Reflexión diaria del evangelio.

Lecturas diarias de la liturgia, reflexiones diarias del Evangelio.

Reflexión diaria de la Palabra de Dios.

Lecturas diarias de la liturgia, reflexiones diarias de la Palabra de Dios.

El rezo diario del santo rosario

El Rezo diario del Santo Rosario y la meditación nos ayudan a contemplar los misterios de nuestra salvación.

Audiencia de los miércoles del Papa.

Durante la Audiencia General, el Papa dedica una catequesis sobre un tema en particular, después la resume en diferentes lenguas.

Mensaje del Papa previo al rezo del Angelus.

El Papa dirige su mensaje y reza el Ángelus con los fieles.

domingo, 28 de noviembre de 2021

El Ángelus del Papa

PALABRAS PREVIAS AL ANGELUS

Domingo 28 de noviembre de 2021. Al comentar el Evangelio del primer domingo de Adviento, el Papa Francisco invitó a determinar qué tipo de cristianos somos comprendiendo lo que pesa en nuestros corazones. Mientras Jesús nos pide que estemos “atentos” y nos anima, porque cuando “todo parece acabado, el Señor viene a salvarnos”. De ahí que debamos “esperarlo con alegría”, “incluso en medio de las tribulaciones, en las crisis de la vida y en los dramas de la historia”.





Papa Francisco: «La oración mantiene encendida la lámpara del corazón»

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia de hoy, primer domingo de Adviento, es decir, el primer domingo de preparación para Navidad, nos habla de la venida del Señor al final de los tiempos. Jesús anuncia acontecimientos desoladores y tribulaciones, pero precisamente en este punto nos invita a no tener miedo. ¿Por qué? ¿Porque todo irá bien? No, sino porque Él vendrá. Jesús regresará, Jesús vendrá, lo ha prometido. Dice así: “Tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación” (Lc 21,28). Es bueno escuchar esta palabra de aliento: animarse y alzar la cabeza, porque precisamente en los momentos en que todo parece acabado, el Señor viene a salvarnos; esperarlo con alegría incluso en medio de las tribulaciones, en las crisis de la vida y en los dramas de la historia. Esperar al Señor. Pero, ¿cómo levantar la cabeza, cómo no dejarse absorber por las dificultades, los sufrimientos y las derrotas? Jesús nos muestra el camino con una fuerte llamada: "Estén atentos para que sus corazones no se agobien [...]. Estén atentos orando en todo momento" (vv. 34, 36).

“Estén atentos”, la vigilancia. Detengámonos en este importante aspecto de la vida cristiana. De las palabras de Cristo observamos que la vigilancia está ligada a la atención: estén atentos, vigilen, no se distraigan, es decir, ¡estén despiertos! La vigilancia significa esto: no permitas que tu corazón se vuelva perezoso y que tu vida espiritual se ablande en la mediocridad. Ten cuidado porque se puede ser "cristiano adormecido" —y nosotros lo sabemos: hay tantos cristianos adormecidos, cristianos anestesiados por la mundanidad espiritual— cristianos sin ímpetu espiritual, sin ardor en la oración, que rezan como papagayos, sin entusiasmo por la misión, sin pasión por el Evangelio. Cristianos que miran siempre hacia adentro, incapaces de mirar el horizonte. Y esto nos lleva a "dormitar": a seguir con las cosas por inercia, a caer en la apatía, indiferentes a todo menos a lo que nos resulta cómodo. Y esta es una vida triste, andar así… no hay felicidad allí.

Necesitamos estar atentos para no arrastrar nuestros días a la costumbre, para no ser agobiados —dice Jesús— por las cargas de la vida (cf. v. 34). Los afanes de la vida nos pesan. Hoy, pues, es una buena oportunidad para preguntarnos: ¿qué pesa en mi corazón? ¿Qué es lo que pesa en mi espíritu? ¿Qué me hace sentarme en el sillón de la pereza? Es triste ver cristianos “en el sillón”. ¿Cuáles son las mediocridades que me paralizan, los vicios, cuáles son los vicios que me aplastan contra el suelo y me impiden levantar la cabeza? Y con respecto a las cargas que pesan sobre los hombros de los hermanos, ¿estoy atento o soy indiferente? Estas preguntas nos hacen bien, porque ayudan a guardar el corazón de la acedia. Pero, padre, ¿qué es la acedia? Es un gran enemigo de la vida espiritual, también de la vida cristiana. La acedia es esa pereza que nos sume, que nos hace resbalar, en la tristeza, que nos quita la alegría de vivir y las ganas de hacer. Es un espíritu negativo, es un espíritu maligno que ata al alma en el letargo, robándole la alegría. Se comienza con aquella tristeza, se resbala, se resbala, y nada de alegría. El Libro de los Proverbios dice: "Guarda tu corazón, porque de él mana la vida" (Pr 4,23). Guarda tu corazón: ¡eso significa estar atento, vigilar, estar atento! Estén atentos, guarda tu corazón.

Y añadamos un ingrediente esencial: el secreto para ser vigilantes es la oración. Porque Jesús dice: "Estén atentos orando en todo momento" (Lc 21,36). Es la oración la que mantiene encendida la lámpara del corazón. Especialmente cuando sentimos que nuestro entusiasmo se enfría, la oración lo reaviva, porque nos devuelve a Dios, al centro de las cosas. La oración despierta el alma del sueño y la centra en lo que importa, en el propósito de la existencia. Incluso en los días más ajetreados, no descuidemos la oración. Ahora estaba viendo, en el programa “A su imagen”, una bella reflexión sobre la oración: nos ayudará verla, nos hará bien. La oración del corazón puede ayudarnos, repitiendo a menudo breves invocaciones. En Adviento, acostumbrémonos a decir, por ejemplo: "Ven, Señor Jesús". Solo eso, pero decirle: “Ven, Señor Jesús”. Este tiempo de preparación para Navidad es hermoso: pensemos en el pesebre, pensemos en la Navidad, y digamos con el corazón: “Ven, Señor Jesús, ven”. Repitamos esta oración a lo largo del día y el ánimo permanecerá vigilante. “Ven, Señor Jesús”: es una oración que podemos repetirla tres veces, todos juntos. “Ven, Señor Jesús”, “Ven, Señor Jesús”, “Ven, Señor Jesús”.  

Y ahora recemos a la Virgen: ella, que esperó al Señor con un corazón vigilante, nos acompañe en el camino del Adviento. 


ORACIÓN DEL ÁNGELUS:

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ. 
Et concépit de Spíritu Sancto. 
Ave Maria… 

Ecce ancílla Dómini. 
Fiat mihi secúndum verbum tuum. 
Ave Maria… 

Et Verbum caro factum est. 
Et habitávit in nobis. 
Ave Maria… 

Ora pro nobis, sancta Dei génetrix. 
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi. 

Orémus. 
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine, 
méntibus nostris infunde; 
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum. 
Amen. 

Gloria Patri… (ter) 
Requiem aeternam… 

Benedictio Apostolica seu Papalis 

Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo. 
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus, 
Pater, et Fi lius, et Spiritus Sanctus. 

Amen. 

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas: 

Ayer me reuní con miembros de asociaciones y grupos de migrantes y de personas que, con espíritu de fraternidad, comparten su camino. ¡Están aquí en la plaza, con esa gran bandera! Bienvenidos. Pero cuántos migrantes —pensemos en esto—, cuántos migrantes están expuestos, incluso en estos días, a peligros muy graves, y cuántos pierden la vida en nuestras fronteras. Me duelen las noticias de la situación en la que se encuentran tantos de ellos: de los que murieron en el Canal de la Mancha; de los que están en las fronteras de Bielorrusia, muchos de los cuales son niños; de los que se ahogan en el Mediterráneo. Mucho dolor al pensar en ellos. De los que son repatriados al norte de África, capturados por los traficantes, que los convierten en esclavos: venden a las mujeres, torturan a los hombres... De los que, también esta semana, han intentado cruzar el Mediterráneo buscando una tierra de bienestar y encontraron allí, en cambio, una tumba; y de tantos otros. A los migrantes que se encuentran en estas situaciones de crisis les aseguro mi oración, y también mi corazón: sepan que estoy cerca de ustedes. Rezar y obrar. Doy las gracias a todas las instituciones, tanto de la Iglesia Católica como de otros lugares, especialmente a las agencias nacionales de Cáritas y a todos los que se comprometen a aliviar su sufrimiento. Renuevo mi más sincero llamamiento a quienes pueden contribuir a resolver estos problemas, especialmente a las autoridades civiles y militares, para que el entendimiento y el diálogo se impongan finalmente a cualquier tipo de instrumentalización y orienten sus voluntades y esfuerzos hacia soluciones que respeten la humanidad de estas personas. Pensemos en los migrantes, en su sufrimiento, y recemos en silencio... [momento de silencio]. 

