miércoles, 25 de mayo de 2016

Reflexión diaria de la Palabra de Dios

REFLEXIÓN DIARIA DE LA PALABRA DE DIOS.

Miércoles 25 de mayo de 2016

PIDAMOS AL SEÑOR QUE ROMPA NUESTRA CEGUERA ESPIRITUAL.

Por Fray Nelson Medina, OP.

 En la cruz Cristo hace su último esfuerzo por romper nuestra ceguera espiritual, para que dejemos atrás las tinieblas y podamos recibir la Buena Noticia de salvación.

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Primera Lectura: 1Pedro 1,18-25
"Os rescataron a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto"
Queridos hermanos: Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por vuestro bien. Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza.

Ahora que estáis purificados por vuestra obediencia a la verdad y habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente. Mirad que habéis vuelto a nacer, y no de una semilla mortal, sino de una inmortal, por medio de la palabra de Dios viva y duradera, porque "toda carne es hierba y su belleza como flor campestre: se agosta la hierba, la flor se cae; pero la palabra del Señor permanece para siempre". Y esa palabra es el Evangelio que os anunciamos.

Salmo responsorial: 147
"Glorifica al Señor, Jerusalén."

Glorifica al Señor, Jerusalén; / alaba a tu Dios, Sión: / que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, / y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.  R.
Ha puesto paz en tus fronteras, / te sacia con flor de harina. / Él envía su mensaje a la tierra, / y su palabra corre veloz.   R.
Anuncia su palabra a Jacob, / sus decretos y mandatos a Israel; / con ninguna nación obró así, / ni les dio a conocer sus mandatos.  R.

Evangelio: Marcos 10,32-45
"Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado"
En aquel tiempo, los discípulos iban subiendo camino de Jerusalén, y Jesús se les adelantaba; los discípulos se extrañaban, y los que seguían iban asustados. Él tomó aparte otra vez a los Doce y se puso a decirles lo que le iba a suceder: "Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán; y a los tres días resucitará."

Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: "Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir." Les preguntó: "¿Qué queréis que haga por vosotros?" Contestaron: "Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda." Jesús replicó: "No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?" Contestaron: "Lo somos." Jesús les dijo: "El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está reservado."

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: "Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar la vida en rescate por todos."


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