Reflexión diaria del evangelio.

Lecturas diarias de la liturgia, reflexiones diarias del Evangelio.

Reflexión diaria de la Palabra de Dios.

Lecturas diarias de la liturgia, reflexiones diarias de la Palabra de Dios.

El rezo diario del santo rosario

El Rezo diario del Santo Rosario y la meditación nos ayudan a contemplar los misterios de nuestra salvación.

Audiencia de los miércoles del Papa.

Durante la Audiencia General, el Papa dedica una catequesis sobre un tema en particular, después la resume en diferentes lenguas.

Mensaje del Papa previo al rezo del Angelus.

El Papa dirige su mensaje y reza el Ángelus con los fieles.

martes, 3 de abril de 2018

¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!

¡¡CRISTO HA RESUCITADO,
VERDADERAMENTE HA RESUCITADO!!
 
 
 

¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!

Hemos vivido unos días de Semana Santa, trascendente. El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres. Este es el día que actuó el Señor, sea nuestra Alegría y nuestro Gozo. ¡Aleluya, Aleluya!

La necesidad de nuestro corazón que ha gritado al Señor: ¡¡SALVANOS!!. Nuestras voces han sido escuchadas por Él y Dios ha sido bueno con su pueblo. Nuestros enemigos han sido vencidos, y surge victorioso el Señor Nuestro Dios.

Nos hemos ido preparando el perdón de los pecados. Hemos exaltado su nombre con el Domingo de Ramos. Nos hemos lavado los pies unos a los otros como nos ha enseñado el Maestro. Hemos adorado la Cruz y la hemos contemplado Gloriosa. Por eso después de la espera del Sábado Santo, hemos visto la Noche mas clara que el día: La Pascua. Dichosa culpa que ha merecido tal Redentor.

¡Ha Resucitado el Señor como nos lo había dicho!

¿Cómo sabemos que ha Resucitado?

Porque nos hemos encontrado con el Señor y con los hermanos.

Por que nos ha dado la alegría del perdón. Por que hemos pasado de la muerte a la Vida.

¡Feliz Pascua de Resurrección hermanos!

Hno. Miguel Alort

 

LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

¡¡CRISTO HA RESUCITADO,
VERDADERAMENTE HA RESUCITADO!!
 
 

La Resurrección de Cristo

La Resurrección de Cristo es un hecho de fe y también un acontecimiento histórico comprobable, nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica (Catecismo de la Iglesia Católica n. 647). La Resurrección de Cristo “fue un acontecimiento histórico demostrable por la señal del sepulcro vacío y por la realidad de los encuentros de los Apóstoles con Cristo resucitado”. Sin embargo, la Resurrección también es “centro que trasciende y sobrepasa a la historia”.

La Resurrección de Cristo es un hecho demasiado importante como para quedar referido sólo como un acontecimiento histórico. En la Resurrección de Cristo está el centro de nuestra fe, porque “si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe” (1 Co. 15, 14), nos advierte San Pablo.

La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más difíciles de comprender por el ser humano, encuentran su comprobación porque Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad como Dios (cf. Catecismo de la Iglesia Católica n. 651).

Pero, además, la Resurrección de Cristo, es comprobable históricamente. Los discípulos han atestiguado que verdaderamente se encontraron y estuvieron con Cristo resucitado. El sepulcro vacío y las vendas en el suelo (cf. Jn. 20, 6) significan por sí mismas que el cuerpo de Cristo ha escapado de la muerte y de la corrupción del cuerpo, consecuencia de la muerte (cf. Catecismo de la Iglesia Católica n.657).

El primer elemento que se encuentra sobre la Resurrección de Cristo es el sepulcro vacío, lo cual no es realmente una prueba directa. De hecho la ausencia del cuerpo podría explicarse de otro modo. María Magdalena creyó que “se habían llevado a su Señor” (Jn. 20, 13). Las autoridades, al ser informados por los soldados de lo sucedido los sobornaron para que dijeran que “mientras dormían, vinieron de noche los discípulos y robaron el cuerpo de Jesús” (Mt. 28, 11-15).

Sin embargo, el hecho es que las mujeres, luego Pedro y Juan, encontraron el sepulcro vacío y las vendas en el suelo. Y San Juan nos dice en su Evangelio que él “vio y creyó” (Jn. 20, 8). Esto supone que, al constatar el sepulcro vacío, supo que eso no podía ser obra humana y creyó lo que Jesús les había anunciado. Además, intuyó que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf. Jn. 11, 44).

Las apariciones de Jesús Resucitado a tantos, comenzaron por las mujeres que iban a embalsamar el cuerpo de Jesús (cf. Mc. 16, 1; Lc. 24, 1) y que, por instrucciones del Resucitado fueron las mensajeras de la noticia a los Apóstoles (cf. Lc. 24, 9-10). Esta noticia fue confirmada por la aparición de Cristo, primero a Pedro, después a los demás Apóstoles. Y es por el testimonio de Pedro que la comunidad de seguidores de Cristo exclama: “¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón” (Lc. 24, 34).