Los saludo a todos ustedes, peregrinos que han venido de Italia y de diferentes países: hay muchas banderas de diferentes países. Saludo a las familias, a los grupos parroquiales, a las asociaciones. En particular, saludo a los fieles de Timor Oriental —veo la bandera allí—, de Polonia y de Lisboa; así como a los de Tivoli. 

Y les deseo a todos un buen domingo y un buen camino de Adviento, un buen camino hacia la Navidad, hacia el Señor. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Un buen almuerzo y hasta pronto! 



 

miércoles, 24 de noviembre de 2021

Audiencia del Papa

AUDIENCIA DE LOS MIÉRCOLES DEL PAPA FRANCISCO

Miércoles 24/11/2021. Continuando con su ciclo de catequesis sobre la figura de San José, el Papa Francisco reflexionó durante su Audiencia General de esta mañana, sobre el rol del padre adoptivo de Jesús en la historia de salvación.

Asimismo, el Pontífice recordó que todos podemos encontrar en San José, a un hombre "que pasa inobservado", de presencia discreta e inadvertida pero que actúa como un intercesor, "un apoyo y una guía fundamental en los momentos de dificultad". (RESUMEN EN ESPAÑOL)

RESUMEN EN ESPAÑOL DE LA CATEQUESIS DEL PAPA



El Papa Francisco en la Audiencia General:

José fue «esa presencia cotidiana, discreta y escondida 
que sostiene a Jesús y María».

Queridos hermanos y hermanas:

Proseguimos hoy con la segunda catequesis sobre san José, referida a su papel en la Historia de la Salvación. Los evangelios, aun cuando dejan claro que José no es el padre biológico de Jesús, afirman que es su padre a pleno título. Su figura, a través de las dos genealogías que recogen los evangelistas Mateo y Lucas, evidencia cómo Jesús se hace presente en la historia, y de ese modo da cumplimiento a la alianza de Dios con el linaje de Abrahán y a la salvación de la humanidad. 

Además de este valor teológico, José se muestra como esa presencia cotidiana, discreta y escondida que sostiene a Jesús y María. En ambas imágenes, nos enseña que nuestras vidas, como la de Jesús, están sostenidas por personas comunes, que nos preceden y nos acompañan, tejiendo con nosotros la historia de nuestra vida. Por esta razón, José no sólo es el “custodio” de la Sagrada Familia, sino que también lo es de la Iglesia, prolongación del Cuerpo de Cristo, y podemos encontrar en él el sostén, la intercesión y la guía en los momentos de dificultad.

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a pedir con confianza a san José la capacidad de valorizar los vínculos profundos de nuestra vida, a las personas comunes que nos acompañan y sostienen, para que nadie se sienta solo y abandonado y todos puedan reconciliarse con su propia historia viendo en ella la providencia de Dios pese a su debilidad. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias. 

TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA



Catequesis del Papa Francisco: «San José en la historia de salvación» 
 
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El miércoles pasado empezamos el ciclo de catequesis sobre la figura de san José —está terminando el año dedicado a él—. Hoy proseguimos este recorrido deteniéndonos en su rol en la historia de la salvación.

Jesús en los Evangelios es indicado como «hijo de José» (Lc 3,23; 4,22; Jn 1,45; 6,42) e «hijo del carpintero» (Mt 13,55; Mc 6,3). Los Evangelistas Mateo y Lucas, narrando la infancia de Jesús, dan espacio al rol de José. Ambos componen una “genealogía”, para evidenciar la historicidad de Jesús. Mateo, dirigiéndose sobre todo a los judeocristianos, parte de Abraham para llegar a José, definido «el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo» (1,16). Lucas, sin embargo, se remonta hasta Adán, empezando directamente por Jesús, que «era hijo de José», pero precisa: «según se creía» (3,23). Por tanto, ambos evangelistas presentan a José no como padre biológico, pero de todas formas como padre de Jesús en toda regla. A través de él, Jesús realiza el cumplimiento de la historia de la alianza y de la salvación transcurrida entre Dios y el hombre. Para Mateo esta historia comienza con Abraham, para Lucas con el origen mismo de la humanidad, es decir con Adán.

El evangelista Mateo nos ayuda a comprender que la figura de José, aunque aparentemente marginal, discreta, en segunda línea, representa sin embargo una pieza fundamental en la historia de salvación. José vive su protagonismo sin querer nunca adueñarse de la escena. Si lo pensamos, «nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, […]. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños, con gestos cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos» (Cart. ap. Patris corde, 1). Así, todos pueden hallar en san José, el hombre que pasa inobservado, el hombre de la presencia cotidiana, de la presencia discreta y escondida, un intercesor, un apoyo y una guía en los momentos de dificultad. Él nos recuerda que todos aquellos que están aparentemente escondidos o en “segunda línea” tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. El mundo necesita a estos hombres y a estas mujeres: hombres y mujeres en segunda línea, pero que sostienen el desarrollo de nuestra vida, de cada uno de nosotros, y que, con la oración, con el ejemplo, con la enseñanza nos sostienen en el camino de la vida.

EEn el Evangelio de Lucas, José aparece como el custodio de Jesús y de María. Y por esto es también «el Custodio de la Iglesia: si ha sido el custodio de Jesús y de María, trabaja, ahora que está en los cielos, y sigue haciendo el custodio, en este caso de la Iglesia; porque la Iglesia es la extensión del Cuerpo de Cristo en la historia, y al mismo tiempo en la maternidad de la Iglesia se refleja la maternidad de María. José, a la vez que continúa protegiendo a la Iglesia —por favor, no os olvidéis de esto: hoy, José protege la Iglesia— sigue amparando al Niño y a su madre» (ibid., 5). Este aspecto de la custodia de José es la gran respuesta al pasaje del Génesis. Cuando Dios le pide a Caín que rinda cuentas sobre la vida de Abel, él responde: «¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?» (4,9). José, con su vida, parece querer decirnos que siempre estamos llamados a sentirnos custodios de nuestros hermanos, custodios de quien se nos ha puesto al lado, de quien el Señor nos encomienda a través de muchas circunstancias de la vida.

Una sociedad como la nuestra, que ha sido definida “líquida”, porque parece no tener consistencia. Yo corregiré a ese filósofo que acuñó esta definición y diré: más que líquida, gaseosa, una sociedad propiamente gaseosa. Esta sociedad líquida, gaseosa encuentra en la historia de José una indicación bien precisa sobre la importancia de los vínculos humanos. De hecho, el Evangelio nos cuenta la genealogía de Jesús, además de por una razón teológica, para recordar a cada uno de nosotros que nuestra vida está hecha de vínculos que nos preceden y nos acompañan. El Hijo de Dios, para venir al mundo, ha elegido la vía de los vínculos, la vía de la historia: no bajó al mundo mágicamente, no. Hizo el camino histórico que hacemos todos nosotros. 

Queridos hermanos y hermanas, pienso en muchas personas a las que les cuesta encontrar vínculos significativos en su vida, y precisamente por esto cojean, se sienten solos, no tienen la fuerza y la valentía para ir adelante. Quisiera concluir con una oración que les ayude y nos ayude a todos nosotros a encontrar en san José un aliado, un amigo y un apoyo. 

San José, 
tú que has custodiado el vínculo con María y con Jesús, 
ayúdanos a cuidar las relaciones en nuestra vida. 
Que nadie experimente ese sentido de abandono 
que viene de la soledad. 
Que cada uno se reconcilie con la propia historia, 
con quien le ha precedido, 
y reconozca también en los errores cometidos 
una forma a través de la cual la Providencia se ha hecho camino, 
y el mal no ha tenido la última palabra. 
Muéstrate amigo con quien tiene mayor dificultad, 
y como apoyaste a María y Jesús en los momentos difíciles, 
apóyanos también a nosotros en nuestro camino. Amén. 




