Ángelus antes de finalizar la Santa Misa de este Domingo de Ramos, el Papa Francisco ha hecho votos para que la Virgen María ayude a todos a vivir bien la Semana Santa de este 2018. En sus palabras a los miles de fieles que estaban en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre expresó su deseo de que “María nos ayude a vivir bien la Semana Santa”. “De ella aprendemos el silencio interior, la mirada del corazón, la fe amorosa para seguir a Jesús en el camino de la cruz que conduce a la luz gozosa de la Resurrección”.





Papa Francisco: «De María aprendemos el silencio interior, la mirada del corazón, la fe amorosa para seguir a Jesús en el camino de la cruz, que conduce a la luz gozosa de la Resurrección».

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Antes de concluir esta celebración, deseo saludar a todos ustedes, romanos y peregrinos, que han participado en ella, especialmente jóvenes de diferentes partes del mundo, incluso aquellos, unos 15 mil, que participaron de manera virtual: ¡Saludo a todos! Pensando agradecidamente en mi reciente viaje a Perú, saludo con afecto a la comunidad peruana presente en Italia.

La Jornada Mundial de la Juventud, que tiene lugar a nivel diocesano, es un paso importante en el camino hacia el Sínodo de los Obispos para los jóvenes, la fe y el discernimiento en el próximo mes de octubre, y en el camino hacia la preparación del Día Internacional, que tendrá lugar en Panamá en enero de 2019. En este itinerario nos acompaña el ejemplo de María, la joven de Nazaret que Dios ha elegido como Madre de su Hijo. Ella camina con nosotros y guía las nuevas generaciones en su peregrinación de fe y de fraternidad.

Que María nos ayude a todos a vivir bien la Semana Santa. De ella aprendemos el silencio interior, la mirada del corazón, la fe amorosa para seguir a Jesús en el camino de la cruz, que conduce a la luz gozosa de la Resurrección.

Y antes de rezar el Ángelus, me gustaría dar las gracias al Cardenal Baldisseri, a Mons. Fabene, a toda la Secretaría del Sínodo y a todos los colaboradores que han ayudado mucho esta semana: ¡muchas gracias!

El Ángel del Señor anunció a María…...

 

Reflexión Dominical de la Palabra de Dios

REFLEXIÓN DIARIA DE LA PALABRA DE DIOS.

Domingo 25 de marzo de 2018

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR

Por Fray Nelson Medina, OP.

 En la muerte y pascua de Jesucristo quedarán manifiestas la perfecta fidelidad y la infinita misericordia del Señor.


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Primera Lectura: Isaías 50,4-7
"No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado"

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabilaba el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Salmo responsorial: 21
(Escuchar el salmo y descargar mp3) http://interletras.com/musicaliturgica/cantos%202/SALMOS/Ciclo%20B/19%20domingo%20de%20ramos.mp3





"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"

Al verme, se burlan de mí, / hacen visajes, menean la cabeza: / "Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; / que lo libre, si tanto le quiere."  R.

Me acorrala una jauría de mastines, / me cerca una banda de malhechores; / me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. R.

Se reparten mi ropa, / echan a suertes mi túnica. / Pero tú, Señor, no te quedes lejos; / fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.  R.

Contaré tu fama a mis hermanos, / en medio de la asamblea te alabaré. / Fieles del Señor, alabadlo; / linaje de Jacob, glorificadlo; / temedlo, linaje de Israel.  R.

Segunda Lectura: Filipenses 2,6-11
"Se rebajo, por eso Dios lo levantó sobre todo"

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.  

Evangelio: Marcos 14,1-15,47
"Pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte"

[C. Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:

S. "No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo."

Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura

C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y lo derramó en la cabeza de Jesús. Algunos comentaban indignados:

S. "¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres."

C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:

+. "Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta." Prometieron dinero a Judas Iscariote

C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. Él andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?

C. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

S. "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?"

C. Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

+. "Id a la cuidad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?" Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena."

C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo

C. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo, dijo Jesús:

+. "Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo."

C. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:

S. "¿Seré yo?" C. Respondió:

+. "Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!"

Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre, sangre de la alianza

C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

+. "Tomad, esto es mi cuerpo."

C. Cogiendo la copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:

+. "Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios."

Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres

C. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos. Jesús les dijo:

+. Todos vais a caer, como está escrito: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas." Pero, cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea."

C. Pedro replicó:

S. "Aunque todos caigan, yo no."

C. Jesús le contestó:

+. "Te aseguro que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres."

C. Pero él insistía:

S. "Aunque tenga que morir contigo, no te negaré."

C. Y los demás decían lo mismo.

Empezó a sentir terror y angustia

C. Fueron a un huerto, que llaman Getsemaní, y dijo a sus discípulos:

+. "Sentaos aquí mientras voy a orar."