Ante éstos y muchos otros testimonios de apariciones del Resucitado, es imposible no reconocer la Resurrección de Cristo como un hecho histórico.

Pero, además, sabemos por los hechos narrados que la fe de los discípulos fue sometida a la durísima prueba de la pasión y de la muerte en cruz de Jesús. Fue tal la impresión de esa muerte tan vergonzosa que -por lo menos algunos de ellos- no creyeron tan pronto en la noticia de la Resurrección.

Tengamos en cuenta que los Evangelios no nos muestran a un grupo de cristianos entusiasmados porque Cristo iba a resucitar o siquiera porque había resucitado. Muy por el contrario, nos presentan a unos discípulos abatidos, confundidos y asustados. Por eso no le creyeron a las mujeres y “las palabras de ellas les parecieron puros cuentos” (Lc. 24, 11).

Tan imposible les parece el más grande milagro de Cristo, su propia Resurrección, que incluso al verlo resucitado, todavía dudan (cf. Lc. 24, 38), creen ver un espíritu (Lc. 24, 39). Tomás ni siquiera acepta el testimonio de los otros diez (cf. Jn. 20, 24-27). El escepticismo era tal, que en su última aparición en Galilea, en su despedida, algunos seguían dudando, según nos dice el mismo Mateo, uno de los doce (cf. Mt. 28, 27).

Por lo tanto, la hipótesis según la cual la Resurrección de Cristo habría sido producto de la fe o de la credulidad de los Apóstoles no tiene asidero.

Toda esta argumentación es basada en el Catecismo de la Iglesia Católica n. 639 a n. 647 y n. 656 y 657).

 

¿CÓMO RESUCITAREMOS?

¿CÓMO RESUCITAREMOS?
 
 
 

¿Qué es resucitar? 

En la muerte, que es la separación del alma y el cuerpo, el cuerpo humano cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, y queda en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible, uniéndolos a nuestras almas. Esto, en virtud de la Resurrección de Jesús (cf. Catecismo de la Iglesia Católica n. 997).

Este dogma central de nuestra fe cristiana no sólo nos lo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, sino que la esperanza de nuestra resurrección y futura inmortalidad se encuentran en textos bíblicos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

¿Cómo resucitaremos? 
Sobrepasa nuestra imaginación y entendimiento 

“Ciertamente el ‘cómo’”, nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “sobrepasa nuestra imaginación y nuestro entendimiento; no es accesible más que en la fe” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1000).

Cristo resucitó con su propio cuerpo: “Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo” (Lc.24, 39). Pero El no volvió a una vida terrenal. Del mismo modo, en El todos resucitarán con su propio cuerpo, el que tienen ahora, pero este cuerpo será “transfigurado en cuerpo de gloria” (Flp.3, 21), “en cuerpo espiritual” (1 Cor.15, 44) (CEC n. 999).

La resurrección tendrá lugar en un instante. “Yo quiero enseñarles este misterio: aunque no todos muramos, todos tendremos que ser transformados, en un instante, cuando toque la trompeta (Ustedes han oído de la Trompeta que anuncia el Fin). Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, los muertos se levantarán, y serán incorruptibles” (1a. Cor. 15, 51-52).

¿Quiénes resucitarán? 

Todos los hombres que han muerto (Catecismo de la Iglesia Católica n. 998). Unos para la condenación y otros para la salvación.

Es decir, todos resucitaremos: salvados y condenados. Unos para una resurrección de gloria y de felicidad eternas. Otros para una resurrección de condenación e infelicidad eternas.

¿Cuando?

Sin duda en el “último día” (Jn.6, 54 y 11, 25); “al fin del mundo” (LG 48). En efecto, la resurrección de los muertos está íntimamente ligada a la Parusía o Segunda Venida de Cristo: “Cuando se dé la señal por la voz del Arcángel, el propio Señor bajará del Cielo, al son de la trompeta divina. Los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar” (1Ts. 4, 16) (n. 1001). Y continúa San Pablo: “Después nosotros, los vivos, los que todavía estemos, nos reuniremos con ellos llevados en las nubes al encuentro del Señor, allá arriba. Y para siempre estaremos en el Señor” (1Ts. 4, 17).

San Pablo nos habla de los que han muerto y han sido salvados. También nos habla de los que estén vivos para el momento de la Segunda Venida de Cristo. Pero es San Juan quien completa lo que sucederá con los que no han muerto en Cristo: “No se asombren de esto: llega la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán mi voz. Los que hicieron el bien saldrán y resucitarán para la vida; pero los que obraron el mal resucitarán para la condenación” (Jn. 5, 28-29).

Resumiendo: En la Resurrección de Jesucristo está el centro de nuestra fe cristiana y de nuestra salvación, ya que si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe (1Cor.15, 14) ... y también nuestra esperanza. Pero sabemos que Jesucristo no sólo ha resucitado, sino que nos ha prometido resucitarnos también a nosotros.