 

domingo, 21 de noviembre de 2021

El Ángelus del Papa

PALABRAS PREVIAS AL ANGELUS

Domingo 28 de noviembre de 2021. A la hora del Ángelus en la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el Papa Francisco invitó a buscar la verdad de Jesús que hace libre y soberano el corazón, libera de la hipocresía y nos vuelve verdaderos. “Siguiéndolo no se pierde, sino que se adquiere dignidad”. Dirigiéndose a los numerosos fieles congregados en una soleada plaza de San Pedro, desde la ventana del Palacio Apostólico, el Pontífice reflexionó sobre el Evangelio de la liturgia hodierna del último domingo del Tiempo ordinario, que culmina en una afirmación de Jesús, que dice: «Sí, como dices, soy Rey» (Jn 18,37).





Papa Francisco: «la verdad de Jesús nos hace libres»

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia de hoy, último domingo del Año Litúrgico, culmina en una afirmación de Jesús, que dice: «Sí, como dices, soy Rey» (Jn 18,37). Él pronunciaba estas palabras delante de Pilato, mientras que la multitud grita para que le condenen a muerte. Él dice: “Soy rey”, y la multitud grita para condenarlo a muerte: ¡gran contraste! Ha llegado la hora crucial. Antes, parece que Jesús no quisiera que la gente lo aclamase como rey: recordamos esa vez después de la multiplicación de los panes y de los peces, cuando se retiró solo a rezar (cf. Jn 6,14-15).

El hecho es que la realeza de Jesús es muy diferente de la mundana. «Mi reino —dice a Pilato— no es de este mundo» (Jn 18,36). Él no viene para dominar, sino para servir. No llega con los signos de poder, sino con el poder de los signos. No se ha revestido de insignias valiosas, sino que está desnudo en la cruz. Y es precisamente en la inscripción puesta en la cruz que Jesús es definido como “rey” (cf. Jn 19,19). ¡Su realeza está realmente más allá de los parámetros humanos! Podríamos decir que no es rey como los otros, sino que es Rey para los otros. Pensemos de nuevo en esto: Cristo, delante de Pilato, dice que es el rey en el momento en el que la multitud está en su contra, mientras que cuando le seguían y le aclamaban había tomado distancia de esta aclamación. Jesús se demuestra, así, soberanamente libre del deseo de la fama y de la gloria terrena. Y nosotros, preguntémonos, ¿sabemos imitarle en esto? ¿Sabemos cómo gobernar sobre nuestra tendencia a ser continuamente buscados y aprobados, o hacemos todo para ser estimados por parte de los otros? En lo que hacemos, en particular en nuestro compromiso cristiano, me pregunto, ¿qué cuenta? ¿Cuentan los aplausos o cuenta el servicio?

Jesús no solo evita toda búsqueda de grandeza terrenal, sino que también hace libre y soberano el corazón de quien le sigue. Él, queridos hermanos y hermanas, nos libera del sometimiento del mal. Su Reino es liberador, no tiene nada de opresivo. Él trata a cada discípulo como amigo, no como súbdito. Cristo, aun estando por encima de todos los soberanos, no traza líneas de separación entre sí y los demás; desea más bien hermanos con los que compartir su alegría (cf. Jn 15,11). Siguiéndolo no se pierde, no se pierde nada, sino que se adquiere dignidad. Porque Cristo no quiere en torno a sí servilismo, sino gente libre. Y, preguntémonos ahora, ¿de dónde nace la libertad de Jesús? Lo descubrimos volviendo a su afirmación frente a Pilato: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad» (Jn 18,37).

La libertad de Jesús viene de la verdad. Es su verdad la que nos hace libres (cf. Jn 8,32). Pero la verdad de Jesús no es una idea, algo abstracto: la verdad de Jesús es una realidad, es Él mismo que hace la verdad dentro de nosotros, nos libera de las ficciones, de las falsedades que tenemos dentro, del doble lenguaje. Estando con Jesús, nos volvemos verdaderos. La vida del cristiano no es una actuación donde se puede llevar la máscara que más conviene. Porque cuando Jesús reina en el corazón, lo libera de la hipocresía, lo libera de las escapatorias, de las dobleces. La mejor prueba de que Cristo es nuestro rey es el desapego de lo que contamina la vida, haciéndola ambigua, opaca, triste. Cuando la vida es ambigua, un poco de aquí, un poco de allá, es triste, es muy triste. Cierto, debemos lidiar siempre con los límites y los defectos: todos somos pecadores. Pero cuando se vive bajo el señorío de Jesús, uno no se vuelve corrupto, no se vuelve falso, con la inclinación a cubrir la verdad. No se lleva doble vida. Recordad bien: pecadores sí, lo somos todos, corruptos, ¡nunca! Que la Virgen nos ayude a buscar cada día la verdad de Jesús, Rey del Universo, que nos libera de las esclavitudes terrenas y nos enseña a gobernar nuestros vicios. 


ORACIÓN DEL ÁNGELUS:

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ. 
Et concépit de Spíritu Sancto. 
Ave Maria… 

Ecce ancílla Dómini. 
Fiat mihi secúndum verbum tuum. 
Ave Maria… 

Et Verbum caro factum est. 
Et habitávit in nobis. 
Ave Maria… 

Ora pro nobis, sancta Dei génetrix. 
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi. 

Orémus. 
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine, 
méntibus nostris infunde; 
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum. 
Amen. 

Gloria Patri… (ter) 
Requiem aeternam… 

Benedictio Apostolica seu Papalis 

Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo. 
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus, 
Pater, et Fi lius, et Spiritus Sanctus. 

Amen. 

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas: 

Hoy, por primera vez en la solemnidad de Cristo Rey, en todas las Iglesias particulares se celebra la Jornada Mundial de la Juventud. Por esto junto a mí hay dos jóvenes de Roma, que representan a toda la juventud de Roma. Saludo de corazón a los chicos y las chicas de nuestra diócesis, y deseo que todos los jóvenes del mundo se sienta parte viva de la Iglesia, protagonistas de su misión. ¡Gracias por haber venido! Y no os olvidéis que reinar es servir. ¿Cómo era esto? Reinar es servir. Todos juntos: reinar es servir. Como nos enseña nuestro Rey. Ahora pediré a los jóvenes que os saluden. 

Chica: ¡Buena Jornada Mundial de los Jóvenes a todos vosotros! 

Chico: ¡Testimoniemos que creer en Jesús es muy bonito! 

Papa: Pero mira: ¡es bonito esto! Gracias. Quedaos aquí. 

Hoy se celebra también la Jornada Mundial de la Pesca. Saludo a todos los pescadores y rezo por los que viven condiciones difíciles o a veces, lamentablemente, de trabajo forzado. Animo a los capellanes y a los voluntarios de la Stella Maris a proseguir en el servicio pastoral a estas personas y a sus familias. 

Y en este día recordamos también a todas las víctimas de la carretera: rezamos por ellos y comprometámonos con la prevención de los accidentes. 

Deseo además animar las iniciativas emprendidas por las Naciones Unidas para que se llegue a un mayor control sobre el comercio de las armas. 

Ayer, en Katowice, en Polonia, fue beatificado el sacerdote Juan Francisco Macha, asesinado por odio a la fe en 1942, en el contexto de la persecución del régimen nazi contra la Iglesia. En la oscuridad del cautiverio, él encontró en Dios la fuerza y la mansedumbre para afrontar ese calvario. Que su martirio sea semilla fecunda de esperanza y de paz. ¡Un aplauso para el nuevo beato! 

Os saludo a todos vosotros, fieles de Roma y peregrinos de varios países, en particular a los procedentes de Polonia y de Estados Unidos de América. Saludo a los scouts de la archidiócesis de Braga, en Portugal. Un saludo especial a la comunidad ecuatoriana de Roma, que celebra la Virgen de El Quinche. Saludo a los fieles de San Antimo (Nápoles) y de Catania; a los jóvenes de la confirmación de Pattada; y a los voluntarios del Banco de Alimentos, que se preparan para la Jornada de la colecta de alimentos, el próximo sábado ¡Muchas gracias! Y también a los jóvenes de la Inmaculada.

Os deseo a todos feliz domingo. Y por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto! 



 

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Audiencia del Papa

AUDIENCIA DE LOS MIÉRCOLES DEL PAPA FRANCISCO

Miércoles 17/11/2021. El Santo Padre ha comenzado un nuevo ciclo de catequesis sobre San José. Ha recordado que “estamos viviendo un Año especialmente dedicado a él, con motivo del 150 aniversario de su proclamación como patrono de la Iglesia universal”.