C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:

+. "Me muero de tristeza; quedaos aquí velando."

C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:

+. "¡Abba! (Padre), tú lo puedes todo; aparta de mí este cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres."

C. Volvió y, al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:

+. "Simón, ¿duermes?; ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil."

C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió por tercera vez y les dijo:

+. "Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega."

Prendedlo y conducidlo bien sujeto

C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:

S. "Al que yo bese, ése es; prendedlo y conducidlo bien sujeto."

C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:

S. "¡Maestro!"

C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo: +. "¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras."

C. Y todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto sólo en una sábana, y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.

¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?

C. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumo sacerdotes y los ancianos y los escribas. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del palacio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose en pie, daban testimonio contra él, diciendo:

S. "Nosotros le hemos oído decir: "Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres."

C. Pero ni en esto concordaban los testimonios. El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús: S. "¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?"

C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de nuevo, preguntándole:

S. "¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?..."

C. Jesús contestó:

+. "Sí lo soy. Y veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo."

C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras, diciendo:

S. "¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué decís?"

C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:

S. "Haz de profeta.

C. Y los criados le daban bofetadas.

No conozco a este hombre que decís

C. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró y dijo:

S. "También tú andabas con Jesús, el Nazareno."

C. Él lo negó, diciendo: S. "Ni sé ni entiendo lo que quieres decir."

C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:

S. "Éste es uno de ellos."

C. Y él lo volvió a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro: S. "Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo."

C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:

S. "No conozco a ese hombre que decís."

C. Y en seguida, por segunda vez, cantó un gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: "Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres", y rompió a llorar.] ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?

C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le pregunto: S. "¿Eres tú el rey de los judíos?"

C. Él respondió:

+. "Tú lo dices."

C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato pregunto de nuevo:

S. "¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti."

C. Jesús no contesto más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:

S. "¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?"

C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:

S. "¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?"

C. Ellos gritaron de nuevo:

S. "¡Crucifícalo!"

C. Pilato les dijo:

S. "Pues, ¿qué mal ha hecho?"

C. Ellos gritaron más fuerte:

S. "¡Crucifícalo!"

C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado

C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio -al pretorio- y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:

S. "¡Salve, rey de los judíos!

C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Llevaron a Jesús al Gólgota y los crucificaron

C. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de "la Calavera"), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: "El rey de los judíos". Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar

C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:

S. "¡Anda!, tú que destruías el templo y lo construías en tres días sálvate a ti mismo bajando de la cruz."

C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:

S. "A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos."

C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.

Jesús, dando un fuerte grito, expiró

C. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:

+. "Eloí, Eloí, lamá sabktaní."

C. Que significa:

+. "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"

C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

S. "Mira, está llamando a Elías."

C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:

S. "Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo."

C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

* Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:

S. "Realmente este hombre era Hijo de Dios."

[C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, que, cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

José rodó una piedra a la entrada del sepulcro

C. Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble senador, que también aguardaba el reino de Dios; armándose de valor, se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Éste compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra en la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José observaban dónde lo ponían.]

Reflexión Dominical del Evangelio

REFLEXIÓN DIARIA DEL EVANGELIO.

Domingo 25 de marzo de 2018

"DEJA CRISTO ENTRAR EN TU VIDA... Y SÉ FIEL – DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR."

El pueblo lo aclamó como el mesías. Pero, no todos efectivamente lo recibieron en sus vidas, tanto que, muchos algunos días después estuvieran delante de Pilatos pidiendo que lo crucificaran. Lo mismo puede suceder hoy, muchos dicen recibir a cristo y lo aclaman festivamente, pero delante de algunas situaciones concretas lo traicionan y abandonan. Cómo es difícil permanecer fiel aún en los momentos de peligros, amenazas y pruebas. Pero si la entrada de cristo en nuestras vidas no fue solo una moda pasajera, en el mismo nos ayudará a permanecer fieles. Paz y bien.

Por el Hno. Mariosvaldo Florentino, OFMCap.


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Faltaban dos días para la Fiesta de Pascua y de los Panes Ázimos. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley buscaban la manera de detener a Jesús con astucia para darle muerte, pero decían: «No durante la fiesta, para que no se alborote el pueblo.» (Marcos 14,1-2).
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Primera Lectura: Isaías 50,4-7
"No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado"

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabilaba el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Salmo responsorial: 21
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"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"

Al verme, se burlan de mí, / hacen visajes, menean la cabeza: / "Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; / que lo libre, si tanto le quiere."  R.

Me acorrala una jauría de mastines, / me cerca una banda de malhechores; / me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. R.

