sábado, 23 de enero de 2016

Reflexión Dominical del Evangelio

REFLEXIÓN DIARIA DEL EVANGELIO.

Domingo 24 de enero de 2016

"HOY SE CUMPLE EL PASAJE DE LA ESCRITURA QUE ACABAN DE OÍR"

Es muy importante que yo reconozca que esta profecía puede cumplirse hoy, o a partir de hoy, en mi vida. La liturgia cristiana tiene este poder. La Palabra de Dios, proclamada en la celebración, no es sólo recuerdo, es mucho más, es Palabra viva y eficaz. Por eso en este día, Jesús también quiere decir: “Hoy se cumplen estas profecías.”. Paz y bien. Paz y bien.

Por el Hno. Mariosvaldo Florentino, OFMCap.


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“El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para traer la buena nueva a los pobres, para anunciar a los cautivos su libertad, y dar la vista a los ciegos, para despedir libres a los oprimidos y para proclamar el año de la gracia del Señor.” (Lc 4, 18-19).

¡Querido hermano, querida hermana, Paz y Bien!

Por muchos años los hechos de la vida de Jesús eran parte de una tradición oral, los apóstoles y las comunidades mantenían vivos los recuerdos sobre la vida y las palabras de Jesús, pero no tenían nada escrito. Cada domingo se reunían y celebraban la victoria de Cristo sobre la muerte, partían el pan y compartían la vida. De acuerdo con las situaciones concretas que sucedían, los apóstoles recordaban los hechos de su vida que podrían iluminarles e indicarles el camino a seguir. Por más de 30 años no existían los evangelios. Despacito, conforme crecían las comunidades y aquellos que habían conocido directamente a Jesús, ya no podían estar en los distintos lugares, entonces se sintió la necesidad de escribir su vida.

Fue así que san Lucas, que no conoció a Jesús en persona, empezó a investigar junto a los apóstoles, tal vez junto a María, junto a las comunidades, y cada uno aportaba según los recuerdos que tenían, unos le contaban algunos hechos, otros algún milagro, otros un discurso, a tal punto que después él pudo ordenar y entregar a las comunidades el evangelio (que en griego quiere decir: Buena Noticia) de Jesucristo, más o menos hacia el año 70 (casi cuarenta años después de su muerte). Después de estas pocas palabras sobre la historia, que nos ayudan a entender mejor el mensaje de los evangelios, les invito a meditar sobre el inicio de la predicación de Jesús.

Él estaba en su pueblo, donde todos lo conocían, donde vivía toda su familia. Fue en la Sinagoga (templo de oración de los judíos) y proclamó una profecía de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para traer la buena nueva a los pobres, para anunciar a los cautivos su libertad, y dar la vista a los ciegos, para despedir libres a los oprimidos y para proclamar el año de la gracia del Señor.” Después se sentó y dice a la gente: “Hoy se cumplen estas profecías que acaban de escuchar.”

Este texto de Isaías es un texto mesiánico, que describía las cosas que haría el Mesías cuando viniera. El texto anunciaba cosas buenas y también cosas malas, gracias para algunos y castigos para otros. Sin embargo, cuando Jesús lo proclama, solamente lee la parte buena, no proclama la desgracia.

Encontramos así una primera interpretación de Jesús mismo, sobre su misión. La primera frase revela que él tiene autoridad: “El Espíritu del Señor está sobre mí.” Lo que voy a hacer es la voluntad de Dios. Lo que voy a realizar es su proyecto, es el sueño de Dios. No es una invención humana. “Traigo una buena noticia a los pobres” – los pobres aquí son todos los necesitados. Seguramente la “buena noticia” (evangelio) es la misma que Moisés había escuchado en el Sinaí: Dios escucha los clamores; Dios se baja para ayudarlos; Dios quiere cambiar sus vidas. “para anunciar a los cautivos su libertad”: esto es a todos los prisioneros; en primer lugar los prisioneros del pecado (pues los que están en las cárceles, antes de ir allí cometieron sus crimines porque eran esclavos del pecado, y si serán liberados del pecado pueden salir de las cárceles, pues ya no serán un peligro para nadie), pero también es libertad a los esclavos de los vicios, de las drogas, del alcohol, del juego, de la lujuria, de los traumas, de las mascaras, de los ídolos, del dinero, de la infidelidad... y tantas otras cosas que cada uno de nosotros podrían completar. “dar la vista a los ciegos...” Ciegos del cuerpo, ciegos del espíritu. Son tantos los que no son capaces de ver. ¡Hay personas que no son capaces de ver el bien, sólo consiguen ver los defectos... son ciegos!

Hay otros que no consiguen ver la acción de Dios en sus vidas. Otros no ven sus pecados. Otros no ven (reconocen) a las personas que les aman. Otros no se ven más que a sí mismos. A todos estos, Jesús viene a sanar…“para despedir libres a los oprimidos”, en la época de Jesús todas las enfermedades eran consideradas “opresión del maligno”. A los enfermos Jesús quiere sanar, a todos los que se sienten oprimidos por cualquier cosa, Jesús quiere dejar libre, pues solamente los que actúan libremente son responsables de sus actos. “y proclamar un año de gracia del Señor.” Este año de gracia no termina nunca. Si tú quieres este puede ser un año de gracia para ti, o mejor, el primero de muchos años de gracia, o un año más de gracia...

Es muy importante que yo reconozca que esta profecía puede cumplirse hoy, o a partir de hoy, en mi vida. La liturgia cristiana tiene este poder. La Palabra de Dios, proclamada en la celebración, no es sólo recuerdo, es mucho más, es Palabra viva y eficaz. Por eso en este día, Jesús también quiere decir: “Hoy se cumplen estas profecías.”

El Señor te bendiga y te guarde, 
El Señor haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti. 
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.
Hno. Mariosvaldo Florentino, capuchino.
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Primera Lectura: Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10
"Leían el libro de la Ley, explicando el sentido"

En aquellos días, el sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea, compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era mediados del mes séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley.

Esdras, el escriba, estaba de pie en el púlpito de madera que había hecho para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo -pues se hallaba en un puesto elevado- y, cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie. Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: "Amén, amén."

Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.

Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura. Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al pueblo entero: "Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis."

Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley. Y añadieron: "Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza."

Salmo responsorial: 18
(Escuchar el salmo y descargar mp3) Mp3




"Tus palabras, Señor, son espíritu y vida".

La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. R.

Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. R.

La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. R.

Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, roca mía, redentor mío. R.

Segunda Lectura: 1Corintios 12, 12-30
"Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro"

Hermanos: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.

Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

El cuerpo tiene muchos miembros, no uno sólo.

Si el pie dijera: "No soy mano, luego no formo parte del cuerpo", ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: "No soy ojo, luego no formo parte del cuerpo", ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso.

Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?

Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo.

El ojo no puede decir a la mano: "No te necesito"; y la cabeza no puede decir a los pies: "No os necesito." Más aún, los miembros que parecen mas débiles son más necesarios. Los que nos parecen despreciables, los apreciamos más. Los menos decentes, los tratamos con más decoro. Porque los miembros más decentes no lo necesitan.

Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a los que menos valían.

Así, no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros.

Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan.

Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.

Y Dios os ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas.

¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan?

Evangelio: Lucas 1, 1-4; 4, 14-21
"Hoy se cumple esta Escritura"

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.

Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.

Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista.

Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.”

Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.”

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