El Papa Francisco recordó que “las principales referencias geográficas de su vida, son Belén y Nazaret, dos lugares periféricos. Esto nos recuerda que tenemos que estar atentos a lo que el mundo ignora, y recuperar una mirada que sepa discernir y valorar lo esencial”. (RESUMEN EN ESPAÑOL)

RESUMEN EN ESPAÑOL DE LA CATEQUESIS DEL PAPA



El Papa Francisco en la Audiencia General:

«Tenemos que estar atentos a lo que el mundo ignora».

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy comenzamos un nuevo ciclo de catequesis, esta vez referidas a San José. Estamos viviendo un Año especialmente dedicado a él, con motivo del 150 aniversario de su proclamación como patrono de la Iglesia universal. En la Carta apostólica Patris corde recogí algunas reflexiones sobre él. Espero que, en este tiempo de crisis global que estamos viviendo, nos confiemos a su intercesión, y su ejemplo nos edifique y nos guíe cada día. 

En la Biblia hay más de diez personajes con el nombre de José, que en hebreo significa “que Dios haga crecer”. Este detalle nos permite reconocer un rasgo que distingue a san José: es un hombre de fe, que confía en los designios y en la providencia de Dios. Otro aspecto de su figura son las principales referencias geográficas de su vida, Belén y Nazaret, que eran dos lugares periféricos.

Esto nos recuerda que tenemos que estar atentos a lo que el mundo ignora, y recuperar una mirada que sepa discernir y valorar lo esencia. 

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Hoy, de modo particular, quisiera que mi mensaje llegue a todos los hombres y mujeres que viven en las periferias más olvidadas y que atraviesan situaciones de marginalidad. Que san José los proteja, y no se olviden de acudir a él en todo momento con confianza y amor filial. Que Dios los bendiga. Muchas gracias. 

TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA



Catequesis del Papa Francisco: «José cree en la providencia de Dios, tiene fe en la providencia de Dios» 
 
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El 8 de diciembre de 1870, el beato Pío IX proclamó a san José patrón de la Iglesia universal. Ahora, 150 años después de aquel acontecimiento, estamos viviendo un año especial dedicado a san José, y en la Carta Apostólica Patris corde he recogido algunas reflexiones sobre su figura. Nunca antes como hoy, en este tiempo marcado por una crisis global con diferentes componentes, puede servirnos de apoyo, consuelo y guía. Por eso he decidido dedicarle una serie de catequesis, que espero nos ayuden a dejarnos iluminar por su ejemplo y su testimonio. Durante algunas semanas hablaremos de san José.

En la Biblia hay más de diez personajes que llevan el nombre de José. El más importante de ellos es el hijo de Jacob y Raquel, que, a través de diversas peripecias, pasó de ser un esclavo a convertirse en la segunda persona más importante de Egipto después del faraón (cf. Gn 37-50). El nombre José en hebreo significa “que Dios acreciente. Que Dios haga crecer”. Es un deseo, una bendición fundada en la confianza en la providencia y referida especialmente a la fecundidad y al crecimiento de los hijos. De hecho, precisamente este nombre nos revela un aspecto esencial de la personalidad de José de Nazaret. Él es un hombre lleno de fe en su providencia: cree en la providencia de Dios, tiene fe en la providencia de Dios. Cada una de sus acciones, tal como se relata en el Evangelio, está dictada por la certeza de que Dios “hace crecer”, que Dios “aumenta”, que Dios “añade”, es decir, que Dios dispone la continuación de su plan de salvación. Y en esto, José de Nazaret se parece mucho a José de Egipto.

También las principales referencias geográficas que se refieren a José: Belén y Nazaret, asumen un papel importante en la comprensión de su figura.

En el Antiguo Testamento la ciudad de Belén se llama con el nombre de Beth Lehem, es decir, “Casa del pan”, o también Efratá, por la tribu que se asentó allí. En árabe, en cambio, el nombre significa “Casa de la carne”, probablemente por el gran número de rebaños de ovejas y cabras presentes en la zona. De hecho, no es casualidad que, cuando nació Jesús, los pastores fueran los primeros testigos del acontecimiento (cf. Lc 2,8-20). A la luz del relato de Jesús, estas alusiones al pan y a la carne remiten al misterio de la Eucaristía: Jesús es el pan vivo bajado del cielo (cf. Jn 6,51). Él mismo dirá de sí: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna» (Jn 6,54).

Belén se menciona varias veces en la Biblia, ya en el libro del Génesis. Belén también está vinculada a la historia de Rut y Noemí, contada en el pequeño pero maravilloso Libro de Rut. Rut dio a luz a un hijo llamado Obed, que a su vez dio a luz a Jesé, el padre del rey David. Y fue de la línea de David de donde provino José, el padre legal de Jesús. El profeta Miqueas predijo grandes cosas sobre Belén: «Mas tú, Belén-Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel» (Mi 5,1). El evangelista Mateo retomará esta profecía y la vinculará a la historia de Jesús como su evidente cumplimiento. 

De hecho, el Hijo de Dios no eligió Jerusalén como lugar de su encarnación, sino Belén y Nazaret, dos pueblos periféricos, alejados del clamor de las noticias y del poder del tiempo. Sin embargo, Jerusalén era la ciudad amada por el Señor (cf. Is 62,1-12), la «ciudad santa» (Dn 3,28), elegida por Dios para habitarla (cf. Zac 3,2; Sal 132,13). Aquí, en efecto, habitaban los maestros de la Ley, los escribas y fariseos, los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo (cf. Lc 2,46; Mt 15,1; Mc 3,22; Jn 1,19; Mt 26,3). 

Por eso la elección de Belén y Nazaret nos dice que la periferia y la marginalidad son predilectas de Dios. Jesús no nace en Jerusalén con toda la corte… no: nace en una periferia y pasó su vida, hasta los 30 años, en esa periferia, trabajando como carpintero, como José. Para Jesús, las periferias y las marginalidades son predilectas. No tomar en serio esta realidad equivale a no tomar en serio el Evangelio y la obra de Dios, que sigue manifestándose en las periferias geográficas y existenciales. El Señor actúa siempre a escondidas en las periferias, también en nuestra alma, en las periferias del alma, de los sentimientos, tal vez sentimientos de los que nos avergonzamos; pero el Señor está ahí para ayudarnos a ir adelante. El Señor continúa manifestándose en las periferias, tanto en las geográficas, como en las existenciales. En particular, Jesús va en busca de los pecadores, entra en sus casas, les habla, los llama a la conversión. Y también se le reprende por ello: “Pero mira a este Maestro —dicen los doctores de la ley— mira a este Maestro: come con los pecadores, se ensucia, va a buscar a aquellos que no han hecho el mal, pero lo han sufrido: los enfermos, los hambrientos, los pobres, los últimos. Siempre Jesús va hacia las periferias. Y esto nos debe dar mucha confianza, porque el Señor conoce las periferias de nuestro corazón, las periferias de nuestra alma, las periferias de nuestra sociedad, de nuestra ciudad, de nuestra familia, es decir, esa parte un poco oscura que no dejamos ver, tal vez por vergüenza. 

Bajo este aspecto, la sociedad de aquella época no es muy diferente de la nuestra. También hoy hay un centro y una periferia. Y la Iglesia sabe que está llamada a anunciar la buena nueva a partir de las periferias. José, que es un carpintero de Nazaret y que confía en el plan de Dios para su joven prometida y para él mismo, recuerda a la Iglesia que debe fijar su mirada en lo que el mundo ignora deliberadamente. Hoy José nos enseña esto: “a no mirar tanto a las cosas que el mundo alaba, a mirar los ángulos, a mirar las sombras, a mirar las periferias, lo que el mundo no quiere”. Nos recuerda a cada uno de nosotros que debemos dar importancia a lo que otros descartan. En este sentido, es un verdadero maestro de lo esencial: nos recuerda que lo realmente valioso no llama nuestra atención, sino que requiere un paciente discernimiento para ser descubierto y valorado. Descubrir lo que vale. Pidámosle que interceda para que toda la Iglesia recupere esta mirada, esta capacidad de discernir y esta capacidad de evaluar lo esencial. Volvamos a empezar desde Belén, volvamos a empezar desde Nazaret. 

