lunes, 4 de enero de 2021

LOS SALMOS



 
En los salmos están grabadas las experiencias de fe del pueblo de Dios, del mismo Jesucristo, de toda la Iglesia, que aclaman, cantan, agradecen, suplican, buscan y anhelan la fidelidad al Señor y el encuentro con Él. Experiencias que son también las nuestras porque somos “pueblo” y rebaño” del único Dios. (Sal. 99, v. 3).

Los "Salmos"

Es el Libro más largo de la Biblia, con 150 capítulos, ¡150 poesías para ser cantadas!; y están en el centro de la Biblia. 

  • En principio se llamaba "Libro de las Alabanzas". Se llama también "Salterio", porque era el instrumento más usado para cantarlos en comunidad. 
  • Es el Libro más usado de la Biblia en los últimos 3.000 años, por judíos y cristianos de todas denominaciones. 
  • Era el "libro de himnos oficial" en el Templo y Sinagoga, y lo sigue siendo ahora también en la cristiandad, en el Oficio Divino, la Santa Misa. 
  • El mismo Dios inspiró los sentimientos que sus hijos deben tener respecto a Él, y las palabras que deben usar para dirigirse a Él. 
  • Son las oraciones que rezaban y cantaban Jesús y María individualmente, en familia y en comunidad. 
  • Y es bello recordar, cuando rezo un Salmo, que me uno a la sinfonía universal del Pueblo de Dios, ¡a los mejores amigos del Señor! 
Protagonistas de los salmos

Son dos: "Dios", y el "hombre o mujer". 

1. "Dios" 
Es el "todo" para el salmista, que está sediento de divinidad. Es el todo en todo y para todos... un Dios asequible, a mano, personal, amigo, que cuida y ayuda y sana y salva y protege y acaricia... que castiga con omnipotencia al enemigo... y, sobre todo, ¡que perdona!, más de 200 veces se repite la palabra "misericordia". 

2. El "hombre" o la "mujer" 
¡Confía en Dios! en todas las ocasiones... en el sufrimiento, enfermedad o derrota, confía en Dios y le suplica, ¡y ya le da gracias de antemano y lo alaba, por la ayuda que está seguro de obtener!... en la victoria, alaba con gozo... en el pecado, pide misericordia, ¡y da gracias por el perdón que el Señor le va a regalar! Cualquier ocasión sirve al salmista para repetir que Dios es bueno y justo y misericordioso y grande y maravilloso, y protector y sanador y salvador... esta "fe divina inconmovible" es el meollo de cada salmo, ¡la actitud opuesta al ateo! 

 Cómo leer los Salmos 
¡Rezándolos! No están hechos para aprender, ¡sino para rezar!, para escuchar a Dios, y contestarle. Cuando nosotros oramos, hablamos a Dios; cuando rezamos los Salmos, escuchamos a Dios y todos necesitamos más escuchar que hablar. 

 •Cada Salmo habla de Cristo y su Iglesia, como dice Lc. 24, 44. Si al orar un salmo no has encontrado a Cristo, ¡vuélvelo a rezar!, porque te has perdido lo mejor. 

 •Cuando un salmo habla del "justo", Jesús es el justo por excelencia; cuando hablan del "pecador", Cristo es el Cordero de Dios que cargó con todos los pecados del mundo; cuando el salmista "suplica gritando", o hace súplicas con poderosos clamores y lágrimas, es el mismo Jesús de Heb. 5, 7; y el mismo Cristo es el "alabador por antonomasia", que constantemente alaba y da gracias al Padre.


EL LIBRO DE LOS SALMOS

Dichoso el hombre 
que no sigue el consejo de los impíos 
ni entra por la senda de los pecadores, 
ni se sienta en la reunión de los cínicos, 
sino que su gozo es la ley del Señor, 
 y medita su ley día y noche. Sal 1,1-2. 

Los salmos constituyen uno de los libros más hermosos de la Biblia –sin dudar el más bello–; en ellos se ponen de manifiesto las diferentes facetas del hombre en su relación con Dios: sus estados de ánimo, sus sentimientos más profundos, sus logros y sus fracasos, su grandeza y su miseria, pero sobre todo, su confianza inquebrantable en Dios. 

Los salmos, además, expresan la experiencia de vida de un pueblo: Israel. Su historia, sus leyes, su fe, su esperanza y hasta sus infidelidades a Dios están narradas en ellos. Sin embargo no todos ellos son de origen colectivo o comunitario, es decir que algunos son de carácter personal, en donde un solo individuo es quien se dirige a Dios, aunque nunca aislado o ajeno a la realidad de ser parte del pueblo, por el contrario, con una viva conciencia de ser integrante del pueblo de Dios. 

Los salmos son poemas religiosos compuestos por el rey David y otros autores israelitas para servir en la plegaria pública o privada; podríamos incluso compararlos con los cantos que se utilizan en las reuniones de oración o en la liturgia de nuestro tiempo. 

