domingo, 12 de junio de 2016

Reflexión Dominical del Evangelio

REFLEXIÓN DIARIA DEL EVANGELIO.

Domingo 12 de junio de 2016

"HA SIDO PERDONADA PORQUE DEMOSTRÓ MUCHO AMOR."

Ella no dice nada, ni una palabra, pero todos sus gestos hablan con una fuerza extrema. Y Jesús la comprende y la perdona porque mucho amó. Los fariseos se quedaron perplejos delante de esto. Esperaban que Jesús rechazara a la mujer, y él, al contrario, la promueve, la perdona, la deja purificada. Paz y bien.

Por el Hno. Mariosvaldo Florentino, OFMCap.


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“En este pueblo había una mujer conocida como pecadora. Esta, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, compró un vaso de perfume y, entrando, se puso de pie detrás de Jesús. Allí se puso a llorar junto a sus pies, los secó con sus cabellos, se los cubrió de besos y se los ungió con el perfume." (Lc 7, 37-38).

¡Querido hermano, querida hermana, Paz y Bien!

En estos domingos la Iglesia nos ofrece un aspecto de la Buena Noticia de Jesús, y nos ayuda a dar un paso más en la búsqueda de encarnar su propuesta. Nuestra fe no puede quedarse en las palabras, no debe ser solamente buenos propósitos, al contrario, debe movernos hacia una práctica coherente y virtuosa.

El texto evangélico de hoy justamente nos habla de una mujer pecadora (era así que entonces se llamaban a las prostitutas) que manifiesta no con palabras, sino que con sus gestos todo su arrepentimiento, su dolor, su generosidad, su humildad, su capacidad de amar...

El texto deja entender que ella ya conocía a Jesús, y ya tenía un interés en estar con él, pues cuando se entera de que él está comiendo en la casa del fariseo decide ir hasta él. Sin dudas, era una mujer con coraje, pues el fariseo podría no dejarla entrar en su casa. Las prostitutas están muy habituadas a ser despreciadas y públicamente humilladas por aquellos que se juzgan mejores, más santos, más dignos... ella, seguramente sabía que estaba corriendo un gran riesgo.

Otro detalle interesante es que ella no va con las manos vacías, sino que compra y lleva un vaso de perfume. Seguramente el perfume fue comprado con dinero guardado de su "trabajo", pero Jesús no se detiene en esto. Lo importante es el gesto, la generosidad, la preocupación por ofrecerle algo. Y para más, el perfume es un ofrecimiento simbólico muy interesante. El olor hace un efecto inmediato en nosotros. Un buen olor nos invita a abrirnos a la acogida, nos hace respirar profundamente como queriendo aferrar todo el mundo en nosotros. Un mal olor nos encierra, nos aleja, nos hace evitar el ambiente externo. Es por eso que las cosas buenas - la pureza, la amistad, la divinidad, el amor, lo nuevo - asociamos al buen olor, y las cosas malas - la suciedad, el pecado, lo decadente, lo pútrido - asociamos al mal olor. Dentro de este simbolismo, esta mujer es señal del mal olor pues es una pecadora, sin embargo, ella lleva un perfume para ofrecer a Jesús. Y él acoge la oferta de la pecadora. (Parece que nos dice que nadie puede ser despreciado antes de que reconozcamos su ofrecimiento, pues hasta una pecadora puede obsequiar un buen perfume.)

Ella se coloca detrás de Jesús. No vino para "enfrentarlo", vino a suplicar. Quien estaba de frente a Jesús era el fariseo, aquel que se creía ya puro y santo. La mujer se puso a los pies de Jesús y lloraba y con sus lágrimas los había bañado y los había secado con sus cabellos. También estos son dos gestos simbólicos, aunque materialmente difíciles de realizarlos. Lavar los pies de alguien con lágrimas exige muchas más lágrimas de lo que puede tener una persona, y secar algo con cabellos es también una misión muy difícil pues los cabellos no absorben el agua. Sin embargo, estos dos gestos indican una actitud de gran humildad, nos hacen contemplar una mujer que delante de Dios reconoce toda su pequeñez, todo su pecado, todo su dolor y sobre todo su disponibilidad completa hacia al Señor, hasta en hacer lo que es humanamente muy difícil: lavar los pies con lágrimas y secarlos con los cabellos. Y como si esto no bastase, ella aun besa los pies de Jesús. Besar es un gesto muy comunicativo, indica afecto y también veneración. Besar los pies de alguien es muestra de humillación, de sumisión y de profunda súplica. Y completando el cuadro, ella perfuma los pies del Señor con el perfume que ha llevado.

Ella no dice nada, ni una palabra, pero todos sus gestos hablan con una fuerza extrema. Y Jesús la comprende y la perdona porque mucho amó. Los fariseos se quedaron perplejos delante de esto. Esperaban que Jesús rechazara a la mujer, y él, al contrario, la promueve, la perdona, la deja purificada.

Oh Señor, siempre sorprendente... ¿qué quieres decirnos?

El Señor te bendiga y te guarde, 
El Señor haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti. 
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la Paz.
Hno. Mariosvaldo Florentino, capuchino.
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Primera Lectura: 2Samuel 12, 7-10. 13
"El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás"

En aquellos días, Natán dijo a David: "Así dice el Señor, Dios de Israel: "Yo te ungí rey de Israel, te libré de las manos de Saúl, te entregué la casa de tu señor, puse sus mujeres en tus brazos, te entregué la casa de Israel y la de Judá, y, por si fuera poco, pienso darte otro tanto.

¿Por qué has despreciado tú la palabra del Señor, haciendo lo que a él le parece mal? Mataste a espada a Urías, el hitita, y te quedaste con su mujer. Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de Urías.""

David respondió a Natán: "¡He pecado contra el Señor!"

Natán le dijo: "El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás."

Salmo responsorial: 31
(Escuchar el salmo y descargar mp3) Mp3




"Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado."

Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.  R.

Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: "Confesaré al Señor mi culpa", y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R.

Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación.  R.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor; aclamadlo, los de corazón sincero.  R.

Segunda Lectura: Gálatas 2, 16. 19-21
"Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí"

Hermanos: Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús.

Por eso, hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la Ley.

Porque el hombre no se justifica por cumplir la Ley.

Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios.

Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí.

Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí.

Yo no anulo la gracia de Dios.

Pero, si la justificación fuera efecto de la Ley, la muerte de Cristo sería inútil.

Evangelio: Lucas 7, 36-8, 3
"Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor"

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: "Si este fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora."

Jesús tomó la palabra y le dijo: "Simón, tengo algo que decirte."

Él respondió: "Dímelo, maestro."

Jesús le dijo: "Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?"

Simón contesto: "Supongo que aquel a quien le perdonó más."

Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama."

Y a ella le dijo: "Tus pecados están perdonados."

Los demás convidados empezaron a decir entre sí: "¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?"

Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz."

Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
 

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