Quisiera hoy enviar un mensaje a todos los hombres y mujeres que viven en las periferias geográficas más olvidadas del mundo o que viven situaciones de marginalidad existencial. Que puedan encontrar en san José el testigo y el protector al que mirar. A él podemos dirigirnos con esta oración, oración “hecha en casa”, pero que ha salido del corazón: 

San José, 
tú que siempre te has fiado de Dios, 
y has tomado tus decisiones 
guiado por su providencia, 
enséñanos a no contar tanto en nuestros proyectos, 
sino en su plan de amor. 
Tú que vienes de las periferias, 
ayúdanos a convertir nuestra mirada 
y a preferir lo que el mundo descarta y pone en los márgenes. 
Conforta a quien se siente solo 
Y sostiene a quien se empeña en silencio 
Por defender la vida y la dignidad humana. Amén. 




 

domingo, 14 de noviembre de 2021

El Ángelus del Papa

PALABRAS PREVIAS AL ANGELUS

Domingo 14 de noviembre de 2021. En el Ángelus, Francisco recordó que las cosas terrenales como el dinero, el éxito, la apariencia y el bienestar físico no están destinadas a durar. En cambio, sólo quedará el amor "porque el bien nunca se pierde".





Papa Francisco: «Quien hace el bien invierte en la eternidad.»

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasaje evangélico de la liturgia de hoy se abre con una frase de Jesús que nos deja consternados: «El sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo» (Mc 13,24-25). ¿Pero cómo, también el Señor se pone catastrofista? No, ciertamente no es esa su intención. Él quiere hacernos entender que todo en este mundo, antes o después, pasa. Incluso el sol, la luna y las estrellas, que forman el “firmamento” —palabra que indica “firmeza”, “estabilidad”—, están destinados a pasar.

Sin embargo, al final Jesús dice qué es lo que no colapsa: «El cielo y la tierra pasarán —dice—, pero mis palabras no pasarán» (v. 31). Las palabras del Señor no pasan. Establece una distinción entre las cosas penúltimas, que pasarán, y las cosas últimas, que permanecerán. Es un mensaje para nosotros, para orientarnos en nuestras decisiones importantes de la vida, para orientarnos sobre en qué conviene invertir la vida. ¿En lo que es transitorio, o en las palabras del Señor, que permanecen para siempre? Evidentemente, en estas. Pero no es fácil. De hecho, las cosas que caen bajo nuestros sentidos y nos dan satisfacción inmediata nos atraen, mientras que las palabras del Señor, aunque son hermosas, van más allá de lo inmediato y requieren paciencia. Estamos tentados de agarrarnos a lo que vemos y tocamos y nos parece más seguro. Es humano, la tentación es esa. Pero es un engaño, porque «el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán». He aquí, por tanto, la invitación: no edifiquemos la vida sobre la arena. Cuando se construye una casa, se excava en profundidad y se ponen cimientos sólidos. Solo un ignorante diría que eso es tirar el dinero por algo que no se ve. El discípulo fiel, para Jesús, es aquel que cimienta la vida sobre la roca, que es su Palabra que no pasa (cfr. Mt 7, 24-27), sobre la firmeza de la Palabra de Jesús: este es el fundamento de la vida que Jesús quiere de nosotros, y que no pasará.

Y ahora preguntémonos —cuando se lee la Palabra de Dios, uno siempre se hace preguntas—: ¿cuál es el centro, cuál es el corazón de la Palabra de Dios? ¿Qué es lo que, en definitiva, da solidez a la vida y nunca tendrá fin? Nos lo dice san Pablo. El centro, precisamente el corazón que late, lo que da solidez, es la caridad: «La caridad no acaba nunca» (1 Cor 13, 8), dice san Pablo; es decir, el amor. Quien hace el bien invierte en la eternidad. Cuando vemos una persona generosa y servicial, apacible, paciente, que no es envidiosa, no critica, no se jacta, no se hincha de orgullo, no falta al respeto (cfr. 1 Cor 13, 4-7), esta es una persona que construye el Cielo en la tierra. Quizá no tenga visibilidad, no haga carrera, no sea noticia en los periódicos, y, sin embargo, lo que hace no se perderá. Porque el bien nunca se pierde, el bien permanece para siempre.

Y nosotros, hermanos y hermanas, preguntémonos: ¿en qué estamos invirtiendo la vida? ¿En cosas que pasan, como el dinero, el éxito, la apariencia, el bienestar físico? De estas cosas, no nos llevaremos nada. ¿Estamos apegados a las cosas terrenas como si tuviéramos que vivir aquí para siempre? Mientras somos jóvenes y tenemos salud, todo va bien, pero cuando llega la hora de la despedida, debemos dejar todo. La Palabra de Dios hoy nos advierte: la escena de este mundo pasa. Y solamente permanecerá el amor. Por consiguiente, fundar la vida sobre la Palabra de Dios no es evadirse de la historia, es sumergirse en las realidades terrenas para hacerlas firmes, para transformarlas con el amor, imprimiéndoles el sello de la eternidad, el signo de Dios. He aquí entonces un consejo para tomar las decisiones importantes. Cuando no sé qué hacer, cómo tomar una decisión definitiva, una decisión importante, una decisión que implica el amor de Jesús, ¿qué debo hacer? Antes de decidir, imaginemos que estamos ante Jesús, como al final de la vida, ante Él que es amor. Y pensando allí, en su presencia, en el umbral de la eternidad, tomemos la decisión para el hoy. Así tenemos que decidir: siempre mirando la eternidad, mirando a Jesús. Quizá no sea la elección más fácil, la más inmediata, pero será la buena, eso es seguro (cfr. San Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, 187). 

Que la Virgen nos ayude a tomar las decisiones importantes de la vida como hizo ella: según el amor, según Dios.

ORACIÓN DEL ÁNGELUS:

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ. 
Et concépit de Spíritu Sancto. 
Ave Maria… 

Ecce ancílla Dómini. 
Fiat mihi secúndum verbum tuum. 
Ave Maria… 

Et Verbum caro factum est. 
Et habitávit in nobis. 
Ave Maria… 

Ora pro nobis, sancta Dei génetrix. 
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi. 

Orémus. 
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine, 
méntibus nostris infunde; 
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum. 
Amen. 

Gloria Patri… (ter) 
Requiem aeternam… 

Benedictio Apostolica seu Papalis 

Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo. 
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus, 
Pater, et Fi lius, et Spiritus Sanctus. 

Amen. 

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas: 

Hoy celebramos la V Jornada Mundial de los Pobres, nacida como fruto del Jubileo de la Misericordia. El tema de este año son las palabras de Jesús: «A los pobres los tenéis siempre con vosotros» (Mc 14,7). Y es verdad: la humanidad progresa, se desarrolla, pero los pobres están siempre con nosotros, siempre los hay, y en ellos está presente Cristo, en el pobre está presente Cristo. Anteayer, en Asís, vivimos un momento fuerte de testimonio y de oración que os invito a retomar, os hará bien. Y doy las gracias por las muchas iniciativas de solidaridad que se han organizado en las diócesis y en las parroquias de todo el mundo. 

El grito de los pobres, unido al grito de la tierra, ha resonado los pasados días en la cumbre de las Naciones Unidas sobre el cambio climático COP26, en Glasgow. Animo a cuantos tienen responsabilidades políticas y económicas a actuar inmediatamente, con valentía y amplitud de miras; al mismo tiempo, invito a todas las personas de buena voluntad a ejercer la ciudadanía activa en el cuidado de la casa común. Con este fin, precisamente hoy, Jornada Mundial de los Pobres, se abren las inscripciones a la plataforma Laudato si’, que promueve la ecología integral. 

Hoy también se celebra el Día Mundial de la Diabetes, enfermedad crónica que aflige a muchas personas, incluidos jóvenes y niños. Rezo por todos ellos y por quienes comparten diariamente sus fatigas, así como por los operadores sanitarios y los voluntarios que los asisten. 

Y ahora os saludo a todos vosotros, fieles de Roma y peregrinos de varios países. Veo muchas banderas allí… Saludo especialmente a los peregrinos venidos desde España y Polonia. Saludo al grupo scout de Palestrina y a los fieles de la parroquia de San Timoteo de Roma y de la parroquia de Bozzolo.

Os deseo a todos un feliz domingo. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta la vista. 



 

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Audiencia del Papa

AUDIENCIA DE LOS MIÉRCOLES DEL PAPA FRANCISCO

Miércoles 10/11/2021. Francisco concluyó el ciclo de catequesis sobre la Carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas recordando que el apóstol presenta la fe “no como algo que apacigua y aplaca sino como un revulsivo que llama a abandonar el pecado para seguir la vida del Espíritu”.