Ellos contienen toda la doctrina del Antiguo Testamento hecha oración; son teología rezada. Y aunque en ellos aparezcan datos históricos, geográficos, socioculturales y hasta políticos, son esencialmente religiosos: o hablan de Dios o hablan con Dios; son teología hecha vida y vida hecha teología. Contienen rica enseñanza para la vida de todo creyente. 

Pese a que los salmos fueron compuestos hace mucho tiempo, tienen hoy en día una aplicación concreta para nuestra propia vida; aquellas oraciones fueron utilizadas por los salmistas en otro tiempo, pero en situaciones reales muy similares a las que nosotros vivimos cada día. 

Siempre podremos encontrar un salmo, por lo menos, para cada situación por la que estemos atravesando, ya sea de gozo o de dolor, de derrota o de esperanza, de júbilo o de angustia, de confianza y gratitud. Ellos nos enseñan no solo a orar, sino a orar en toda circunstancia de la vida; son divinos y humanos, porque han sido inspirados por Dios mismo, pero a su vez encierran las facetas más reales de la existencia del hombre. 

Aunque los salmos se ubican dentro del canon bíblico entre los libros sapienciales, en ellos no solo encontramos sabiduría, sino también historia y profecía; pero también sucede lo mismo a la inversa: existen salmos o cánticos que no aparecen en el salterio, sino en los libros históricos y proféticos, e incluso en los Evangelios y cartas del Nuevo Testamento. 

Sin lugar a duda los salmos son y serán siempre el libro de Israel. 

En este capítulo nos asomaremos al maravilloso mundo de los salmos; un estudio de la situación histórica en la que fueron escritos, de los diferentes géneros literarios y hasta de la poesía hebrea, nos ayudará a adentrarnos en esta emocionante experiencia y, sobre todo, a comprenderlos y a enamorarnos de ellos. 


Salterio Salmo y Salmodia

Estas tres palabras son muy interesantes y están muy relacionadas entre sí; es conveniente definirlas desde ahora con exactitud y distinguir correctamente las diferencias que hay entre ellas, para evitar confusiones.


a) Salterio. A la colección de los 150 salmos que aparecen en la Biblia le llamamos Salterio. Son los cantos religiosos del pueblo de Israel.

La palabra salterio (en griego psalterium), designaba originalmente un instrumento musical de cuerdas con el que se acompañaba el canto de los salmos. En hebreo a este libro se le da el nombre de Tehil-lim, que significa “himnos” aunque, como más adelante veremos, no todos los salmos lo son.

b) Salmo. El término hebreo más propio para designar a los salmos es el de mizmor, que alude al acompañamiento musical y que, traducido al griego por psalmoi, significa: “cántico acompañado por el salterio” (es decir, el instrumento de cuerdas).

c) Salmodia. A la forma de cantar los salmos se le llama salmodia; esta es una definición bastante sencilla, pero hemos de añadir que en el pueblo de Israel no existía el canto profano, sino únicamente el canto religioso, pues todo él era dirigido a Dios. De este modo podremos decir que la salmodia es “cantar a Dios con el acompañamiento de un instrumento musical", En hebreo, salmodiar se dice zamar, y en griego psallein. Ambos términos coinciden en la definición que hemos dado de salmodia.  Ahora bien, esta forma de cantar los salmos tiene sus propias características, las cuales estudiaremos después. 

El Salterio y su Formación

El libro de los salmos o Salterio se subdivide a su vez en cinco libros o bloques de salmos; cada uno de ellos concluye con una doxología. 

La formación del Salterio fue larga, se calcula que tardó en escribirse alrededor de 900 años. El último de ellos tiene por lo menos 20 siglos de antigüedad, es decir, toda nuestra era cristiana.

Aunque en su origen no todos los salmos fueron compuestos con la finalidad de servir en el culto del Templo o de las sinagogas, con el tiempo se fueron recopilando hasta formar lo que hoy conocemos por Salterio. Sobre el origen de éstos podemos decir que detrás de cada salmo hay un salmista o poeta.

Muchos piensan que el rey David es el autor de todo el Salterio; esto no es verdad, ya que muchos de los salmos se escribieron en situaciones históricas muy distantes al tiempo en que éste vivió.

Basta echar un vistazo a la historia para darnos cuenta de que David gobernó sobre Israel entre los años 1010 al 970 antes de Cristo, mientras que algunos salmos nos hablan de la deportación y el destierro, así como del regreso a Jerusalén –tal es el caso de los salmos 136 y 125 respectivamente– y de muchas otras realidades que David tal vez jamás imaginó. Lo más probable es que para cuando se escribieron estos salmos, el rey David ya tenía mucho tiempo tocando su arpa ante el Señor.