Se reparten mi ropa, / echan a suertes mi túnica. / Pero tú, Señor, no te quedes lejos; / fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.  R.

Contaré tu fama a mis hermanos, / en medio de la asamblea te alabaré. / Fieles del Señor, alabadlo; / linaje de Jacob, glorificadlo; / temedlo, linaje de Israel.  R.

Segunda Lectura: Filipenses 2,6-11
"Se rebajo, por eso Dios lo levantó sobre todo"

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.  

Evangelio: Marcos 14,1-15,47
"Pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte"

[C. Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:

S. "No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo."

Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura

C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y lo derramó en la cabeza de Jesús. Algunos comentaban indignados:

S. "¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres."

C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:

+. "Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta." Prometieron dinero a Judas Iscariote

C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. Él andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?

C. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

S. "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?"

C. Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

+. "Id a la cuidad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?" Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena."

C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo

C. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo, dijo Jesús:

+. "Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo."

C. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:

S. "¿Seré yo?" C. Respondió:

+. "Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!"

Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre, sangre de la alianza

C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

+. "Tomad, esto es mi cuerpo."

C. Cogiendo la copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:

+. "Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios."

Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres

C. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos. Jesús les dijo:

+. Todos vais a caer, como está escrito: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas." Pero, cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea."

C. Pedro replicó:

S. "Aunque todos caigan, yo no."

C. Jesús le contestó:

+. "Te aseguro que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres."

C. Pero él insistía:

S. "Aunque tenga que morir contigo, no te negaré."

C. Y los demás decían lo mismo.

Empezó a sentir terror y angustia

C. Fueron a un huerto, que llaman Getsemaní, y dijo a sus discípulos:

+. "Sentaos aquí mientras voy a orar."

C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:

+. "Me muero de tristeza; quedaos aquí velando."

C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:

+. "¡Abba! (Padre), tú lo puedes todo; aparta de mí este cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres."

C. Volvió y, al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:

+. "Simón, ¿duermes?; ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil."

C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió por tercera vez y les dijo:

+. "Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega."

Prendedlo y conducidlo bien sujeto

C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:

S. "Al que yo bese, ése es; prendedlo y conducidlo bien sujeto."

C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:

S. "¡Maestro!"

C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo: +. "¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras."

C. Y todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto sólo en una sábana, y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.

¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?

C. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumo sacerdotes y los ancianos y los escribas. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del palacio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose en pie, daban testimonio contra él, diciendo:

S. "Nosotros le hemos oído decir: "Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres."

C. Pero ni en esto concordaban los testimonios. El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús: S. "¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?"

C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de nuevo, preguntándole:

S. "¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?..."

C. Jesús contestó:

+. "Sí lo soy. Y veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo."

C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras, diciendo:

S. "¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué decís?"

C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:

S. "Haz de profeta.

C. Y los criados le daban bofetadas.

No conozco a este hombre que decís

C. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró y dijo:

S. "También tú andabas con Jesús, el Nazareno."

C. Él lo negó, diciendo: S. "Ni sé ni entiendo lo que quieres decir."

C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:

S. "Éste es uno de ellos."

C. Y él lo volvió a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro: S. "Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo."

C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:

S. "No conozco a ese hombre que decís."

C. Y en seguida, por segunda vez, cantó un gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: "Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres", y rompió a llorar.] ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?

C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le pregunto: S. "¿Eres tú el rey de los judíos?"

C. Él respondió:

+. "Tú lo dices."

C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato pregunto de nuevo:

S. "¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti."

C. Jesús no contesto más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:

S. "¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?"

C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:

S. "¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?"

C. Ellos gritaron de nuevo:

S. "¡Crucifícalo!"

C. Pilato les dijo:

S. "Pues, ¿qué mal ha hecho?"

C. Ellos gritaron más fuerte:

S. "¡Crucifícalo!"

C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado

C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio -al pretorio- y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:

S. "¡Salve, rey de los judíos!

C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Llevaron a Jesús al Gólgota y los crucificaron

C. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de "la Calavera"), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: "El rey de los judíos". Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar

C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:

S. "¡Anda!, tú que destruías el templo y lo construías en tres días sálvate a ti mismo bajando de la cruz."

C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:

S. "A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos."

C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.

Jesús, dando un fuerte grito, expiró

C. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:

+. "Eloí, Eloí, lamá sabktaní."

C. Que significa:

+. "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"

C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

S. "Mira, está llamando a Elías."

C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:

S. "Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo."

C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

* Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:

S. "Realmente este hombre era Hijo de Dios."

[C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, que, cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

José rodó una piedra a la entrada del sepulcro

C. Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble senador, que también aguardaba el reino de Dios; armándose de valor, se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Éste compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra en la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José observaban dónde lo ponían.]