Sin embargo, el Papa alertó de que las dificultades pueden apagar el entusiasmo. Ante situaciones de ese tipo sugirió acudir a Dios: “el Señor ve más allá de la tormenta y, a través de su mirada serena, podremos contemplar el panorama de forma distinta”. (RESUMEN EN ESPAÑOL)

RESUMEN EN ESPAÑOL DE LA CATEQUESIS DEL PAPA



El Papa Francisco en la Audiencia General:

«La fe sólo puede vivirse en libertad».

Queridos hermanos y hermanas:

Concluimos hoy las catequesis sobre la Carta del Apóstol san Pablo a los Gálatas. En ellas lo hemos visto como evangelizador, teólogo y pastor que sabe escuchar la Palabra de Dios, incluso en el silencio de las obras que Jesús cumple. 

Con intuiciones muy originales nos ha presentado la fe en Cristo, no como algo que nos apacigua y aplaca sino como un revulsivo que nos llama como comunidad a abandonar el pecado para seguir la vida del Espíritu. De esta enseñanza del Apóstol nace el entusiasmo, que nos lleva a abrazar el camino de la libertad bajo la guía del Espíritu.

Pero ante las dificultades puede surgir también un cansancio que frena este entusiasmo y nos hace sentir como los discípulos que estaban en la barca la noche de la tormenta, mientras el Señor dormía y parecía no importarle el peligro. En esos momentos, tenemos que avivar nuestra fe, despertar a Jesús que duerme en nuestro corazón y escuchar su voz que nos habla. El Señor ve más allá de la tormenta y, a través de su mirada serena, podremos contemplar el panorama de forma distinta. 

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a pedir con confianza al Espíritu Santo que ayude nuestra debilidad, lo podemos hacer con la oración que nos propone la liturgia del día de Pentecostés y que comienza así: «Ven Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido. Luz que penetras las almas, fuente del mayor consuelo». Nos hará bien recitarla frecuentemente, nos ayudará a caminar en la alegría y la libertad. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias. 

TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA



Catequesis del Papa Francisco: «No nos dejemos vencer por el cansancio» 
 
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hemos llegado al final de las catequesis sobre la Carta a los Gálatas. ¡Sobre cuántos otros contenidos, presentes en este escrito de san Pablo, se habría podido reflexionar! La Palabra de Dios es una fuente inagotable. Y el Apóstol en esta Carta nos ha hablado como evangelizador, como teólogo y como pastor.

El santo obispo Ignacio de Antioquía tiene una bonita expresión, cuando escribe: «No hay, pues, más que un solo maestro, aquél que “ha hablado y todo ha sido hecho” y las cosas que ha hecho en el silencio son dignas de su Padre. Aquél que posee en verdad la palabra de Jesús puede entender también su silencio» (Ad Ephesios, 15,1-2). Podemos decir que el apóstol Pablo ha sido capaz de dar voz a este silencio de Dios. Sus intuiciones más originales nos ayudan a descubrir la impactante novedad encerrada en la revelación de Jesucristo. Ha sido un verdadero teólogo, que ha contemplado el misterio de Cristo y lo ha transmitido con su inteligencia creativa. Y también fue capaz de ejercer su misión pastoral hacia una comunidad perdida y confundida. Lo hizo con métodos diferentes: una veces con la ironía, otras con el rigor, o con la mansedumbre… Reclamó su propia autoridad de apóstol, pero al mismo tiempo no escondió la debilidad de su carácter. La fuerza del Espíritu escavó realmente en su corazón: el encuentro con Cristo Resucitado conquistó y transformó toda su vida, y la dedicó íntegramente al servicio del Evangelio.

Pablo nunca pensó en un cristianismo de rasgos irénicos, desprovisto de empuje y de energía, al contrario. Defendió la libertad traída por Cristo con una pasión que todavía hoy conmueve, sobre todo si pensamos en los sufrimientos y la soledad que tuvo que sufrir. Estaba convencido de haber recibido una llamada a la que solo él podía responder; y quiso explicar a los gálatas que también ellos estaban llamados a esa libertad, que les liberaba de toda forma de esclavitud, porque les hacía herederos de la promesa antigua y, en Cristo, hijos de Dios. Y consciente de los riesgos que esta concepción de la libertad traía, nunca minimizó las consecuencias. Él era consciente de los riesgos que conlleva la libertad cristiana, pero no minimizó las consecuencias. Reiteró a los creyentes con parresia, es decir con valentía, que la libertad no equivale en absoluto a libertinaje, ni conduce a formas de presuntuosa autosuficiencia. Al contrario, Pablo puso la libertad a la sombra del amor y estableció su coherente ejercicio en el servicio de la caridad. Toda esta visión fue puesta en el horizonte de la vida según el Espíritu Santo, que lleva a cumplimiento la Ley donada por Dios a Israel e impide recaer bajo la esclavitud del pecado. La tentación es siempre la de volver atrás. Una definición de los cristianos, que está en la Escritura, dice que nosotros cristianos no somos gente que va hacia atrás, que vuelve atrás. Una bonita definición. Y la tentación es esta de ir atrás para estar más seguros; volver solamente a la Ley, descuidando la vida nueva del Espíritu. Esto es lo que Pablo nos enseña: la verdadera Ley tiene su plenitud en esta vida del Espíritu que Jesús nos ha dado. Y esta vida del Espíritu puede ser vivida solamente en la libertad, la libertad cristiana. Y esta es una de las cosas más bellas.

Al finalizar este itinerario de catequesis, me parece que puede nacer en nosotros una doble actitud. Por un lado, la enseñanza del Apóstol genera en nosotros entusiasmo; nos sentimos impulsados a seguir en seguida el camino de la libertad, a “caminar según el Espíritu”. Caminar siempre según el Espíritu: nos hace libres. Por otro lado, somos conscientes de nuestros límites, porque tocamos con la mano cada día lo difícil que es ser dóciles al Espíritu, apoyar su acción benéfica. Entonces puede surgir el cansancio que frena el entusiasmo. Nos sentimos desanimados, débiles, a veces marginados respecto al estilo de vida según la mentalidad mundana. San Agustín nos sugiere cómo reaccionar en esta situación, refiriéndose al episodio evangélico de la tormenta en el lago. Dice así: «La fe en Cristo en tu corazón es como Cristo presente en la nave. Escuchas insultos, te fatigas, te turbas: Cristo está dormido. ¡Despierta a Cristo, despierta tu fe! Algo puedes hacer, al menos cuando estés turbado: ¡despierta tu fe! Despierte Cristo y te diga… Despierta, pues, a Cristo… Cree lo dicho y se producirá en tu corazón una gran bonanza» (Sermones 163/B 6). En los momentos de dificultad estamos —dice san Agustín aquí— como en la barca en el momento de la tormenta. ¿Y qué hicieron los apóstoles? Despertaron a Cristo que durante la tormenta; pero Él estaba presente. Lo único que podemos hacer en los malos momentos es “despertar” a Cristo que está dentro de nosotros, pero “duerme” como en la barca. Es precisamente así. Debemos despertar a Cristo en nuestro corazón y solo entonces podremos contemplar las cosas con su mirada, porque Él ve más allá de la tormenta. A través de esa mirada serena, podemos ver un panorama que, solos, ni siquiera es concebible vislumbrar.

En este camino exigente pero fascinante, el Apóstol nos recuerda que no podemos permitirnos ningún cansancio en el hacer el bien. No os canséis de hacer el bien. Debemos confiar que el Espíritu siempre viene a ayudar en nuestra debilidad y nos concede el apoyo que necesitamos. ¡Por tanto, aprendamos a invocar más a menudo al Espíritu Santo! Alguno puede decir: “¿Y cómo se invoca al Espíritu Santo? Porque yo sé rezar al Padre, con el Padre Nuestro; sé rezar a la Virgen con el Ave María; sé rezar a Jesús con la Oración de las Llagas, ¿pero al Espíritu? ¿Cuál es la oración del Espíritu Santo?”. La oración al Espíritu Santo es espontánea: debe nacer de tu corazón. Tú debes decir en los momentos de dificultad: “Espíritu Santo, ven”. La palabra clave es esta: “ven”. Pero tienes que decirlo tú con tu lenguaje, con tus palabras. Ven, porque estoy en dificultad, ven porque estoy en la oscuridad, en la penumbra; ven porque no sé qué hacer; ven porque voy a caer. Ven. Ven. Es la palabra del Espíritu para llamar al Espíritu Santo. Aprendamos a invocar más a menudo al Espíritu Santo. Podemos hacerlo con palabras sencillas, en los diferentes momentos del día. Y podemos llevar con nosotros, quizá dentro de nuestro Evangelio de bolsillo, la bonita oración que la Iglesia recita en Pentecostés: «Ven Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido. Luz que penetras las almas, fuente del mayor consuelo…». Ven. Y así prosigue, es una oración bellísima. El núcleo de la oración es “ven”, así la Virgen y los apóstoles rezaban después de que Jesús subió al Cielo; estaban solos en el Cenáculo e invocaban al Espíritu. Nos hará bien rezar a menudo: Ven, Espíritu Santo. Y con la presencia del Espíritu nosotros salvaguardamos la libertad. Seremos libres, cristianos libres, no apegados al pasado en el sentido negativo de la palabra, no encadenados a prácticas, sino libres de libertad cristiana, la que nos hace madurar. Esta oración nos ayudará a caminar en el Espíritu, en la libertad y en la alegría, porque cuando viene el Espíritu Santo viene la alegría, la verdadera alegría. El Señor os bendiga. 