La costumbre actual de que todos los fieles reciban en su frente o en su cabeza el signo de la ceniza al comienzo de la Cuaresma no es muy antiguo. En los primeros siglos se expresó con este gesto el camino cuaresmal de los "penitentes", o sea, del grupo de pecadores que querían recibir la reconciliación al final de la Cuaresma, el Jueves Santo, a las puertas de la Pascua. Vestidos con hábito penitencial y con la ceniza que ellos mismos se imponían en la cabeza, se presentaban ante la comunidad y expresaban así su conversión.

Hay salmos que se atribuyen a Asaf, a los hijos de Coré, a Hemán y a Yedutún, todos ellos cantores del Templo antes del exilio. Otro salmo, por ejemplo, es atribuido a Moisés; se trata del salmo 89. Si esto es verdad, entonces la formación del Salterio duró más de 1,100 años, pues Moisés vivió unos 1,250 años A.C.

Lo que sí hemos de reconocer es que el rey David compuso muchos de los salmos –algunos dicen que suyos son 73 con exactitud– y que a él se debe en gran medida la formación del Salterio. 

De hecho, la mayoría de ellos fueron escritos en tiempos de David y algunos otros en tiempo de los Macabeos, es decir, aproximadamente entre los años 170 a 160 antes de Cristo. 

No podemos saber con exactitud, aunque sí con bastante aproximación en algunos casos, cuándo se escribió tal o cuál salmo, por el contexto histórico del mismo. Se puede identificar también la región donde se escribieron algunos de ellos; esto se debe a la manera de dirigirse a Dios. Hay salmos de la corriente yahvista (1-41) y salmos de la corriente elohista (42-89). 

Es muy probable que la selección definitiva de los salmos, para conformar el salterio que conocemos, fuera algo parecido a lo que hacemos hoy cuando seleccionamos los cantos que más nos gustan o creemos más apropiados para elaborar un himnario, y desechamos u olvidamos aquellos que no nos agradan tanto. 

Aunque no sabemos quienes se encargaron de hacer esta selección definitiva –se cree por lógica que fueron los escribas– lo cierto es que el pueblo tuvo un papel importante en ello pues, al cantarlos, rezarlos y memorizarlos mostraba así su aceptación, hasta que poco a poco llegaron a ser parte del culto. 

Géneros Literarios

El Conocer y distinguir los diferentes estilos y formas en que fueron escritos los salmos es de suma importancia pues, aunque se trate del aspecto externo, puede ayudarnos a tener un conocimiento más profundo de ellos, que nos lleva a hacerlos una verdadera vivencia. 

Conforme avancemos nos será de mucha utilidad tener una clasificación de ellos, pero ante todo, el salmista debe esforzarse en conocer los salmos por dentro y por fuera, independientemente del beneficio que obtenga de dicho conocimiento. 

Podemos distinguir tres grupos principales de salmos: los himnos, las súplicas y las acciones de gracias. 

Estos grupos, sin embargo, no son terminantes, ya que se encuentran otras formas secundarias, y en muchos casos se dan las formas mixtas, es decir, cuando un solo salmo presenta características de himno y de súplica, o bien, de gratitud y de himno.

Pueden encontrarse incluso los tres géneros en un solo salmo. A este estilo le llamaremos irregular o mixto. Veamos: 

Himnos: Generalmente presentan las siguientes características: alabanza a Dios, recuerdo gozoso de los prodigios y maravillas de Dios a favor de su pueblo, o en la naturaleza. 

Súplicas: Son expresiones de dolor y sufrimiento, o bien, lamentaciones. La principal característica es el clamor a Dios. Pueden ser en situaciones personales o comunitarias de desgracia y generalmente concluyen con una expresión de esperanza en Dios. 

Acciones de gracias: El elemento sobresaliente de estos salmos es precisamente la acción de gracias a Dios. Estas se dan por muchos motivos: por la liberación, por la victoria, por la salud luego de una enfermedad grave, por el bienestar personal o común, por una abundante cosecha, etc. 

Géneros irregulares o mixtos: Con frecuencia aparecen mezclados los géneros anteriores. Por ejemplo: hay lamentaciones a las que les sigue una oración confiada, o a las que precede una acción de gracias; hay también súplicas que son precedidas por una evocación de los prodigios realizados por Dios. 

Hay incluso salmos en los que aparecen los tres géneros principales sin llevar un orden lógico y que denotan una intensa lucha interior en el salmista, como sucede en los salmos 21 y 30. 

Es difícil ubicar con exactitud a cada salmo en alguno de los géneros literarios; a pesar de ello es bueno distinguir el aspecto sobresaliente, o por lo menos aquél que se quiera resaltar. Como hemos dicho, esto nos será de gran utilidad. 

Otra forma de escritura en los salmos es la que se conoce como “alfabética”. Ésta consiste en que cada una de las estrofas del salmo comienza con una de las diferentes letras del alfabeto hebreo, por orden. A estos salmos se les identifica como salmos alfabéticos. Ejemplo de ellos son los salmos 9, 24, 33, 36, 110, 111, 118 y 144.







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