domingo, 10 de julio de 2016

El Ángelus del Papa

PALABRAS PREVIAS AL ANGELUS

Domingo 10 de julio de 2016. El Papa Francisco presidió un domingo más el ángelus desde la ventana del estudio del palacio apostólico y comentó la parábola del “buen samaritano” afirmando que “este es el camino para entrar en la vida eterna”.

Este relato “indica un estilo de vida, en cuyo centro no estamos nosotros mismos sino los otros, con sus dificultades, que encontramos en nuestros camino y que nos interpelan”.




Papa Francisco:
«Depende de mí ser o no ser prójimo de la persona necesitada. Por las buenas obras nuestra fe germina y da fruto.»

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy la liturgia nos propone la parábola llamada del “buen samaritano”, del Evangelio de Lucas (10,25-37). Esta, en su historia sencilla y estimulante, indica un estilo de vida, cuyo centro no somos nosotros mismos, sino los otros, con sus dificultades, que encontramos en nuestro camino y nos interpelan. Los otros nos interpelan. Y cuando los otros no nos interpelan, hay algo que no funciona, hay algo en ese corazón que no es cristiano.

Jesús usa esta parábola en el diálogo que con un doctor de la ley, a propósito del doble mandamiento que permite entrar en la vida eterna: amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a ti mismo (vv. 25-28). “Sí – replica ese doctor de la ley – pero quién es mi prójimo?” (v. 29).

También nosotros podemos hacernos esta pregunta: ¿quién es mi prójimo? ¿A quién debo amar como a mí mismo? ¿Mis padres? ¿Mis amigos? ¿Mis connacionales? ¿Los de mi religión? ¿Quién es mi prójimo?

Jesús responde con esta parábola. Un hombre, en el camino de Jerusalén a Jericó, fue asaltado por ladrones, golpeado y abandonado. Por ese camino pasan primero un sacerdote y después un levita, los cuales, incluso viendo al hombre herido, no se detuvieron y continuaron su camino (vv. 31-32). Después pasa un samaritano, es decir un habitante de Samaria, como tal despreciado por los judíos por no seguir la verdadera religión; y sin embargo él, precisamente él, cuando vio ese pobre desgraciado, dice el Evangelio, “tuvo compasión. Se acercó, le curó las heridas […], le llevó a una posada y cuidó de él” (vv. 33-34); y el día después le encomendó a los cuidados del posadero, pagó por él y dijo que pagaría también el resto (cfr v. 35).

En ese momento Jesús se dirige al doctor de la ley y le pregunta: “¿Cuál de estos tres, –el sacerdote, el levita, el samaritano– te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?”. Y ese naturalmente, porque era inteligente, responde: “Quién ha tenido compasión de él” (vv. 36-37). De esta forma Jesús ha volcado completamente la perspectiva inicial del doctor de la ley – ¡y también la nuestra!-: no debo catalogar a los otros para decidir quién es mi prójimo y quién no lo es. Depende de mí ser o no ser prójimo, la decisión es mía, depende de mí ser o no ser prójimo de la persona que encuentro y que necesita ayuda, también si es extranjera o quizá hostil. Y Jesús concluye: “Anda, haz tú lo mismo” (v. 37). Bonita lección. Y lo repite a cada uno de nosotros: “Anda, haz tú lo mismo”. “Hazte prójimo del hermano y hermana que ves en dificultad”. “Anda, haz tú lo mismo”. Hacer buenas obras, no solo decir palabras que se las lleva el viento. Me viene a la cabeza esa canción “palabras, palabras, palabras”. Hacer, hacer y mediante las buenas obras, que cumplimos con amor y con alegría hacia el prójimo, nuestra fe germina y da fruto.

Preguntémonos, cada uno de nosotros que responda en el corazón, preguntémonos: ¿nuestra fe es fecunda? ¿Nuestra fe produce buenas obras? ¿O es más bien estéril, y por tanto más muerta que viva? ¿Me hago prójimo o simplemente paso de largo? ¿Soy de esos que seleccionan la gente según el propio placer? Está bien hacerse estas preguntas, y hacerlo a menudo, porque al final seremos juzgados sobre las obras de misericordia; el Señor podrá decirnos: “Pero tú, tú, tú, ¿te acuerdas esa vez, en el camino de Jerusalén a Jericó? Ese hombre medio muerto era yo” (cfr Mt 25,40-45). “¿Te acuerdas? Ese niño hambriento era yo”. “¿Te acuerdas? Ese inmigrante que muchos quieren expulsar, era yo”. “Esos abuelos solos abandonados en las residencias, era yo”. “Ese enfermo solo en el hospital que nadie visita, era yo”.

Que la Virgen María nos ayude a caminar en el camino del amor generoso hacia los otros, el camino del buen samaritano. Nos ayude a vivir el mandamiento principal que Cristo nos ha dejado. Es este el camino para entrar en la vida eterna.

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa dijo:

Queridos hermanos y hermanas:
 
Hoy se celebra el “Domingo del Mar”, en apoyo del cuidado pastoral de la gente del mar. Aliento a los marítimos y a los pescadores en su labor, a menudo dura y arriesgada, así como también a los capellanes y a los voluntarios en su precioso servicio. Que María, estrella del Mar, vele sobre ellos
 
Saludo a todos ustedes, fieles de Roma y de tantas partes de Italia y del mundo.
 
Dirijo un saludo especial a los peregrinos de Puerto Rico; a aquellos polacos que han cumplido una estafeta desde Cracovia hasta Roma; y lo hago extensivo a los participantes en la gran peregrinación de la Familia de Radio María al Santuario de Częstochowa, llegado a su 25ª edición.
 
Saludo a las familias de la diócesis de Adria-Rovigo, a las Hermanas Hijas de la Caridad de la Preciosísima Sangre, el Orden Seglar Teresiano, a los fieles de Limbiate y a la Comunidad Misionera Juan Pablo II.

Deseo a todos un buen domingo. Por favor no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y ¡hasta la vista!
 

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