 

domingo, 7 de noviembre de 2021

El Ángelus del Papa

PALABRAS PREVIAS AL ANGELUS

Domingo 07 de noviembre de 2021. El Papa Francisco, en su alocución antes del rezo mariano del Ángelus, retomando el Evangelio del día, afirmó que la Liturgia de hoy nos “pone delante de un sorprendente contraste”: los ricos, que dan lo superfluo para hacerse ver, y una pobre mujer que, sin aparentar, ofrece lo poco que tiene.





Papa Francisco: «Estemos alerta sobre las falsedades del corazón, sobre la hipocresía, ¡que es una enfermedad peligrosa del alma!»

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La escena descrita por el Evangelio de la Liturgia de hoy tiene lugar dentro del Templo de Jerusalén. Jesús mira, mira lo que sucede en este lugar, el más sagrado de todos, y ve cómo a los escribas les gusta caminar para hacerse notar, ser saludados y reverenciados, y para tener lugares de honor. Y Jesús añade que «devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones» (Mc 12,40). Al mismo tiempo, sus ojos vislumbran otra escena: una pobre viuda, precisamente una de las explotadas por los poderosos, echa en el arca del Tesoro del Templo «todo cuanto poseía» (v. 44). Así dice el Evangelio, echa en el tesoro todo lo que tenía para vivir. El Evangelio nos pone delante de este sorprendente contraste: los ricos, que dan lo superfluo para hacerse ver, y una pobre mujer que, sin aparentar, ofrece todo lo poco que tiene. Dos símbolos de actitudes humanas.

Jesús mira dos escenas. Y es precisamente este verbo –“mirar”- que resume su enseñanza: a quien vive la fe con duplicidad, a esos escribas, “debemos mirar” para no convertirnos como ellos; mientras que a la viuda debemos “mirarla” para tomarla como modelo. Detengámonos en esto: tener cuidado con los hipócritas y mirar a la pobre viuda.

Sobre todo, tener cuidado con los hipócritas, es decir estar atentos a no basar la vida en el culto de la apariencia, de la exterioridad, sobre el cuidado exagerado de la propia imagen. Y, sobre todo, estar atentos a no doblegar la fe a nuestros intereses. Esos escribas cubrían, con el nombre de Dios, la propia vanagloria y, aún peor, usaban la religión para atender sus negocios, abusando de su autoridad y explotando a los pobres. Aquí vemos esa actitud tan fea que también hoy vemos en muchos puestos, en muchos lugares, el clericalismo, este estar por encima de los humildes, explotarlos, “golpearlos”, sentirse perfectos. Este es el mal del clericalismo. Es una advertencia para todo tiempo y para todos, Iglesia y sociedad: no aprovecharse nunca del propio rol para aplastar a los demás, ¡nunca ganar sobre la piel de los más débiles! Y estar alerta, para no caer en la vanidad, para no obsesionarnos con las apariencias, perdiendo la sustancia y viviendo en la superficialidad. Preguntémonos, nos ayudará: en lo que decimos y hacemos, ¿deseamos ser apreciados y gratificado o dar un servicio a Dios y al prójimo, especialmente a los más débiles? Estemos alerta sobre las falsedades del corazón, sobre la hipocresía, ¡que es una enfermedad peligrosa del alma! Es un doble pensar, un doble juzgar, como dice la propia palabra: “juzgar debajo”, aparecer de una manera e “hipo”, debajo, tener otro pensamiento. Dobles, gente con doble alma, doblez de alma.

Y para sanar de esta enfermedad, Jesús nos invita a mirar a la pobre viuda. El Señor denuncia la explotación hacia esta mujer que, para dar la ofrenda, debe volver a casa sin siquiera lo poco que tiene para vivir. ¡Qué importante es liberar lo sagrado de las ataduras con el dinero! Ya lo había dicho Jesús, en otro lugar: no se puede servir a dos señores. O tú sirves a Dios – y nosotros pensamos que diga “o el diablo”, no – o Dios o el dinero. Es un señor, y Jesús dice que no debemos servirlo. Pero, al mismo tiempo, Jesús alaba el hecho de que esta viuda da al Tesoro todo lo que tiene. No le queda nada, pero encuentra en Dios su todo. No teme perder lo poco que tiene, porque confía en el tanto de Dios, y ese tanto de Dios, multiplica la alegría de quien dona. Esto nos hace pensar también en esa otra viuda, la del profeta Elías, que iba a hacer pan con la última harina que tenía y el último aceite; Elías le dice: “Dame de comer” y ella le da; y la harina non disminuirá nunca, un milagro (cfr 1 Re 17,9-16). El Señor siempre, delante de la generosidad de la gente, va más allá, es más generoso. Pero es Él, no nuestra avaricia. De esta manera Jesús la propone como maestra de fe, esta señora: ella no frecuenta el Templo para tener la conciencia tranquila, no reza para hacerse ver, no hace alarde de su fe, sino que dona con el corazón, con generosidad y gratuidad. Sus monedas tienen un sonido más bonito que las grandes ofrendas de los ricos, porque expresan una vida dedicada a Dios con sinceridad, una fe que no vive de apariencias sino de confianza incondicional. Aprendamos de ella: una fe sin adornos externos, sino sincera interiormente; una fe hecha de humilde amor a Dios y a los hermanos. 

Y ahora nos dirigimos a la Virgen María, que con corazón humilde y transparente ha hecho de toda su vida un don para Dios y para su pueblo.

ORACIÓN DEL ÁNGELUS:

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ. 
Et concépit de Spíritu Sancto. 
Ave Maria… 

Ecce ancílla Dómini. 
Fiat mihi secúndum verbum tuum. 
Ave Maria… 

Et Verbum caro factum est. 
Et habitávit in nobis. 
Ave Maria… 

Ora pro nobis, sancta Dei génetrix. 
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi. 

Orémus. 
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine, 
méntibus nostris infunde; 
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum. 
Amen. 

Gloria Patri… (ter) 
Requiem aeternam… 

Benedictio Apostolica seu Papalis 

Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo. 
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus, 
Pater, et Fi lius, et Spiritus Sanctus. 

Amen. 

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas: 

Sigo con preocupación las noticias que llegan desde la región del Cuerno de África, en particular de Etiopía, sacudida por un conflicto que se prolonga desde hace más de un año y que ha causado numerosas víctimas y una grave crisis humanitaria. Invito a todos a la oración por esa población tan duramente probada, y renuevo mi llamamiento para que prevalezcan la concordia fraterna y el camino pacífico del diálogo. 

Y aseguro mi oración también por las víctimas del incendio que siguió a una explosión de carburante, en la periferia de Freetown, capital de Sierra Leona. 

Ayer en Manresa, España, fueron proclamados beatos tres mártires de la fe, pertenecientes a la Orden de los franciscanos menores capuchinos: Benet de Santa Coloma de Gramenet, Josep Oriol de Barcelona e Domènech de Sant Pere de Riudebitlles. Fueron asesinados en el periodo de la persecución religiosa del siglo pasado en España, demostrando ser mansos y valientes testigos de Cristo. Su ejemplo ayude a los cristianos de hoy a permanecer fieles a la propia vocación, también en los momentos de prueba. ¡Un aplauso a estos nuevos beatos! 

Os saludo a todos vosotros, queridos fieles de Roma y peregrinos de varios países, en particular a los que han venido de Estados Unidos de América y de Portugal. Saludo a los grupos de fieles de Prato y de Foligno; y a los jóvenes de la Profesión de fe de Bresso.

