viernes, 5 de febrero de 2016

Reflexión diaria del Evangelio

REFLEXIÓN DIARIA DEL EVANGELIO.

Viernes 5 de febrero de 2016

“¡CUIDÉMONOS! NO NOS DEJEMOS ENCANDILAR POR EL PODER

Las cosas del mundo pueden atraparnos de tal modo que, cuando nos descuidamos, estamos talmente atados y somos llevados a hacer cosas que en el fondo no nos gustan. Así fue con Herodes, embobecido por un baile de una chica, prometió realizar algo sin pensar en las consecuencias. Atado por las cadenas del mal tuvo que realizar hasta lo que no quería: decapitar a Juan Bautista. ¡Cuidémonos hermanos! No nos dejemos encandilar por el poder, el placer o el tener, ellos pueden arruinar nuestra existencia. Paz y bien.

Por el Hno. Mariosvaldo Florentino, OFMCap.


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"Y el Rey Herodes le aseguró bajo juramento: «Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».” Mc 6, 23.
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Primera Lectura: Eclesiástico 47,2-13
"De todo corazón amó David a su Creador, entonando salmos cada día."

Como la grasa es lo mejor del sacrificio, así David es el mejor de Israel. Jugaba con leones como con cabritos, y con osos como con corderillos; siendo un muchacho, mató a un gigante, removiendo la afrenta del pueblo, cuando su mano hizo girar la honda, y derribó el orgullo de Goliat. Invocó al Dios Altísimo, quien hizo fuerte su diestra para eliminar al hombre aguerrido y restaurar el honor de su pueblo. Por eso le cantaban las mozas, alabándolo por sus diez mil. Ya coronado, peleó y derrotó a sus enemigos vecinos, derrotó a los filisteos hostiles, quebrantando su poder hasta hoy.

De todas sus empresas daba gracias, alabando la gloria del Dios Altísimo; de todo corazón amó a su Creador, entonando salmos cada día; trajo instrumentos para servicio del altar y compuso música de acompañamiento; celebró solemnemente fiestas y ordenó el ciclo de las solemnidades; cuando alababa el nombre santo, de madrugada, resonaba el rito. El Señor perdonó su delito y exaltó su poder para siempre; le confirió el poder real y le dio un trono en Jerusalén.

Salmo responsorial: 17
"Bendito sea mi Dios y Salvador..

Perfecto es el camino de Dios, / acendrada es la promesa del Señor; / él es escudo para los que a él se acogen. R.

Viva el Señor, bendita sea mi Roca, / sea ensalzado mi Dios y Salvador. / Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor, / y tañeré en honor de tu nombre. R.

Tú diste gran victoria a tu rey, / tuviste misericordia de tu Ungido, / de David y su linaje por siempre. R.


Evangelio: Marcos 6,14-29
"Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado"

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían: "Juan Bautista ha resucitado, y por eso los poderes actúan en él." Otros decían: "Es Elías." Otros: "Es un profeta como los antiguos." Herodes, al oírlo, decía: "Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado." Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.

Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras, que te lo doy." Y le juró: "Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino." Ella salió a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?" La madre le contestó: "La cabeza de Juan, el Bautista." Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: "Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista." El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

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