sábado, 9 de enero de 2016

Reflexión Dominical del Evangelio

REFLEXIÓN DIARIA DEL EVANGELIO.

Domingo 10 de enero de 2016

"EL BAUTISMO DE JESÚS"

¡Qué privilegio! ¡Qué gracia! Ser amado, ser elegido, ser Hijo, del Señor de todas las cosas. Si ya se siente importante y protegido, quien es hijo de un doctor, o de una autoridad, o de uno de los grandes... imagina: quien sabe que es hijo del único omnipotente de todo el universo. La gracia de Dios está dada, pero depende de nosotros hacerla fructificar. Paz y bien.

Por el Hno. Mariosvaldo Florentino, OFMCap.


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“Un día, con el pueblo que venía a bautizarse, se bautizó también Jesús. Y, mientras estaba orando, se abrieron los cielos; el Espíritu Santo bajó sobre él y se manifestó exteriormente con una aparición como de paloma. Y del cielo llegó una voz: “Tú eres mi Hijo, el Amado, tú eres mi Elegido.”” (Lc 3, 21-22).

¡Querido hermano, querida hermana, Paz y Bien!

Siempre que celebro un bautismo, experimento algo extraordinario en mi propio ser. Todas las oraciones y acciones de esta celebración son muy profundas y Dios actúa realmente de modo maravilloso. Es increíble, pero cada vez que estoy, con las manos extendidas, bendiciendo el agua que voy a utilizar para el bautismo, cuando llego en las palabra: “Y ahora, Padre, mira con amor a tu Iglesia y abre para ella la fuente del bautismo...” mi propio cuerpo se agita, como se sintiera que algo sobrenatural está por suceder.

Esta fuente del bautismo que pedimos que Dios abra para que una nueva persona pueda renacer en ella, nos hace recordar las aguas en la creación, cuando el espíritu de Dios aleteaba sobre ellas.

Nos hacen recordar las aguas del diluvio, que de una parte purificaron la tierra, tan contaminada por la perversión de los hombres, pero de otra parte sostuvo la arca de Noé.

Nos hace recordar las aguas del Mar Rojo, que se abrieron para que el pueblo de Dios pasara por medio de ellas, pero que se cerraron arrojando en el mar el faraón con sus caballos y caballeros.

Nos hace recordar el agua que salió de la roca, cuando el pueblo de Dios se moría de sed en el desierto.

Nos hace recordar las aguas del Jordán, cuando Juan bautizaba y invitaba al cambio de vida.

Nos hace recordar la samaritana que fue a buscar agua y se encontró con Jesús, el cual le prometió agua viva. Nos hace recordar las aguas de la piscina de Siloé, que cuando un ángel la movía, el primero que se tirase era sanado de todas sus enfermedades.

Nos hace recordar el agua que salió del corazón de Jesús cuando él ya muerto es traspasado por un soldado.

Yo creo que cuando bendecimos el agua para el bautismo, ella se transforma en la misma agua santa, que está presente en toda la historia de la salvación. Agua poderosa y fuerte, frágil y delicada, capaz de destruir, romper, arruinar y matar, pero también capaz saciar, limpiar, unir, transportar, mover y revitalizar.

Todo esto aconteció en nuestro bautismo. Allí en un modo misterioso, nosotros experimentamos la potencia del Espíritu de Dios, manifestado en el agua. Ella destruyó en nosotros el imperio del pecado, rompió las cadenas que nos hacían esclavos de las tinieblas, nos sepultó en la muerte de Cristo. Pero al mismo tiempo, nos hizo inmaculados y santos; nos unió a Cristo para siempre insertándonos en su cuerpo, para recibir de su linfa; nos regeneró como hijos de la gracia; nos transformó en hijos adoptivos de Dios, Señor de todo el universo.

Por eso, cuando la Iglesia nos invita a celebrar el bautismo de Jesús, nos invita de igual modo a tomar conciencia de lo que somos también nosotros. Ciertamente también para cada uno de nosotros, luego después que el sacerdote dijo: yo te bautizo en el nombre de Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, el cielo se abrió y Dios gritó para toda la eternidad: “Tú eres mi Hijo, el Amado, tú eres mi Elegido.”

¡Qué privilegio! ¡Qué gracia! Ser amado, ser elegido, ser Hijo, del Señor de todas las cosas. Si ya se siente importante y protegido, quien es hijo de un doctor, o de una autoridad, o de uno de los grandes... imagina: quien sabe que es hijo del único omnipotente de todo el universo.

La gracia de Dios está dada, pero depende de nosotros hacerla fructificar.

Por eso cuando entres en la iglesia para una celebración, acércate a la pileta de agua bendita, pida a Dios de renovar en ti la gracia de bautismo, santíguate y agradezca a Dios que te escogió, a tus padres que te llevaron a la fe y a la Iglesia que como madre te generó en su seno.

El Señor te bendiga y te guarde, 
El Señor haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti. 
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.
Hno. Mariosvaldo Florentino, capuchino.
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Primera Lectura: Isaías 42, 1-4. 6-7
"Mirad a mi siervo, a quien prefiero"

Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el dereho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas.»

Salmo responsorial: 28
(Escuchar el salmo y descargar mp3) Mp3



"El señor bendice a su pueblo con la paz".

Hijos de Dios, aclamad al Señor, / aclamad la gloria del nombre del Señor, / postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R.

La voz del Señor sobre las aguas, / el Señor sobre las aguas torrenciales. / La voz del Señor es potente, / la voz del Señor es magnífica. R.

El Dios de la gloria ha tronado. / En su templo un grito unánime: "¡Gloria!" / El Señor se sienta por encima del aguacero, / el Señor se sienta como rey eterno. R.

Segunda Lectura: Hechos de los apóstoles 10, 34-38
"Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo"

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.

Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»

Evangelio: Lucas 3, 15-16. 21-22
"Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo"

En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: "Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego."

En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espiritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto."

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