A todos os deseo un feliz domingo. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto! 



 

miércoles, 3 de noviembre de 2021

Audiencia del Papa

AUDIENCIA DE LOS MIÉRCOLES DEL PAPA FRANCISCO

Miércoles 03/11/2021. En su audiencia general el Papa explicó que “la vida cristiana es acción, movimiento, dinamismo”, no es pasiva. Se trata de no dejarse llevar por “los 'deseos de la carne' que no favorecen la comunión —como la envidia, la hipocresía, el rencor, las críticas destructivas”, sino de contar con la gracia y seguir como criterio de conducta la caridad.

“El amor es la regla suprema para poder seguir el camino de Cristo, nos hace conscientes de nuestra propia fragilidad, y misericordiosos y solidarios con las dificultades y debilidades de los demás”, recordó el Papa. “No significa que el mal o nuestros impulsos negativos vayan a desaparecer, sino que Dios es siempre más fuerte que nuestras resistencias y nuestros pecados”, añadió. (RESUMEN EN ESPAÑOL)

RESUMEN EN ESPAÑOL DE LA CATEQUESIS DEL PAPA



El Papa Francisco en la Audiencia General:

«El amor es regla suprema».

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy san Pablo nos exhorta a que caminemos según el Espíritu y nos dejemos guiar por Él en nuestro seguimiento de Cristo. Estas expresiones indican que la vida cristiana es acción, movimiento, dinamismo. 

Al mismo tiempo, el Apóstol nos dice que hay que evitar el camino opuesto, al que llama “los deseos desordenados”. Pero eso no significa que el mal o nuestros impulsos negativos vayan a desaparecer, sino que Dios es siempre más fuerte que nuestras resistencias y nuestros pecados.

Por otra parte, este caminar según el Espíritu no es sólo una acción individual, implica también a la comunidad. Para poder combatir los “deseos de la carne” que no favorecen la comunión —como la envidia, la hipocresía, el rencor, las críticas destructivas— es necesario dar espacio a la gracia y a la caridad. 

El amor es la regla suprema para poder seguir el camino de Cristo, nos hace conscientes de nuestra propia fragilidad, y misericordiosos y solidarios con las dificultades y debilidades de los demás. 

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Los invito a dejarse interpelar por las palabras de san Pablo: ¿Caminamos según el Espíritu o nos quedamos encerrados en deseos mundanos? Si nos dejamos guiar por el Espíritu, también estamos llamados a acompañar a los que más sufren, a rezar por ellos y a ayudarlos de una manera concreta.

Los animo a seguir en este camino con paciencia y alegría. Que Dios los bendiga. Muchas gracias. 

TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA



Catequesis del Papa Francisco: «Caminar según el Espíritu» 
 
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el pasaje de la Carta a los Gálatas que acabamos de escuchar, san Pablo exhorta a los cristianos a caminar según el Espíritu Santo (cfr. 5,16.25). Hay un estilo: caminar según el Espíritu Santo. De hecho, creer en Jesús significa seguirlo, ir detrás de Él en su camino, como hicieron los primeros discípulos. Y significa al mismo tiempo evitar el camino opuesto, el del egoísmo, el de buscar el propio interés, que el Apóstol llama «apetencias de la carne» (v. 16). El Espíritu es la guía de este camino sobre la vía de Cristo, un camino maravilloso pero también fatigoso, que empieza en el Bautismo y dura toda la vida. Pensemos en una larga excursión a la alta montaña: es fascinante, la meta nos atrae, pero requiere mucho esfuerzo y tenacidad.

Esta imagen puede ser útil para analizar las palabras del Apóstol: “caminar según el Espíritu”, “dejarse guiar” por Él. Son expresiones que indican una acción, un movimiento, un dinamismo que impide detenerse en las primeras dificultades, pero que estimula a confiar en la «fuerza que viene del alto» (Pastor de Hermas, 43, 21). Recorriendo este camino, el cristiano adquiere una visión positiva de la vida. Esto no significa que el mal presente en el mundo haya desaparecido, o que hayan desaparecido los impulsos negativos del egoísmo y el orgullo; más bien quiere decir que creer en Dios es siempre más fuerte que nuestras resistencias y más grande que nuestros pecados. ¡Y esto es importante!

Mientras exhorta a los Gálatas a recorrer este camino, el Apóstol se pone a su nivel. Abandona el verbo imperativo —«caminad» (v. 16)— y usa el “nosotros” del indicativo: «obremos también según el Espíritu» (v. 25). Como diciendo: pongámonos a lo largo de la misma línea y dejémonos guiar por el Espíritu Santo. Es una exhortación, una forma exhortativa. Esta exhortación san Pablo la siente necesaria también para sí mismo. Incluso sabiendo que Cristo vive en él (cfr. 2,20), también está convencido de no haber alcanzado todavía la meta, la cima de la montaña (cfr. Fil 3,12). El Apóstol no se pone por encima de su comunidad, no dice: “Yo soy el jefe, vosotros sois los otros; y he llegado a lo alto de la montaña y vosotros estáis en camino” —no dice esto—, sino que se coloca en medio del camino de todos, para dar ejemplo concreto de lo necesario que es obedecer a Dios, correspondiendo cada vez más y siempre mejor a la guía del Espíritu. Y qué bonito cuando nosotros encontramos pastores que caminan con su pueblo y que no se separan de él. Es muy bonito esto, hace bien al alma.

Este “caminar según el Espíritu” no es solo una acción individual: también afecta a la comunidad en su conjunto. De hecho, construir la comunidad siguiendo el camino indicado por el Apóstol es emocionante, pero arduo. Las “apetencias de la carne”, “las tentaciones” —digamos así—, que todos nosotros tenemos, es decir las envidias, los prejuicios, las hipocresías, los rencores, se siguen sintiendo, y recurrir a una rigidez preceptiva puede ser una tentación fácil, pero al hacerlo uno se saldría del camino de la libertad y, en lugar de subir a la cima, volvería hacia abajo. Recorrer el camino del Espíritu requiere en primer lugar dar espacio a la gracia y a la caridad. Hacer espacio a la gracia de Dios, no tener miedo. Pablo, después de haber hecho sentir de forma severa su voz, invita a los Gálatas a hacerse cargo cada uno de las dificultades del otro, y si alguno se equivoca, usar la mansedumbre (cfr. 5,22). Escuchemos sus palabras: «Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate a ti mismo, pues también tú puedes ser tentado. Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas» (6,1-2). Una actitud muy diferente a la del chismorreo; no, esto no es según el Espíritu. Según el Espíritu es tener esta dulzura con el hermano al corregirlo y vigilar sobre nosotros mismos con humildad para no caer nosotros en esos pecados.

De hecho, cuando tenemos la tentación de juzgar mal a los otros, como sucede a menudo, debemos sobre todo reflexionar sobre nuestra fragilidad. ¡Qué fácil es criticar a los otros! Pero hay gente que parece tener una licenciatura en chismorreo. Todos los días critican a los demás. ¡Pero mírate a ti mismo! Está bien preguntarnos qué nos impulsa a corregir a un hermano o a una hermana, y si no somos de alguna manera corresponsables de su error. El Espíritu Santo, además de donarnos la mansedumbre, nos invita a la solidaridad, a llevar los pesos de los otros. ¡Cuántos pesos están presentes en la vida de una persona: la enfermedad, la falta de trabajo, la soledad, el dolor…! ¡Y cuántas otras pruebas que requieren la cercanía y el amor de los hermanos! Nos pueden ayudar también las palabras de san Agustín cuando comenta este mismo pasaje: «Por lo tanto, hermanos, si un hombre está implicado en alguna falta, […], instruidle con espíritu de mansedumbre. Y si levantas la voz, haya amor interiormente. Si exhortas, si acaricias, si corriges, si te muestras duro: ama y haz lo que quieres» (Sermones 163/B 3). Ama siempre. La regla suprema de la corrección fraterna es el amor: querer el bien de nuestros hermanos y de nuestras hermanas. Se trata de tolerar los problemas de los otros, los defectos de los otros en silencio en la oración, para después encontrar el camino adecuado para ayudarlo a corregirse. Y esto no es fácil. El camino más fácil es el del chismorreo. Despellejar al otro como si yo fuera perfecto. Y esto no se debe hacer. Mansedumbre. Paciencia. Oración. Cercanía. 

Caminemos con alegría y con paciencia en este camino, dejándonos guiar por el Espíritu Santo.